CAPITULO 3

CAPÍTULO 3

8 MESES DESPUÉS…

Juliette fue a ver a su padre que, si bien había logrado salir de la cárcel, ahora estaba internado en el hospital por su problema cardiaco. Ahora su estómago es grande y redondo y cuando entró a la habitación de su padre, se entristeció cuando lo vio conectado a un ventilador. Según el médico se estaba recuperando, sin embargo, ella no lo creía así.

Había venido en secreto, nunca le dijo a Brenda que su padre estaba en el mismo hospital donde ella trataba su embarazo, así que cada que podía se escapaba en secreto para verlo.

Tomo asiento a su lado y acarició su vientre cuando sintió un pequeño movimiento. Desde que anunció su embarazo, ella ha estado criando este bebe en silencio, como si estuviera aislada del mundo. Su mejor amiga, Raquel, ha dicho varias veces que la busque, pero ella se ha negado rotundamente.

―Juliette, ¿Por qué estás aquí? ―sonó una voz a su lado, ella levantó la cabeza y vio que era Marcos, el primo de Raquel.

―Marcos, tú… ― Juliette entró en pánico al verlo con su bata blanca ―¡No puedes decir que me has visto, nadie puede saberlo!

Marcos frunció el ceño y sus ojos se abrieron con sorpresa cuando vio el vientre embarazado de Juliette ―¿Tú…? ¿Estás embarazada?

―Yo… ―Juliette no tuvo tiempo de pensar, no sabía cómo explicar, así que se levantó y trató de pasar a su lado, sin embargo, cuando dio el primer paso, un dolor agudo vino de su vientre.

Marcos la ayudó de inmediato y en poco tiempo Juliette estaba siendo preparada para entrar al quirófano, más tarde llegó Brenda después de su llamada.

―¡Ah… duele! ―grito cuando el dolor casi la desgarró.

Y pronto escuchó las indicaciones del médico.

―El embarazo está a término, creo que lo mejor será hacerle cesárea.

Juliette sentía que la carne y sus huesos se estaban separando y las lágrimas no tardaron en deslizarse por su rostro. No obstante, buscó la mano de Brenda y la apretó con fuerza.

―Él… él vendrá, ¿verdad? ―Juliette tenía los ojos llenos de esperanza y su mente solo podía repetir sobre si esa persona vendría.

Brenda sostuvo su mano durante todo el camino y la soltó cuando ya casi entraba al quirófano.

―Primero sé fuerte, hablaremos de eso más tarde, todo estará bien, te lo prometo.

Brenda no había respondido su pregunta, porque sabía que él no vendría.

Cuando la luz del quirófano estaba encendida, Brenda recibió una llamada de Connor.

―¿Cómo está ella? ―él se escuchaba muy serio a través del teléfono y también un poco ansioso.

―Lo siento, el médico aún no ha dado respuestas.

Connor apretó el teléfono con fuerza, uno de sus guardaespaldas lo había llamado para informarle la situación. Por otro lado, Brenda estaba muy asustada, ella era la responsable de cuidar de Juliette, si algo le sucedía, estaba segura de que Connor ajustaría cuentas con ella.

―Señor, pensé que había venido a una consulta de rutina. No imagine que tuviera un familiar en este hospital, de haberlo sabido…

Connor no prestó atención a sus excusas, lo que de verdad le interesaba era el estado de salud de Juliette.

―Averigua cómo está la situación. ―la interrumpió con brusquedad.

―Si señor.

―Avísame de inmediato si algo sucede.

―Sí.

Connor colgó de inmediato y tiró el celular sobre su escritorio, se deshizo la corbata y exhalo el aire contenido. Cerró los ojos y se obligó a calmarse, aunque tuviera el ferviente deseo de ir, no podía hacerlo. Su trato estaba completado, si se presentaba en el hospital solo complicaría las cosas entre ellos. Lo mejor era dejar todo como estaba.

La llegada de este niño determinaría si obtendría la victoria, victoria que debió haber ganado hace tiempo, si Kendra no hubiera matado a su hijo.

Pero incluso si se lo dijera mil veces, el corazón de Connor no podía evitar estar preocupado y ansioso. No importa cuánto se lo negara, tenía que reconocer que Juliette se había calado en sus huesos en todo ese mes que estuvieron juntos.

Cuando Juliette se despertó, ya no tenía el vientre abultado y cuando vio a Brenda, sus ojos se apagaron.

―Mi hijo… ¿Dónde está? ―pregunto ansiosa.

―El niño está bien.

―¿Es un niño o una niña? ―había alegría en sus palabras.

Brenda guardó silencio.

Juliette quería saber algo que no podía saber, el contrato establecía que no tenía derecho a ningún dato sobre el bebé, pero para una madre que ha llevado a su hijo nueve meses en su vientre, era casi inhumano negarle ese derecho.

Ella sonrió con tristeza en sus ojos. ―¿Estoy preguntando demasiado, verdad?

―Lo siento, no puedo decírtelo.

Juliette lloró de repente y en ese momento se arrepintió de haber vendido a su hijo. Durante nueve meses, ha vivido en su vientre, era una vida que le pertenecía y fue inevitable que ella no quisiera separarse llegado el momento.

Era su hijo y no podía entregarlo.

Brenda la miró con complicación, aunque durante todo este tiempo le tomó cariño, no podía poner en riesgo su trabajo. Consideraba a Juliette una chica buena y amable, pero incluso si estaba siendo cruel en este momento, tenía que hacerlo.

Juliette la miró un momento, tal vez era porque estaba cansada o aún seguía con los efectos de la anestesia, pero se quedó dormida nuevamente.

Brenda salió de la habitación y llamó a Connor.

―Sr. Rotchild.

―¿Cómo está ella? ―Connor preguntó de inmediato.

―Ella está bien y el niño también.

Él soltó el aire contenido y el alma pareció volver a su cuerpo.

―Oh, eso es bueno. Entonces, por favor, cuídala. ―Connor colgó la llamada apresuradamente, temía que, si seguía escuchando, cediera a sus impulsos e iría con ella.

Todo está bien ahora, el niño ha nacido y finalmente su posición en la familia Rotchild será irrevocable.

MÁS TARDE ESA MISMA NOCHE.

Juliette escapó de la habitación. Tenía que ver a su hijo o hija.

«Nadie puede quitarme ese derecho, es mi carne y sangre. ¡Lo llevé nueve meses en mi vientre y salió de mi cuerpo!»

Estaba entrando a la guardería cuando se topó con Marcos.

―¡Juliette, ¿estás loca? ¿Por qué estás levantada? ―Marcos era un médico del hospital donde Juliette tuvo a su hijo. Y a pesar de que la ayudó cuando comenzaron los dolores de parto, no se le permitió estar presente durante la cirugía, curioso por la situación, descubrió que la información de Juliette estaba oculta.

―Quiero… quiero ver a mi hijo ―dijo jadeando por el dolor, las lágrimas amenazaron con salir, pero ella parpadeó para contenerlas.

Marcos se sintió muy angustiado. Aunque Juliette era amiga de su prima, él también la consideraba como una hermana menor, aunque ese afecto más tarde se convertiría en amor.

Así que no pudiendo negarse, Marco llevó a Juliette donde estaban los niños, la habitación estaba llena de incubadoras, grandes y pequeñas, con etiquetas cada una. Cuando llegaron a una que no tenía nombre, Marco señaló con su dedo mientras susurraba.

―Solo nacieron esos dos bebés hoy y se dice que son mellizos.

A través del cristal, Juliette reconoció a los niños como suyos de un vistazo. Tenían que ser sus hijos, el color rojizo de su cabello era casi igual que el de ella. Se acercó lentamente y presionó su mano sobre el cristal y finalmente derramó lágrimas.

Se quedó mirándolos fijamente, no pudiendo creer que hubiera tenido dos vidas dentro de ella, cada vez que se hizo una ecografía el médico dijo que se trataba de solo un bebe, y en cuanto al sexo, nunca lo pregunto por qué deseaba fuera una sorpresa. Ahora que había llegado el momento no era capaz de separarse de ellos.

A través del cristal, la niña abrió y cerró ligeramente su boquita y el niño parecía haberse despertado y lentamente estiró una mano, agarrando la mano de la niña.

―El niño, es cinco minutos mayor que la niña, así que es el hermano mayor ―dijo Marcos.

«¡Estos son mis hijos!»

El corazón de Juliette de repente estalló de alegría, ellos eran la vida concebida en su cuerpo y ahora estaban allí. Pensando que pronto tendría que separarse de ellos, se echó a llorar. Ella más que nadie sabía lo que era crecer sin una madre, había probado el dolor de noches sin un beso, la tristeza de no tener un cumpleaños a su lado y sobre todo lo indefensa que se sintió a pesar de haber tenido a su padre.

Sin embargo, una idea brilló en su cabeza y aunque sería arriesgada, estaba dispuesta a intentarlo. El contrato solo estipulaba un niño, por lo que posiblemente, el comprador solo crea que tuvo uno, no estaba segura de eso, pero no cambiaría de parecer aun si ella misma estaba faltando al contrato.

―Marcos, ¿puedes ayudarme con algo?

Él la miró sin comprender, sin embargo, la súplica en sus ojos hizo que aquello que fuera pedirle, no pudiera negárselo.

―¿Qué?

―¿Puedes robarte un niño?

Marcos se quedó inmóvil ante su pedido, nunca imaginó que fuera esto lo que le diría, así que, tardo mucho tiempo en responder.

«Si lo hiciera, estaría poniendo en riesgo mi carrera, pero ¿no estaría ayudando a una madre también?»

No sabía cuáles eran los pormenores de la situación de Juliette, pero estaba seguro de que se trataba de personas importantes, todo su embarazo se había manejado con total reserva.

―¿Estás segura?

―Sí. ―respondió Juliette con seguridad.

Quizás estaba siendo egoísta al llevarse solo uno, no obstante, se consoló así misma diciéndose que tendría una vida llena de privilegios. Por eso decidió llevarse a la niña, sabiendo que, en las familias acaudaladas, los niños tienen mayores privilegios. Tal vez, algún día el destino vuelva a reunirlos.

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