Frederick —Son niñas…Tenías razón, ambas son niñas… —Escuché decir a Leah en un gemido desde algún punto difuso de mi mente. —Por favor…Despierta… No sabía de dónde provenía su voz, no estaba seguro de si se trataba de un sueño o si realmente aquello estaba ocurriendo. De lo único que estaba seguro era que tenía la sensación de que mi cuerpo junto con todo lo que lo rodeaba, estaba siendo despedazado. Alguien más hablaba aunque los sonidos se fueron esfumando bajo un zumbido intenso que necesitaba con urgencia que cesara. De pronto fui consciente de que mi garganta estaba seca y áspera, justo cuando el olor a alcohol mezclándose con el desinfectante me llegó a oleadas. Solo entonces comencé a caer en la cuenta de que no estaba en casa. Intenté incorporarme aunque ni siquiera podía moverme, ni mucho menos abrir los ojos. —¡Debía despertar hace hora! —Chilló. —¿Cuándo demonios va a despertar? —La escuché gemir nuevamente y comencé a desesperarme. Quería decirle que si había desper
Frederick Me removí incomodo en la cama cuando Leah me acomodó la almohada con cuidado de no tocar el cuello ortopédico. Me explicaron que estaría en observación tres días más luego de la cirugía que le realizarían a mis piernas. Porque el maldito cretino que me arrolló, me había roto ambas piernas. Luego podría ir finalmente a casa con mi familia, aunque debería ir a rehabilitación dos veces por semana. Sin embargo, la doctora Johansson me aseguró que en algunos meses podría caminar. Iba a hacer lo que fuera necesario para recuperarme pronto o no estaría a tiempo para acompañar a mi esposa al curso pre parto, además esperaba poder cuidarla y no que fuese al revés. Pronto su vientre comenzaría a crecer, por lo que no quería convertirme en una carga. Ella ahuecó mis mejillas y me dio un beso profundo, suave, tembloroso, podría acostumbrarme a los cuidados siempre que fuesen tan efusivos como ese. Sonreí cuando se separó y noté que tenía el ceño fruncido. —¿Estás bien? —Le pregunté
Leah Cinco meses despuésMe miré en el enorme espejo del vestidor de la nueva casa. Ni siquiera sabía porque había elegido un espejo tan grande, ahora me podía ver en todo mi esplendor, enorme. Nada me entraba, nada. Me había pasado horas dando vueltas en bata después del baño, que aparentemente era lo único que me quedaba bien. Quizás podría ir al curso con una camiseta de Frederick y bata. No me parecía una idea tan descabellada. Mi esposo abrió la puerta de la habitación con una sonrisa en los labios, como siempre estaba radiante. Luego del accidente había realizado grandes cambios, no solo era quien sostenía prácticamente todo, nos daba ánimos, era alguien mucho más optimista, y alegre, tal como si hubiese renacido. Todos estaban sorprendidos, la rehabilitación fue todo un éxito y antes de cumplir los tres meses asistiendo ya podía caminar con la ayuda de un bastón ortopédico. No podía estar más orgullosa de él, me ayudaba con los últimos detalles de la decoración de la casa, l
Frederick Le tapé los ojos mientras la guiaba hasta el cuarto de las niñas. Habíamos trabajado como un grupo de agentes secretos durante días para tener listo el cuarto de las niñas, se convirtió en una especie de proyecto familiar del cual estábamos orgullosos. —Solo unos cuantos pasos más. —Le dije cuando atravesamos el pasillo. —Pronto estaremos en el lugar de la sorpresa. —Ella sonreía, porque tenía ligeras sospechas, ya que le había prohibido entrar en la habitación durante la última semana. Leah comenzó a sacudirse, intentado ver algo, pero se lo impedí. —¿Debería tener miedo? —Sí, absolutamente sí. —Le dije al tiempo que abría la puerta del cuarto de las niñas.Dentro estaban Emma y los niños. Mi hermana finalmente se había mudado con nosotros porque para ser sinceros pasaba la mayor parte de su semana en casa. Además Williams estaba conociendo a alguien y en ocasiones era bastante incómodo para ella estar en el ático que alquilaron luego de la detención de mi madre. Ento
Frederick No podía moverme, las piernas me temblaban y tenía el estómago revuelto. Cada varios segundos se me nublaba la vista y todo me daba vueltas. Nunca en mi vida había estado tan asustado. —¿Frederick? —Emma sacudió la mano frente a mí para sacarme del trance en el que me encontraba. —Debemos irnos porque Leah ya salió del baño y está casi lista. —Llevaba el bolso de maternidad rosa colgando del hombro. Parpadee varias veces, ¿cómo había pasado tan rápido el tiempo? Realmente quería entrar en acción, aunque el miedo me tenía completamente paralizado. Williams entró por la puerta de la habitación con el bolso de maternidad lila que teníamos preparado para una de las bebés, bastante molesto. —Hans, nos está esperando. ¿Pueden decirme que rayos ocurre? —Preguntó señalando su reloj como para darnos a entender que el tiempo corría. —Sé que eres parte de esto, hermano, pero tú no vas a tener que traer al mundo a esos dos bebés. No puedes hacerte rogar. Tragué saliva, tenía la g
Leah Mientras Frederick terminaba el papeleo me llevaron a una habitación y le negaron la entrada a todos los que fueran mi esposo. Me sentí aliviada por eso porque a pesar de conocer sus buenas intenciones. Me estaban volviendo loca. Todos parecían tener una opinión. Mamá me sugería que caminase y Catriona que me sentase, así pronto comenzó una guerra entre los dos bandos que disputaban las riendas del trabajo de parto. Finalmente una de las enfermeras, desalojo la habitación y no pude sentirme más aliviada. Luego de colocarme la bata comencé a caminar por la habitación, colocándome en cuclillas cuando las contracciones me lo permitían para que la gravedad ayudase al descenso de las gemelas, que cada vez estaban más ansiosas por conocer a su familia. El dolor que se me había instalado desde hacía un par de horas, era cada vez más intenso, la espalda me estaba matando, sentía que iba a ser destrozada cuando sacaran a las niñas. Ya era muy tarde para una cesaría. Y la epidural, buen
Leah Me desperté a las cuatro de la mañana con los pechos rebosantes de leche. Estaba segura de que pronto aparecería por la puerta Frederick con una de las dos niñas, ya que no estaba a mi lado. La última vez que habían comido fue a la una de la mañana. Mi esposo estuvo con ellas en su cuarto, me llevó a Olivia primero para ayudarme a colocar el cojín para lactar. Puso a Oliv contra el pecho en la posición de pelota de rugby y la sostuve con mi brazo, luego repetimos el proceso con Sophi que buscó el pezón desesperadamente, como si hiciese semanas que no comía. Desde que llegamos a casa hacia tres días teníamos la misma rutina. Él se quedaba en vela casi toda la noche y dormía un poco cuando lo reemplazaba Emma, mamá o Catriona por la mañana. Pronto necesitaríamos conseguir un poco de ayuda externa, pero aún no lo pensábamos seriamente. Frederick se quedó sentado en un sofá junto a la cama mirando cómo les daba de mamar, extasiado, sin apartar la vista de nosotras, hasta que Oliv
FrederickSe llenó de zombis en la pantalla dividida mientras Eloise y Sheldon disparaban desde un cañón lanza guisantes, bueno ellos me habían dicho que así se llamaba.A nuestro alrededor la sala de juegos del centro comercial era un completo caos de niños jugando. Había decidido salir a dar una vuelta con los trillizos para que Leah descansara un poco, ya habían pasado más tres meses desde el nacimiento de las gemelas y sabía que necesitaba un respiro, tanto como yo un momento a solas con ella, aunque aún no me atrevía a pedírselo.No estaba seguro de cómo funcionaba aquello de volver a la normalidad después de tener un bebé, o en este caso dos. Luego le escribiría a mi amigo de pre parto para que me echase un cable, sabía que el puerperio ya había cesado. Aunque ella no dijo nada a pesar de que ya había pasado un mes de eso. Tampoco lo mencioné porque no quería parecer ansioso. Aunque lo estaba y mucho.—¡Soy muy buena en esto! —Gritó Eloise, saltando y bailando. —¡Te gané! ¿Qué e