Capítulo tres. Resistirse a su mirada. Con una sonrisa de tranquilidad Owen revisó y niveló el aparato. —No se preocupe, señorita. Todavía no he perdido a ningún pasajero. Aliviada, Britney dejó de agarrarse a la tapicería. —Dijo que había dos razones, señor Stratos. —Oh, sí… — Owen hizo un giro imposible y bajó el helicóptero para sobrevolar una avenida —. La segunda razón es que me gusta. Britney pronto se sobrepuso al miedo que le producía volar en helicóptero. Empezó a mirar al exterior. Se preguntó qué habría pensado su madre de aquello. La pequeña y apocada Britney que odiaba toda clase de alboroto, había crecido y viajaba en el helicóptero privado de un multimillonario. Su admiración se acrecentó según se acercaban al mismo centro de Atenas. En lugar de las residencias del norte, los rascacielos de la ciudad asomaban por encima de una capa de finas nubes. —¿Ve eso? Es el cuartel general del Imperio Stratos — dijo Owen señalando un edificio. Al acercarse, Britney pudo v
Capítulo cuatro. No va a casarme.Owen hizo una pausa antes de continuar. —Para ahorrar tiempo la he traído aquí para que conozca a las secretarias.Los ejecutivos seguían sonriendo y ya parecían menos feroces. Mientras acompañaba a Owen se alegró de haberse puesto ropa de trabajo. Su traje pantalón negro casi era de funeral, pero aun así tuvo que aguantar una sucesión de miradas de apreciación por parte de los ejecutivos. Owen no compartía ese tipo de aficiones.Britney pensó que sería probablemente porque sabía lo que era sentirse admirado de forma evidente. Cuando entraron en una sala contigua llena de administrativas y secretarias, se apreció una ola de nerviosismo. Todas las mujeres presentes lo miraron. Él pareció no notarlo y presentó a Britney de forma desenfadada como su nueva contratista y después se marchó para unirse a sus colegas. La dejó expuesta a miles de preguntas. Todas las chicas estaban desesperadas por saber cómo era la Villa Chrysafénios por dentro. Algunas habí
Capítulo cinco. No soy una avariciosa Era una charla informal, pero aun así afectó a Britney. No podía creer que alguien fuera capaz de hacer semejante acusación de un modo tan brusco. Una cosa era despreciar a las cazafortunas y otra insultar a sus trabajadoras. —¡No soy la avariciosa pariente de nadie! He conseguido este trabajo por mis propios méritos — respondió con firmeza. —Eso espero — respondió él con satisfacción—. No tengo tiempo para vigilarla constantemente. —No le dejaría — dijo Britney alzando la barbilla y mirándolo a los ojos. —Excelente. Me alegro de que estemos de acuerdo — dijo él sin alterarse y con un gesto para que ella lo siguiera se dirigió a grandes zancadas hacia la casa.—Esta es la agenda del señor Stratos para los próximos treinta días — dijo Cosmos tendiéndole una hoja de grueso papel color crema con el escudo de los Stratos —. Las citas de negocios están en rojo, las sociales en verde y las que combinan ambos aspectos sombreadas. Se ha elegido e
Capítulo seis. La tentación hecha hombre.Britney investigó el contenido de la bandeja que había llevado Cosmos. Seis galletas caseras en un plato de porcelana. Lo malo sería que luego no pudiera comerse la cena porque se había llenado de galletas, pensó Britney. Después de comerse dos, dejó las otras sin tocar, pero con un poco de arrepentimiento. Después, en un impulso, se metió dos en el bolsillo… sólo por si la cena resultaba ser más de diseño que alimenticia. Para cuando bajó con la caja de herramientas a la galería del humo, estaba anocheciendo. La puerta seguía abierta, así que entró. Un murciélago cruzó volando y desapareció entre las sombras. Britney se estremeció, aliviada porque sólo le llevaría un minuto mirar los colores del escudo de armas de su cliente. Fue hasta la chimenea. La repisa era demasiado alta como para ver dónde estaba el nombre de Owen con aquella oscuridad. Sacó una linterna del bolsillo y recorrió los paneles buscando su nombre. La mancha de luz pronto l
Capítulo siete. Cambio de planes. Veinte minutos de frenética búsqueda después, Britney estaba desesperada por una visión de Owen completamente vestido. No era capaz de encontrar el comedor. Casualmente escuchó el crujido de la tarima en un pasaje lejano y corrió hacia allí. Con el rostro enrojecido y jadeando, atisbo una figura justo en el momento en que desaparecía tras una esquina. —¡Perdone! Estoy buscando el comedor. En el silencio que siguió, Britney tuvo la terrorífica visión de que deambulaba por los pasillos el resto de su vida mientras moría de hambre lentamente… Entonces sintió un gran alivio cuando un joven mayordomo respondió a su llamada. —No encontrará ninguno por aquí, señorita Nichols — la miró el empleado desconcertado —. En cualquier caso, ¿se refiere al comedor de verano o al de invierno? Britney casi gritó de frustración, pero no era culpa del muchacho que se hubiera perdido. —Quiero ir donde el señor Stratos está desayunando — dijo ella con un tono to
8.¿Por qué me mira así? Britney trabajó en la galería del humo toda la mañana. Mientras estaba allí le llevaron un plano de la villa acompañado de la petición de Owen de que estuviera a mediodía en la puerta principal. Una expresiva nota manuscrita acompañaba el mensaje: Para que encuentre el camino. Una sola palabra Stratos como firma. Decidida a no llegar tarde por segunda vez, programó la alarma del móvil. La enorme casa estaba en silencio mientras se dirigía a su cita. Su habitación estaba luminosa y llena de sol, pero una brisa fresca corría por las salas de mármol y los pasillos de madera de la villa. Britney pensó que haría falta un pequeño ejército para mantener todo aquello limpio. Había conocido a muchos de ellos y le habían gustado. Faltaba exactamente un minuto para las doce cuando Britney llegó a la puerta principal. No tuvo oportunidad de probar su fuerza con el enorme picaporte de hierro. Un mayordomo llegó según ponía la mano y abrió la puerta para ella. Sintió el o
Capítulo nueve. Controlador y manipulador —¿Por qué me mira así? No habrá cambiado de opinión, ¿verdad? — preguntó Owen sirviendo dos vasos de agua. —Me preguntaba por qué hay tan pocas opciones vegetarianas en el menú. —¿Por qué? Usted no es vegetariana. La forma en que había desestimado su pregunta, molestó a Britney. Era como su madre, ni siquiera contemplaba la posibilidad de tener en cuenta los sentimientos de los demás. —¿Cómo lo sabe? — dijo, pero inmediatamente se arrepintió. Esa opción no se contemplaba en su mundo. Todo era alta cocina y buenos vinos. Por eso debía de haber sido por lo que Cosmos le había dado la opción de pedir una pizza la noche anterior. El servicio de la villa seguramente pensaría que no conocía otra cosa. Owen dejó de reírse y la miró. Era una mujer extraña que le devolvía las preguntas, pero decidió tomarlo como algo positivo. Al menos tenía carácter. Eso haría todo más fácil cuando llegara el momento de ahogar cualquier ambición romántica que t
Capítulo diez. La mujer equivocada. Owen podía haber planteado aquella pregunta como una broma, pero al ver la expresión de Britney, dejó de reírse. Durante un larguísimo segundo los dos se miraron. Definitivamente había algo oculto detrás de la mirada de Owen y un súbito impulso recorrió a Britney q hizo que deseara tocarlo. Resistió. Britney estaba empezando a aprender que con ese hombre era mejor dejar algunas cosas sin hablar. Britney siempre trataba de no repetir los errores. A la mañana siguiente apareció en el comedor de verano antes de las seis. Owen ya estaba sentado a la cabecera de la mesa vestido con un traje oscuro y una camisa azul claro y absorbido por la lectura de las páginas de negocios del periódico ateniense. Cuando los tacones de sus sandalias sonaron contra el suelo, bajó el periódico. —Buenos días, señorita Nichols — él la miró mientra ella se sentaba en la mesa de veinte plazas. Britney se sintió obligada a decir algo. —Gracias por invitarme a desayuna