Contábamos el uno con el otro en todo momento y él había sido fiel a su promesa de no tener ningún secreto, nos contábamos absolutamente todo, él; junto a Matt y los otros habían retomado su antigua vida, defendiendo la zona; a su gente y manteniendo su grupo unido siempre. Mi adorada amiga Lupe aún guardaba sus sentimientos para ella misma, sin decir palabra alguna a Pablo, nunca la dejé sola; siempre estuve para ella y ella para mí. Más de una vez volví a tocar ese tema con ella y siempre tuve la misma respuesta: “Aún no es el momento y no creo que este llegue”. Una vez al mes íbamos juntos a dejarle nuevas flores a Fernanda y a la abuela, le contábamos lo que pasaba en nuestra vida y les pedíamos a ambas que nos cuidaran desde donde estén. Desde que la perdimos ya no somos los mismos, ella estudia más que nunca, buscando ocupar su tiempo al máximo posible. Habíamos hecho una nueva amiga, Luisa se había vuelto parte de nuestro grupo y el de Matt, no era una mala chica; al c
(Al otro lado del océano) —¡Señor!, ¡por favor venga! — la cara de asombro de la enfermera que tranquilamente cambiaba las telas de su cama comenzaba a dar brincos y a llamar de forma desesperada a su patrón al notar cómo esa bella mujer volvía a abrir los ojos lentamente. Él entró asustado en la habitación y lo primero que hace es preguntar — ¿Qué pasa? La enfermera lo mira y levanta su mano apuntando hacia la cama, él sigue sus movimientos y por fin se percata de que ella está despertando, se acerca a la cama suave para no asustarla y con la voz tranquila y serena por fin habla, — Hola pequeña, ¿puedes oírme? Ella, adolorida, confundida; con la boca seca, intenta vocalizar algún sonido, abriendo sus labios lentamente; pero nada, — Tranquila, no te esfuerces, ya habrá tiempo para que puedas hablar. En sus ojos puede ver la confusión que la joven siente en ese momento, mira a la enfermera y le pide que llame al médico con urgencia, luego vuelve a mirar a la joven qu
Caminando apurada por la uni, no pude evitar notar un rostro conocido sentado en una esquina de la cancha; con un aspecto muy deprimido. Tenía los codos apoyados en sus rodillas y su cabeza agarrada firmemente entre sus manos, sabía que si me detenía llegaría tarde a clases, pero mi corazón era muy insistente; si lo veía mal, me obligaba a detener mi camino y sin darme cuenta ya estaba parada frente a él. —Emm hola, ¿te encuentras bien? — con voz muy sutil hice mi pregunta. Él al escucharme levantó su mirada hacia mí y luego respondió, — Hola Lupe, tranquila; estoy bien. Su respuesta me sonó falsa por todos lados. Su rostro demacrado; su mirada perdida, el verlo alejado del resto; sin una sonrisa rebosante de vida, dejaba muy en claro que algo estaba mal. Suspiré profundamente y luego me senté a su lado, apoyando mi mochila en mis rodillas, — No me mientas, si no quieres decirme qué te pasa está bien; pero somos amigos hace años y te conozco, sé que algo está mal. Él
(Al otro lado del océano) William volvió a mirarme seriamente, — Antes de responder cualquiera de tus preguntas tienes que prometerme una cosa— asentí con la cabeza y dejé que prosiguiera, —Te responderé dos preguntas por semana. Cuando quise protestar, él me pidió que hiciera silencio y continuó hablando, — Responderé todas tus dudas, pero dos preguntas a la vez; a medida que te vayas mejorando, te irás enterando de todo poco a poco, ¿está bien? Dado que no iba a ceder por más que insistiera, terminé aceptando el trato, — Bueno, escucho tu primera pregunta. Luego de pensarlo seriamente pregunte, — ¿Por qué no recuerdo nada, ni siquiera mi nombre? Él se acomodó en su asiento para luego responder, — Hace dos años y medio, tuviste un accidente; producto de él, quedaste en coma. Por esa razón perdiste la memoria y tu nombre es Fernanda— por fin encontraba una respuesta, sabía mi propio nombre, — ¿Qué relación nos une, acaso somos familia o amigos? — Bueno
— Renata. Ella seguía caminando enfurecida, ignorando por completo que la estaba llamando, ya llevábamos más de una hora caminando y yo seguía sin entender a dónde se dirigía, — ¿Renata puedes parar? — ya me estaba cansando de seguirla, — Deja de seguirme Matt. — ¿Puedes decirme a dónde vas? — esa chica comenzaba a resoplar, hasta que paró por completo sus pasos, —¿Acaso no es evidente que busco a Dilan? — me dijo con rabia, — Pues lamento informarte que no creo que lo encuentres. — ¡Entonces lo buscaré hasta que aparezca estoy demasiado enojada! Nuevamente, saqué un cigarro, lo encendí y luego de sacarlo de mi boca, volví a prestarle atención al huracán que tenía enfrente, — Vale, está bien, si tanto quieres encontrarlo te ayudaré. De nuevo comenzamos a caminar, pude notar como ella se calmaba, gastando energía; a tal grado que ya había vuelto a meter su navaja favorita en su bolsillo. (En el merendero) El teléfono de Jesua comenzó a sonar, la llamada e
(En el hospital) Ya ha pasado una hora y media y nosotros tres seguimos aquí sentados como bobos mirando esa puerta que no termina de abrirse. La cara de impaciencia de mis amigos se hace cada vez más evidente, la señorita a mi lado ya ha dejado varias marcas en la pared con la punta de su navaja. Por otro lado, la otra persona, a mi lado contrario, ya no tiene uñas que comerse y yo no puedo evitar querer irme a fuera y fumarme un cigarro. — ¿Familiares del paciente Dilan? — pregunta el doctor con calma, — ¡Sí!, somos nosotros. — Bueno, quiero informarles que por suerte está fuera de peligro, si bien ha recibido muchos golpes, ninguno ha afectado a sus órganos internos. Pero por precaución lo dejaremos internado esta noche y si todo está correcto mañana en la tarde podrá ser dado de alta, pero deberá permanecer en reposo una semana en su domicilio— nos informó sin apuro, — ¿Podemos pasar a verlo, doctor? — la voz impaciente de Renata nos sorprendió mucho a Jesua y a mí,
— Lo, lo siento Renata. Su voz adolorida me da un susto, que no puedo evitar darle un manotazo mientras él volvía soltar un alarido de dolor, — ¿Pero eres estúpido o qué? — cuando reaccioné a sus palabras no pude evitar volver a hacer esa estúpida pregunta, — ¿Qué dijiste? — Dije que lo siento, siento haber sido un bruto contigo— insistió entre quejidos por el golpe que le había propiciado. Nunca me esperé que este chico me pidiera disculpas, muchas veces nos habíamos peleado; pero no era lo típico en nosotros eso de andar disculpándonos, — ¿Te aflojaron un tornillo?, ¿desde cuándo te disculpas? —, no pude evitar volver a enojarme por su comportamiento, — ¡Crees que puedes venir a tomarme el pelo! Nuevamente, volví a desatar mi furia contra él, no me importaba que estuviera lastimado, le rompería cada hueso que le quedara sano, pero él; se sentó de golpe en la cama, bajando una pierna hacia el suelo. Tomo mis manos y las dejo presionadas en el medio del colchón, s
Luego de 40 minutos conduciendo; llegamos a nuestro destino, una de las tantas casas que el padre de Renata colecciona, — Vaya Jesua, creo que te pasaste con ese aparato, ha pasado casi una hora y media y este aún sigue noqueado— él se ríe un poco nervioso antes de contestar, — Ja, ja, ja, me parece que me entusiasme demás. Renata, que está a su lado, le pega un tate quieto en la cabeza, por no ajustar bien el voltaje eléctrico de la máquina, — Auch chica, eso dolió— refunfuña, — ¡Y más te va a doler si algo malo le pasa a él! — Lupe le pega otro tras decir esas palabras. Luego de estacionar, nos bajamos y estiramos un poco las piernas, para acto seguido meter a nuestro bello durmiente dentro de la casa. Lo dejamos en el sillón, pero no lo soltamos; no sabemos cómo va a reaccionar cuando despierte y no quiero averiguar que sería capaz de hacer si se pone violento. Mientras Jesua y yo fumamos afuera, Renata sale con nosotros con un par de latas de cerveza en la mano. Lu