— Estoy aquí mi amor, prometo no irme nunca si me aceptas— me dice y las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos sin que pueda evitarlas. Él pasa su mano por ellas, delicadamente; secándolas, para luego dejar un sutil beso en mi frente, — ¿Por qué no me lo dijiste, princesa? — me preguntó y entre murmullos le respondí lo mejor que pude, — Por miedo, no quería angustiarte aún más. Ya tenías demasiado sobre ti, para ser culpable de un nuevo peso. Él levantó mi rostro apenado, depositando un tierno beso en mis labios, —Escúchame bien; jamás nada que tú me digas, me agobiará, eres muy importante para mí, eres mi princesa, mi amor verdadero— me aseguró con ternura. Me sentía tan sensible que comencé a llorar, como una niña pegando mi rostro a su pecho, él me contuvo entre sus brazos; acariciando mi cabello con dulzura, buscando palabras tiernas que logren calmarme, pero solo el contacto de sus labios en lo míos retuvo mi aliento, lográndolo. —Es una niña— susurré en medio d
Las lágrimas se apoderan de mí, mientras asiento afirmando que quiero todo con él, Matt coloca con delicadeza el anillo en mi dedo y este me queda perfectamente. Luego de eso lo abrazo cálidamente y él responde a ese gesto besándome con ternura, un beso largo y lleno de amor que termina por sellar nuestra unión. Al día siguiente, Matt vendo mis ojos para llevarme a algún sitio, — ¿Ya llegamos, puedo sacarme la venda? — pregunto entusiasmada cuando él apaga el motor, — No princesa aún no— la puerta se abre y alguien me ayuda a bajar, — Confía en mi hadita— me dice y con solo reconocer su voz, camino con cautela guiada por él, — Quédate aquí— me pide mientras aparta su mano de mí y me quedo de pie, — Ahora pueden sacarse las vendas— obedezco para ver a mi amiga a mi lado y una lluvia de confeti cayendo, — ¡Sorpresa! —, todos gritan al unísono y ambas nos ponemos sentimentales al ver el cartel de baby shower con nuestros nombres. — ¿Ustedes armaron todo esto? — pregunto
Estos meses pasaron de prisa, llenando mi vida de lindos momentos llenos de felicidad junto a Matt. Todas las chicas me ayudaron con los preparativos de mi boda, pues; no quisimos esperar al nacimiento de nuestra hija y por fin; hoy sería ese tan deseado día… La boda se llevaría a cabo en la playa, todos los arreglos son blancos con rosas rojas, las delicadas telas, se entrelazan en el arco y también en cada borde de los asientos, terminando el decorado con un precioso moño y muchas farolas. Uniríamos nuestras vidas en sagrado matrimonio frente al sacerdote y a un juez, mis damas de honor estarían vestidas con delicados vestidos largos en color salmón, mis preciosos sobrinitos serían los encargados de entregar los anillos; ambos formalmente vestidos, los padrinos del novio llevaban un esmoquin azul marino y Matt usaría uno; color gris. La fiesta también seria en la playa, la plataforma decorada, las mesas; sillas, adornos; banquete, la enorme torta; la música, todo estaba listo,
El primero que tomó la palabra fue el juez, abriendo un enorme libro frente a ambos, mientras decía aquellas palabras. Nuestros testigos firmaron junto a nosotros como fieles creyentes de nuestro amor y después las palabras del sacerdote, inundaron el espacio junto al ruido de las olas. “Queridos amigos aquí presentes, nos hemos reunido hoy para unir a este hombre y a esta mujer en sagrado matrimonio…” Frente a él, escuchando las palabras, llegó mi turno de responder, — Yo te recibo a ti, para ser mi esposo, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe. Luego me quedé en silencio mirándolo a los ojos con emoción, mientras Matt dejaba un beso en mi mano antes de responder. — Yo te recibo a ti, mi princesa, para ser mi esposa, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enferme
En un momento, el sonido de una copa silenció el lugar. Renato deseaba decir unas palabras. Mi niña bonita, en este día tan especial, quiero hablar con todo respeto en nombre de tu querida abuela Clara. Sé que si ella estuviera aquí, los colmaría de bendiciones y buenos deseos a ambos. Quiero que sepas que siempre fuiste muy especial para ella, fuiste una nieta real desde que pisaste la casa grande, tanto para ella como para Blanca y para mí, siempre serás nuestra familia. Tuve que secar las lágrimas de mis ojos, mientras Matt me abrazaba con nuestras copas en alto. “Salud”, se escuchaba al unísono de todos los presentes. William y Rosa también nos dedicaron algunas palabras, volviendo a brindar con todos una vez más. Los camareros sirvieron aperitivos en cada mesa, y la música se calmó por un rato para dejar a todos comer algo y charlar un poco. El fotógrafo pasó por cada una de ellas, sacando fotos, capturándonos a nosotros justo cuando Matt mordió un pedazo de la masita que te
Ha pasado una semana desde que ella desapareció, la policía no tiene ninguna pista, mi gente tampoco y ni siquiera han llamado pidiendo un rescate, nada, no hay nada y yo estoy a punto de volverme loco. Comienzo a soltar la frustración, a golpes con el armario de mi apartamento, no me importa el dolor de mis puños. Renata me encuentra encarnizado en ese momento donde la vista se nubla por completo, como un animal con rabia. Ella me grita, intentando que pare, pero no tiene suerte; un golpe en seco cerca de mi nuca me hace caer al suelo inconsciente. No tengo idea cuánto tiempo ha pasado, solo sé que al despertar no estoy en mi casa. Miro a mi lado y encuentro a Axel, dibujando en la venda de mis puños. Los gritos de Dilan me ponen sobre aviso, me pongo de pie y le digo a Axel que no salga de la habitación. El pequeño obedece, quedándose tranquilo en medio de la cama, con la tele encendida, sus lápices y el cuaderno de dibujos. (Cinco minutos antes) Escucho el sonido de la puer
—Por favor, Rebecca; déjanos ir—le supliqué sentada en ese viejo colchón con Aurora a mi lado, pero ella se ríe de forma tenebrosa. — Ustedes dos no saldrán de aquí hasta que yo lo diga— nos avienta agua a las dos, mojándonos por sexta vez en lo que va del día. Aurora no soporta más y rompe en llanto, esto molesta a mi madre aún más, tanto que se acerca a ella y le da un golpe en el rostro. — ¡Cállate, m*****a niña, estás aquí por haberte atrevido a declarar en mi contra! — le grita y en ese momento José aparece, pero no nos mira y solo termina llevándose a Rebecca de nuevo. Intento calmar a Aurora como puedo, yo también me siento mal y tengo frío desde que estamos aquí, ni siquiera hemos visto un rayo de sol. — Me quiero ir— susurra entre sollozos. — Tranquila, niña, te prometo que mi esposo y tu hermano, así como los demás, nos deben estar buscando y no descansarán hasta encontrarnos— le digo intentando animarla mientras acaricio mi vientre que se pone tenso, haciéndom
Después de lo ocurrido, ambas mantenemos la esperanza de que alguien nos encuentre pronto y ninguna de las dos se atreve a llevarle la contraria a Rebecca que ahora está peor que antes, pues perdió la poca cordura que le quedaba. La maldad que la carcome es tan grande, que llevamos mucho rato escuchando cómo habla sola, insulta y pelea con alguien que solo existe en su propia mente. Cuando volvió a entrar en la habitación, yo estaba con contracciones y apenas podía moverme. Llevaba así desde hacía varias horas o, por lo menos, eso creía, midiendo mi propio tiempo entre una y otra. Así que aprovecho la situación para arrebatarme a Aurora, aunque quise aferrarme a la joven y ella a mí una nueva contracción me hizo gritar perdiendo el agarre de Aurora. — Parirás sola y me comeré a tu bebé frente a tus ojos antes de acabar contigo— fue lo último que dijo saliendo de la habitación con ella. Podía oír los gritos, el llanto y súplicas de Aurora junto a los golpes que Rebecca le daba.