Toby: Bueno, guys, supongo que ahora sí estamos obligados a arrasar en los Emmy, ¿no creen?
Rossie: Lo siento tanto, Tob, en serio. Ya hablé con Marcel sobre esto. No volverá a pasar.
Ricky Fernández: No te disculpes, Ro. El muchacho hizo lo que debía. Nadie de aquí lo está culpando.
Toby: Y además, solo ayudó a elevar el hype para la serie. Por mí, que vocifere lo que quiera y cuando quiera. No tengo ningún problema con eso.
Jared: Oye, Rick, creo que sería conveniente que Marcel contara con un asesor o asesora a partir de ahora. Tú sabes, para evitar cualquier futura metida de pata.
Ricky Fernández: Ya lo tengo previsto, bro. Descuida, mi asistente está en ello.
Rossie: Preferiría que fuera hombre, este… tú sabes, para que no se distraiga.
Ricky Fernández: Tranqui,
Extracto de la conversación de WhatsApp sostenida entre Jared Cavalier y Rossana Regiés, la noche del 3 de diciembre, desde las 22h13 hasta las 00h32 del 4 de diciembreJared: Larga vida a la restituida showrunner de The Boyz in the Band (la serie)!!!Rossie: *Título en progreso ;)Qué??? Ya despidieron a ese tal Pablo Piteterre o como se llame???Jared: Pablo Pillare… bueno, más o menos…Rossie: ???Jared: Digamos que se despidió solo… junto con el resto de inversionistas :vRossie: WTF!!!Jared: Pero… relax… que ya todo está arreglado ;)Rossie: Cómo??? Así nomás???Jared: Bueno… no tanto “así nomás”, pero igual. Adivina quiénes serán tus nuevos jefes???Rossie: Como si nunca lo hubieran sido… :/Jared: Touché… solo que ahora nuestro poder no será solo simbólico, sino también económico $$$Rossie: No me digas que…Jared: Exacto!!!Rossie: Mierda…Jared: Lo sé, querida… no te estreses. Mientras yo esté ahí, nadie se meterá contigoRossie: ¿Ni siquiera tú?Jared: En especial yo :)
Unas horas antes de la conversación por Whatsapp entre Jared y RossieKaoh fue el primero de los Boyz ausentes a la reunión que llegó al Libery Hall, aquel decisivo lunes 3 de diciembre. Parecía recién salido de la cama y ni siquiera se había afeitado, aunque fueran las seis de la tarde.–Bien –llegó al auditorio y extendió los brazos a medias, con las palmas hacia arriba, y mirando indistintamente a los lados. Se trataba del particular gesto histriónico que empleaba cada vez que se presentaba un problema–. ¿Para qué soy bueno?Justo detrás de él llegó Niko, acicalado como si lo hubieran pillado a punto de salir a una cena. Pero no era de sorprenderse, The Quietboy jamás había descuidado su atractiva apariencia, desde el día en que se enteró de que era poseedor de una.–M&a
Oficialmente, Rossana Regiés se había convertido, por uno de esos extraños giros del destino, en la showrunner oficial de la serie biográfica-musical más esperada de la década –al menos, por sus fans más acérrimas–. Ahora se encontraba aterrada y dispuesta a dar todo de sí, hasta la hora que fuera, en parte, porque la ansiedad y la presión de escribir un guion digno de un Emmy le había provocado un insomnio imposible de paliar desde hacía varios días.–Me voy a trabajar al Libery Hall –le había mensajeado Rossie a su hijo Marcel, aquella mañana del sábado, 8 de diciembre. Estaba cansada ya de haber procrastinado durante siete días desde que Jared Cavalier le diera la “buena noticia” de su nombramiento intempestivo–. No me puedo concentrar en este cuarto de hotel.–No trabajes mucho, mamá &
A Rossie Regiés se le revolvió el estómago, no era buena idea tomar chocolate luego de un disgusto, pero lo hizo, no sin lamentarlo poco después. Para compensar, se bebió un litro y medio de agua corriente. Eso hizo que los síntomas de un incipiente colerín se detuvieran, pero, en general, no mejoró su ánimo. Se encontraba furiosa, y no era para menos. Una semana antes, se había convertido en la productora ejecutiva de la serie de The Boyz in the Band. Eso la convertía en la jefa, en aquella persona responsable creativa de todo aquello que concernía a la serie, y eso incluía las actividades extralaborales de los involucrados. O, al menos, eso era lo que pensaba. La habían ninguneado por enésima vez, pasado su autoridad por encima, para organizar un convivio en el que ella nunca estuvo invitada. «¿Por qué», se preguntaba Ro. «¿Qué hice mal para que nadie me quiera ahí?». No era el tipo de cuestionamientos que una mente neurótic
Jared Cavalier y Rossana Regiés celebraron aquella noche. Cada uno tomó, en total, media botella de vino. Conversaron sobre Marcel, sobre la biopic y sobre los muchachos. Aunque evitaron, a toda costa, recordar los hechos del pasado. Incluso los buenos recuerdos que les quedaba de este, y que eran muchos. –¡Dios Santo! –dijo Rossie, y su voz parecía arrastrarse por las ventanas–. Estoy un poco borracha. –Qué curioso que lo digas –el Goodboy la tomó del rostro para examinarla–. Es la primera vez que te veo así. Jared revisó la cara de Rossie, de nariz y mejillas sonrojadas por el Merlot, lo que le daba un aire de niña pequeña que no se esperaba de una mujer de su edad. Y le gustaba. –Rossie –le dijo, sin soltar, ni por un segundo, sus manos del rostro de su amada, que veía hacia abajo, con gesto adormecido–. Dame una oportunidad. No te pido más, solo una. A Ro aquellas palabras se le hicieron conocidas. Ya las había esc
Se suponía que nadie, más que el guardia, debería pasear por los pasillos del Libery Hall a las siete de la mañana de un domingo invernal. Pero las suposiciones no son más que pensamientos irracionales frente a los hechos. Aquel que los descubrió profundamente dormidos en el sofá de la sala de espera de la oficina de Rossie, los miró fijamente durante un buen rato, antes de sacar su teléfono celular, silenciarlo, y tomar las suficientes fotos en los suficientes ángulos como para comprometer a la no-pareja por lo que quedaba de la producción de la serie. Luego, con el mismo sigilo con el que se aproximó hacia ellos, y luego de haber cumplido con un objetivo diferente al que había convocado su visita a la oficina de Rossie, se retiró despacio, y bajó por las escaleras sin hacer ruido, como correspondía a las acciones que, en un momento más, tenía pensado hacer. Rossie fue la primera en despertar. La sala de espera tenía, no una ventana, pero sí un tragaluz, lo
Los pasos de Marcel Regiés ya se habían vuelto demasiado reconocibles para su madre, cada vez que se aproximaba a su oficina en el Libery Hall. Esta vez, tampoco fue la excepción. Marcel llegó casi jadeando a la sala de espera del cuarto piso, con su celular en mano, como si este le guiara hacia un tesoro escondido o algo así. –¿Se puede saber qué está pasando aquí? –parecía que esa frasecita se había convertido, para él, en una especie de mantra, toda vez que de preguntarse por sus padres se trataba. –Pues, lo que ves –le dijo Jared, aunque no se sintió, ni por un segundo, obligado a responderle–. Alguien nos quiere bastante jodidos. –No me digan que pasaron la noche aquí –fue la respuesta refleja del pequeño Goodboy, y se arrepintió de inmediato de formularla–. Y no, no quiero saber la respuesta. Nadie iba a responderla, en cualquier caso. –Me sorprende que Adalyn no me haya citado en la corte, todavía –dijo Jared–. Pero con
No le sorprendió a Rossie que Jared Cavalier no amaneciera junto a ella. Era lunes, después de todo, y se hacía indispensable ir a trabajar. Ya no se sentía tan enferma, su cuerpo estaba hidratado y las horas de sueño repararon su precaria condición física. A las seis de la mañana, las cosas ya no se veían tan negras como hace veinticuatro horas. Rossie tomó un baño caliente, en la ducha primero y en la tina después. Usó sales de baño exclusivas del Park South mientras se daba masajes en las sienes para quitar los restos de una jaqueca que no acababa de ceder. Se vistió con ropa favorecedora y decidió desayunar en el café del frente del hotel, quiso creer que se trataba de una decisión aleatoria. La verdad es que su inconsciente evitaba a toda costa encontrarse con Jared. Lo que no era otra cosa que un pensamiento irracional, porque, de todas formas, tendría que hacerlo más tarde que temprano. Procrastinó como una hora en el café y las redes sociales, para evitar acudir al lugar in