CAPITULO 4

CAPÍTULO 4

FAMILIA ROTCHILD.

El mayor de los Rotchild, Ferguson, Fausto, su hijo, Cordelia, su esposa, Margaret, su hija y Malcom su nieto se sentaron en la mesa, que estaba perfectamente organizada. Hoy era un día especial, ya que Connor, como recién nombrado heredero, había programado esta cena para dar una noticia.

El mayordomo estaba terminando de dar los últimos toques a la mesa, cuando el anciano le preguntó.

―¿Por qué Connor no ha regresado?

Margaret y su hijo Malcom se miraron. Fingieron sonreír, pero en su interior lo maldijeron por aceptar a un bastardo en la familia.

Connor había crecido en el campo, en el estado de Arkansas, casi toda su niñez. En ese momento, no sabía que pertenecía a una familia reconocida en Seattle. Solo sabía que su madre lo había criado con esfuerzo y que nunca tuvo ninguna información de su padre. No fue hasta en la escuela secundaria que la familia Rotchild envió a personas a buscarlo. Su madre, quien cambió de opinión de un día para otro, había confesado la verdad.

Cuando eran jóvenes, su padre y su madre tuvieron una aventura, ella era hija del ama de llaves de la familia. Y cuando su madre descubrió que el hombre del que se había enamorado iba a casarse, se fue sin decirle que estaba embarazada. Así que escapó al campo para criarlo en secreto.

Su padre se casó con su novia de la infancia, sin embargo, ella nunca pudo darle un hijo. El viejo Ferguson, solo había tenido dos hijos, Fausto y Margaret. Unos años más tarde, Margaret dio a luz a Malcom, quien se convirtió en el heredero de la familia. Lo que Margaret nunca imaginó era que pronto, Fausto se enteraría de la existencia de Connor. Y fue de esta manera como Connor pasó de ser un don nadie a miembro de una familia importante.

Con su llegada conquistó rápidamente el corazón del anciano, sin embargo, él no le puso las cosas fáciles. Lo envió a estudiar a Inglaterra, después de regresar su madre murió aparentemente de una terrible enfermedad. Sin embargo, Connor tenía dudas en su corazón, después de todo no había crecido con esta familia, por lo que sentía que había perdido a su única familia.

Su padre lo trató con cariño al igual que su madrastra, Cordelia se consideraba una mujer demasiado inteligente como para desaprovechar esta oportunidad, por lo tanto, aceptó a Connor de buena gana y se convirtió en su madre.

Con el paso del tiempo, Connor fue haciendo su lugar en la familia, no obstante, no perdió su objetivo, tomar el control de la familia Rotchild y cumplir su venganza.

Cuando su padre le entregó las riendas de la empresa de diseño, lo hizo como una pequeña prueba, que Connor aprobó con la nota más alta, no solo la expandió, sino que aumentó los números considerablemente. Esto emocionó a algunos y enojo a otros.

Margaret estaba furiosa en secreto, pero no se atrevió a decir nada. Odiaba a Connor y no siendo suficiente con eso, ahora se rumoreaba que había tenido un hijo. Si ella no tomaba cartas en el asunto, correría el riesgo de que se quedara sin nada.

En ese momento, Connor ya había llegado a la puerta y cuando estaba a punto de entrar, recibió la llamada de Brenda.

―¿Qué? ¡¿Cómo sucedió?! ¡Envía a alguien a buscarlos ahora! ¡Ellos deben ser encontrados, cueste lo que cueste!

Colgó la llamada rápidamente, pero en ese momento el mayordomo ya había abierto la puerta.

―¡Connor, ya estás aquí! ―su madre Cordelia dijo animadamente ―¿Cómo está mi nieto?

Él les había avisado que él bebe se estaba próximo a nacer, de hecho, la idea de la cena fue originalmente de su madre.

―El niño ya ha nacido y está muy saludable. ―respondió.

―¡Oh! ¿Es un niño o una niña? ―pregunto feliz el anciano.

Siempre que hubiera una nueva vida en la familia lo celebraría. Significaba la continuidad de su apellido, ¿Cómo no iba a estar feliz?

Pero Connor se quedó en silencio.

―Está bien si es una niña. ―Margaret dijo viendo el silencio de Connor y su corazón floreció de alegría.

Si era una niña, obviamente no sería el heredero de la familia.

Fausto miró a su hijo y preguntó con preocupación. ―¿Por qué no hablas, es niño o niña?

―Es… un niño ―finalmente dijo.

―¡Oh, genial! ―el anciano dio unas palmaditas ―Ven y siéntate, hay que celebrar.

El anciano estaba tan feliz que sonrió de oreja a oreja. Llamó al mayordomo y le pidió que trajera el mejor vino de la bodega.

Margaret y su hijo apretaron los puños en secreto, no pudiendo creer que este bastardo tuviera tanta suerte.

Sin embargo, Connor tenía una sonrisa fingida, se acaba de enterar de que Juliette se robó a la niña. Estaba haciendo todo lo posible para rastrearlos, si el abuelo se enterara de lo que sucedió, haría cualquier cosa para recuperarla. Y también sabía las consecuencias que Juliette tendría que enfrentar y él no podía soportar que ella sufriera así.

―¡Nuestra familia tiene un sucesor! ―la cara del anciano estaba llena de sonrisas, pero Margaret y Malcom al otro lado de la mesa, no estaban nada felices. Sin embargo, se obligaron a sonreír, alzaron sus copas y brindaron.

―¡Felicidades, sobrino, deseo de todo corazón, que tu felicidad sea infinita!

En el aeropuerto, Juliette cargaba al pequeño bulto en sus brazos. Antes de que subiera al avión, su amiga Raquel la abrazó con fuerza.

―No sé cuándo volveré a verte, prométeme que te cuidaras. ―ella estaba preocupada por su amiga, pero también estaba segura de que Marcos las cuidaría.

―Te prometo que lo haré, y gracias por cuidar de mi padre. En cuanto sea posible enviaré por él, ¿de acuerdo? ―la chica asintió y la abrazó nuevamente. Después caminó hacia su primo y también lo abrazó, llevó los labios a su oreja y susurro.

―Cuida de ellas, por favor.

Marcos asintió en silencio con clara determinación en sus ojos.

―Ya es hora de que suban al avión ―dijo con voz ahogada ―Juliette, ahora tienes un hijo, recuerda que no solo puedes pensar en ti. Te estaré llamando para hablarte de tu padre.

Asintiendo en silencio, Juliette se despidió de su amiga, de su padre y de ese hombre desconocido que se quedaba con su hijo y su corazón.

SIETE AÑOS DESPUÉS…

Juliette regreso a la ciudad que la vio crecer, solo que esta vez no es la misma chica soñadora de 18 años. En los últimos siete años, sucedieron muchas cosas, entre tantas su padre murió pocos meses después de que ella dejara la ciudad, fue un gran golpe para Juliette. Su amiga Raquel fue quien se encargó de su sepelio, puesto que Marcos le aconsejo que no volviera por temor a que lo sucedido con el niño se descubriera.

Toda su familia se preguntó incansablemente donde estaba, sin embargo, la olvidaron poco tiempo después. No obstante, para Juliette no todo había sido malo, había visto crecer a su hija, ahora la pequeña Madison tenía siete años, y era una niña sana, tremenda y muy parecida a ella. Tenía su mismo color de cabello e incluso sus pecas, a excepción de los ojos, estos eran de un azul verdoso, Juliette supuso que los había heredado de su padre.

A lo largo de los siete años que estuvo lejos, no dejo de pensar un solo día en su hijo. Se cuestionó durante muchas noches cómo sería, qué aspecto tendría; lo único que sabía era que debía tener el mismo color de cabello de su hermana. Por supuesto, pensó en él, en el comprador. Todas las noches él venía a ella en sus sueños, amándola de la misma manera que lo hizo ese mes que compartieron. Sin embargo, al igual que ese día, terminaba abandonándola.

Ella no podía creer que después de tanto tiempo aun su corazón siguiera latiendo por un hombre cuyo rostro no conocía.

―Juliette, te dije que yo puedo llevarlas ― Marcos hablo de repente sacándola de sus pensamientos, ahora estaban en lo que sería su nuevo hogar, un departamento en una parte bonita de la ciudad.

Tan pronto como Raquel supo que regresaría a Seattle, ella preparó todo para su amiga. Y aunque Juliette le dijo que se encargaría personalmente, Raquel actuó por su cuenta sorprendiéndola. Ella se sentía en deuda, no creía que fuera justo abusar de su amistad.

―Ya han hecho demasiado, puedo hacerlo yo misma.

―Hey, ¿qué te he dicho? Eres mi… mi amiga ―siempre que Marco tuviera que referirse a Juliette de esa manera se incomodaría, probablemente porque sabe en su interior de que sus sentimientos por ella cambiaron hace mucho tiempo.

El día que Juliette dejo Seattle hace siete años, Marcos viajo con ella, pero solo estuvo un corto tiempo, después regreso a Seattle y afortunadamente no fue acusado de nada, sin embargo, le aconsejo a Juliette que no volviera hasta que pasara un tiempo considerable, ella creía que ya había pasado suficiente tiempo, y que su comprador probablemente la había olvidado.

Juntos subieron el equipaje hasta el primer piso.

―¿Y cuál es tu plan? ―le pregunto Marcos después de dejar las maletas en la sala.

―Bueno… hasta el momento no tengo un uno, pero mañana mismo comenzaré a buscar trabajo.

En este momento, Juliette está muy agradecida con su padre por haberle dicho que aprendiera a tocar el piano, aunque no culmino su carrera, por lo menos tenía conocimiento de un oficio y estaba segura de que encontraría algo.

También, tenía pensado retomar su carrera, en aquel entonces se marchó tan deprisa que no pudo sacar sus documentos, pero ahora que Madison estaba más grande, haría tiempo para retomar sus clases, se consideraba muy buena para las matemáticas, por lo que culminarla antes del periodo establecido no sería un reto. Ahora lo más importante era su hija y tenía la responsabilidad de poder obtener un buen empleo.

De repente Marcos agarro sus manos y la miro con ojos complicados.

―Juliette, no sé cómo decir esto y quizás pienses que es demasiado pronto, pero… ¿Quieres ser mi novia?

Ella estaba atónita, por supuesto no era tonta, pudo ver la preocupación y el interés de Marcos todos estos años y la especial atención que tenía con Madison, incluso había volado más de una vez para verlas. Ella lo respeta y admira, pero no lo ama, ni mencionar que ahora tenía una hija y que toda su atención solo podía ser para ella.

Por otro lado, sabía que Madison estaba hambrienta por el afecto de un padre, más de una vez le había preguntado por él y ella como todas las veces no pudo responder, en su corazón deseaba darle a su hija una familia completa, pero para eso no pensaba arrastrar a alguien que solo había sido bueno con ella. No, no podía engañar de tal manera a Marco.

―Yo… Marco, sabes que tengo una hija y…

―Amo a Madison, la amo como mi propia hija, Juliette. ―él sonaba decidido ―No tengo miedo de ser el padre que necesita.

En realidad, a Marcos no le importa el pasado de Juliette, aunque muchas veces intento abordar el tema, ella siempre se negó a hablar de eso. Sin embargo, para él, Madison es inocente de todo, es una niña maravillosa, alegre y divertida. Para Marcos ser el padre de Madison es un privilegio, además, ama con tanto fervor a Juliette, que incluso la ama con su pasado.

―Juliette, no quiero presionarte, ¿de acuerdo? Pero… ¿Por qué al menos no lo piensas? ―su tono de voz era bajo y un poco triste ―Sabes que necesitas a un hombre a tu lado, déjame ser ese hombre que cuide de las dos.

Juliette no sabía qué hacer, aunque se ha mostrado fuerte frente a su hija durante tanto tiempo, también ha llorado en soledad, no ha sido fácil y en muchas noches deseo tener a alguien a su lado para que la abrazara y le dijera que todo iba a estar bien. Pero esa persona no tenía rostro y no estaba segura de si algún día la volvería a ver.

―Yo… yo voy a pensarlo y también hablarlo con Madison. ―dijo tratando de salir del paso.

―Bien ―Marco sonrió ―Estoy seguro de que Madison estará feliz de saberlo, pero quiero que tú también estés feliz.

Juliette sonrió; sin embargo, en su interior su corazón estaba sangrando.

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