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Dana

El sol que atravesaba la cortina me despertó. Peter me estaba abrazando por lo cual lo primero que vi fue su hermoso rostro.

El cabello le apuntaba a todos lados, sus labios estaban entre abiertos, su aliento rebotaba en mi rostro. Desde donde estaba, podía ver a la perfección su cicatriz en el mentón de cuando era tan solo un niño.

Estaba enamorada es obvio, Peter solo existía y yo estaba allí: a sus pies.

Íbamos a tener un bebé y teníamos una hermosa hija.

Nuestras vidas estaban mejor nunca.

Mina cada día más era más inteligente hasta la había escuchado decir palabras como: estetoscopio, dama, caballero. Entre otras.

Estaba segura que cuando nuestra otra hija naciera se iba a llevar a la perfección con Mina. Hasta podía verlas a futuro saliendo y conociendo nuevas personas juntas.

Unos toques en la puerta me sacaron de mis pensamientos: era obvio que Mina ya se había despertado, pero con lo respetuosa y modesta que era, no quería pasar sin antes avisar.

—Sí eres mi hija, pued
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