No podría decirse, en el estricto sentido de la palabra, que Jared Cavalier hubiera sufrido en el pasado, alguna herida grave de rechazo. Había sido un hijo deseado –el último de su familia–, el único hombre entre cinco hermanas y la adoración de estas y sus padres.
A todo esto, habría que añadir que su físico espectacular ocasionó casi siempre, que las chicas se pusieran a su merced, sin apenas proponérselo. Y, bueno, decir que esta tendencia se potenció tras su entrada a The Boyz in the Band, sería una completa obviedad.
Pero decimos casi siempre, no por modestia, sino porque hubo una muchacha que supo resistirse a sus encantos en el pasado, sin la cual esta historia no podría entenderse en su totalidad.
Hablamos de la historia del Goodboy, que necesariamente va ligada a la historia de su banda.
Supongamos que Ali Mi
Lamentamos informar que, aquella tan mentada noche del afterparty de los American Music Awards, Jared Cavalier no llegó a cruzar palabra con Ali Milá. Al menos, no en el estricto sentido de la palabra. –Por el bien de tu autoestima bro –era Kaoh quien le hablaba en ese momento, porque se lo encontró a él a escasos metros de la piscina–, te sugiero que abortes la misión, man. La chica es más inalcanzable que Elena de Troya. De lo que no tenía idea Kaoh era que el Goodboy se había tomado ya, para entonces, no uno, ni dos, sino tres double vodkas. Y eso, señoras y señores, hacía una diferencia. –Yo soy Jared Cavalier, el fucking leadsinger de The Boyz in the Band, damn it! –su voz comenzaba a quebrarse un poco cuando lo dijo–. Ali Milá no me va a decir que no esta noche, ni ninguna otra. –Nadie dice lo contrario, bro –respon
Lo dicho. El día siguiente llegó para Jared Cavalier y sus hambres atrasadas de Ali Milá. La cita se había pactado en la noche. Y en la casa de ella, en las colinas de Los Ángeles y a solo unos escasos metros de donde se encontraban la noche anterior. Jared durmió la mona en su cuarto de hotel, desordenado como era, en medio de la mitad de los outfits que utilizaría para los conciertos siguientes. Al siguiente día, se probaría de todo: nada lo convencería. Le pidió prestada ropa a Niko y este se la dio a regañadientes. –No me la vayas a desgraciar, ¿quieres? –le dijo al Goodboy, mientras le acercaba una chaqueta de Pierre Cardin que le quedaba mejor a Jared que a él (y Niko lo sabía)–. Y si lo haces, tendrás que pagármela. Demasiado tarde para hacer ese tipo de advertencias. El Emperador transpiraba como si se hubiese metido a un baño turco, nervioso como el que más, por lo que le deparaba la noche. Al principio, quiso no tomársela personal. Era solo una invitación a la casa de Al
Cómo destruir la autoestima de un popstar en cinco sencillos pasos Fecha de la entrada: 31 de enero de… (hace 30 años) Por Jimmy de Jail, para la Revista Pop-e-tears Si no lo veía, no lo creía. Pero, a veces, los astros se alinean para permitirme atestiguar la caída a tierra de una estrella fugaz (nunca mejor dicho). ¿Adivinen de quién se trata esta vez? De Jared Cavalier, que, solamente para recalcarlo como se debe –por si acaso existe algún ser humano que acabara de despertar del coma luego de treinta años– se trata del vocalista de la infame banda de niñatos bonitos The Boyz in the Band. Pues resulta que la noche de ayer coincidimos en la casa de mi queridísima bestie Ali Milá, nos reunimos con Fredo Touch (leadsinger de The Clusters) y con su concubina Lui-Mai-Tse (que no sé de dónde salió, en realidad, pero se le agradece), a co
Se acercaba la Navidad. Las filmaciones de la primera temporada llegaron a su fin. Marcel se hallaba de vacaciones de invierno en Aspen, con sus compañeros de equipo. Rossie decidió no acompañarlo. Quiso armarse de valor para pasar sus primeras navidades sola. Había tenido que pasar por mucho durante varias semanas: el hombre que amaba, el Goodboy, comenzaba a develar sus secretos, uno a uno y sin querer. Había descubierto a su amante más longeva de la forma más cruel, y hace un par de semanas se había sentado junto a ella para escuchar las razones de su primer desprecio. De existir un Premio Internacional al Estoicismo, con seguridad ella se lo habría ganado. Pero nadie premia a las personas que aguantan en silencio y con una sonrisa en los labios. Así que Rossie se dio, por primera vez en mucho tiempo, el permiso de llorar, a moco tendido, en su pequeño cuarto de su gran hotel, en completa soledad y en la época más peligrosa del año para los depresivos sol
Jared Cavalier tuvo cuidado de bajar hasta el quinto piso por las escaleras de emergencia. Esto le daría tiempo de pensar en la estupidez que estaba a punto de hacer. Amaba a Rossie, claro, estaba loco por ella (en palabras de él), pero había algo que se interponía entre los dos, desde hace rato. Él sabía qué, pero no se atrevía a verbalizarlo. «Si algún día fuimos felices», se consolaba en silencio, «con seguridad esta vez también». Rossie Regiés actuó mucho menos resuelta. Su cabello estaba desaliñado, no se había bañado en ese día y digamos que los efectos de su sesión depilatoria mensual se hallaban… ¿cómo decirlo?, debilitados. No era un buen momento para encontrarse con el Goodboy. Necesitaba acicalarse. Y, no nos engañemos, nadie quiere desnudarse para afeitarse las piernas o el bikini a menos tres grados bajo cero, por más calefacción que hubiera. Pero Rossie lo hizo. Acababa de quitarse la ropa y colocarse su salida de baño corporati
A Rossie no le extrañó no volver a encontrar a Jared por la mañana. Habían tenido una difícil conversación de almohada la noche anterior. –¿Sigues queriéndome ahora que sabes tanto de mí? –le había preguntado el Goodboy (y no debió hacerlo), mientras se dejaba acariciar la cabeza por Rossie. –Mis sentimientos no son tan volátiles como los tuyos, querido –Rossie tenía a Jared recostado sobre su pecho, así pasó él la noche con ella. –Pero, me amas, ¿verdad? –insistió él. –Hoy, menos que ayer. Creo que eso fue todo. Al menos, así lo comprendió él. Con suerte, Rossana acabaría por tratarlo con indiferencia, cuando no con odio. Y no había nada que pudiera hacer al respecto. –En cuanto solucione mi problema con Adalyn, Rossie –dijo el Goodboy–, te juro que te llevaré de aquí muy lejos. Y nos casaremos en Maldivas, o algo así. Rossie se había quedado en silencio ante la descabellad
Ni Jared ni Rossie habían pisado las Islas Galápagos desde el triste episodio de Jared abandonando a Ro sola en la isla. De hecho, ambos se habían hecho la promesa –bastante vana y poco creíble– de no regresar nunca más al escenario principal de sus respectivas derrotas.Pero, como a los planes de ambos se los llevaba el diablo, pues ahí se encontraban, de camino –en una lancha–, hacia el por tercera vez renovado GoodGirl, el yate que Jared Cavalier se había negado con rotundidad a vender, pese a que le costaba un ojo de la cara mantenerlo encallado en cualquiera de los puertos del mundo en el que se encontrara en aquel momento.Se trataba, quizás, de la única posesión material realmente costosa que llegó a ocultarle a Adalyn, durante tantos años.Aunque Jared nunca supo, en realidad, si había tenido éxito en aquel intento.–Bienvenida, pequeña –el Goodboy desembarcó primero, se estiró después y elevó a su Rossie como a una pluma hasta la cubierta del yate–. Espero que esta vez sea l
–Y, ahora, ¿cuál es el problema? Rossana Regiés volvió a experimentar el pasado, en cuanto vio la cara de acontecimiento del Goodboy, luego de colgar el teléfono. –Adalyn –respondió él, en seco. –Todo se resume en Adalyn –dijo Ro. Jared quiso aproximarse a ella para abrazarla, pero Rossie dio, inconscientemente, un paso atrás. –Necesito regresar hoy en la madrugada. –Si haces eso, otra vez –amenazó Rossie–, no habrá un siguiente día para nosotros. –Pero Bobby necesita mi firma. –Nada que no pueda esperar hasta el día siguiente –protestó Ro–. Jared, por lo que más quieras, ¡no puedes hacerme esto por tercera vez! Pero, lo que no sabía Rossie, es que se trataban de circunstancias que siempre estuvieron fuera de su control. Del de ella, del de Jared, del de todos. Incluso del de Adalyn. –Podría perderlo todo, si no respondo ahora –dijo El Emperador–. Y tú no tienes la más mínima idea de cu