Extracto de la segunda entrevista realizada a Jared Cavalier, lead singer de The Boyz in the Band (1984-presente)
Fecha de la entrevista: miércoles, 3 de julio del año en curso.
R.R.: Rossana Regiés
J.C.: Jared Cavalier
R.R. Bien, Jared. Hasta ahora Adalyn y tú me han hablado, cada uno desde su punto de vista, sobre las circunstancias de su primer encuentro y sus iniciales años de amistad. También sobre las razones que te llevaron a elegirla a ella como la madre de tus hijos, en lugar de a mí. Me gustaría saber –y esto lo digo en serio, y no en el papel de investigadora–, ¿por qué lo decidiste tan pronto?
J.C. Lo sé, Rossie. Sé que acababa de separarme de ti. Sé que dolía mucho tu ausencia, todavía, cuando decidí poner mis ojos en Adalyn. No fue justo para ninguna
Hacer memoria no es fácil, considerando que me quedé en shock la primera vez que lo escuché, de boca de El Emperador. Sé que no me corresponde parafrasear un acuerdo legal, pero no tengo más remedio que hacerlo, ya que Jared se rehúsa a hablarme de él en profundidad y con más detalle. No se diga mostrármelo. En fin. Esto es lo que sé. Entiendo que, antes de recibir la noticia de mi embarazo, Jared ya había planeado esto con Bob Thorton. Sé por qué lo hizo. Jared me lo dijo. Con el fin de proteger su carrera. Ahora que lo pienso, tiene sentido. Veamos. Mientras Adalyn era la novia escondida de Jared, este no tenía ningún problema para controlarla. La cosa se complicó cuando se casaron. No, cuando se casaron y Jared no tuvo más remedio que gritarlo a los cuatro vientos. Sé que el mostrar sus mellizos a los medios fue una estrategia de marketing creada por Ricky Fernández y Adalyn para forzar a Jared a hacer público su matrimonio. Eso me lo dijo él. Sé que también Jared aceptó part
Es el sábado, 6 de julio del año en curso. Rossie Regiés no ha podido dormir en paz durante días. Se despierta a menudo en la madrugada, quizás a las tres o cuatro de la mañana. Rumia sus pensamientos por una o dos horas y, para cuando se ha hartado de ellos, se levanta a tomar una ducha, a hacer la misma práctica de yoga para principiantes que ha seguido en YouTube durante ocho años y que nunca le ha permitido perfeccionar sus habilidades ni su flexibilidad. Espera hasta las ocho, cuando abren el buffet y come ahí, despacio, un desayuno más bien austero, en comparación con la cantidad enorme de comida disponible en el menú del Park South Restaurant. Sale enseguida a caminar, en dirección al Libery Hall y, ya ahí, se asegura primero de que nadie esté ocupando el piso cuatro. Cuando su entorno se halla silencioso es cuando mejor le fluyen las palabras. Hoy es un día de escritura. Hoy deberá ingeniárselas para transcribir, en forma de historia, una de las tantas anécdotas que Adalyn
Pues resulta que, aquella mañana de 2015, en la que una furiosa Adalyn ponía en cintura a sus desordenados mellizos, Jared Cavalier se encontraba muy campante en su cuarto de estudio por una razón; y esta era alejarse de su familia lo más que pudiera y tener un poco de tranquilidad para varias cosas (bueno, esas son dos razones). Una de aquellas cosas incluía faltar a sus tratos con Adalyn de palabra y por escrito.Sí, sobre todo, por eso último.Reclinado sobre su sillón de cuero-virado-gris-ergonómico-multifunción, Jared, aislado de sus súbditos (Adalyn, Nathan, Nathie y Rosco, su perro) a través de sus cascos especiales para neutralizar sonido ambiental, se dispuso a dar inicio a una de sus inesperadas y caprichosas entradas dramáticas a un live de Instagram.Solía tener a las GoodGirlz en vilo, esperando a que su majestad, El Emperador
Decíamos que Adalyn ingresó como la ráfaga que era dentro del estudio de Jared Cavalier, a sabiendas de que este, cuando se hallaba dentro, había dispuesto expresamente no ser molestado.Más les hubiera valido a ambos que ella nunca lo hubiera hecho.–Jared!, what the fuck! –esta vez, le tocó a ella soltar la maldición de turno. O, mejor dicho, le tocó a él recibirla.Jared Cavalier saltó del asiento como si fuera una semilla de palomita de maíz al contacto con el aceite hirviendo. Y no era para menos: su esposa lo había encontrado infraganti.Esto es, con los pantalones abajo y con sus manos ocupadas. Bueno, la izquierda, para ser exactos.Ah… y no se hallaba solo. Lo primero hubiera sido solamente vergonzoso. Pero, lo segundo no solamente era lo primero, sino también comprometedor.Sobre todo, muy, pero muy comprometedor.<
Es difícil describir lo que a Rossana Regiés se le pasaba por la cabeza mientras escribía el capítulo de la historia de Jared y Adalyn Cavalier que acababa de narrar. Pero, para cuando puso punto final al texto, sus dedos se encontraban acalambrados y comenzaba a sentir palpitaciones. –Estoy jodida –se dijo, en voz alta, mientras sus codos, apoyados en el escritorio de su oficina, sostenían a sus brazos y manos que cubrían, a su vez, su rostro entristecido–. Estoy perdidamente enamorada de un completo canalla. Pero, ¡vamos Rossie!, que no es que hayas descubierto América por teléfono, ¿o sí? Hace ya varios meses que Ro había pillado la verdadera personalidad del Goodboy (nunca peor dicho). Además, supongo que habría tenido, también, una pista certera de su carácter, el día en que se enteró que se había acostado con ella estando casado y con mellizos en camino. Sin embargo, parecería que recién, luego de haber concluido la escritura de aquel episodio, fue que Rossana Regiés recién
Jared Cavalier no se hallaba solo aquella noche. Pero, no sean malpensados. Su compañía no era una mujer, precisamente, sino Toby Dammer. Aunque eso, como se verá en unos cuantos capítulos, tampoco era garantía de nada. –Y, ¿qué podemos hacer al respecto, bro? –le decía Jared a su amigo–. La mujer es libre de hacer lo que se le dé la gana. No teníamos idea, por entonces, de a qué mujer, exactamente, se referían. –Pero los muchachos, no –respondió Tob–. Y tenemos derecho a veto. Jared miraba constantemente su celular, en busca de la hora. No sabía muy bien por qué, exactamente, pero había desarrollado ese mal hábito desde que Ro se marchó de su casa. –¿Esperas algún mensaje, bro? –le dijo Tob, extrañado. Jared no solía portarse tan descortés. –Tal vez –dijo el Goodboy, avergonzado. Y, en seguida puso su celular boca abajo sobre la mesa, como correspondía a un tipo con algo de modales. –Entonces –continuó Tob–. ¿Negamos la petición? –Hay que ver que esa Olivia es una reverenda
Jared quiso caminar con prisa por las enormes manzanas que separaban la cafetería de su departamento en la Octava Avenida. Luego se percató de que no quería llegar transpirado al encuentro con su amada. Así que bajó la velocidad, y paseó, como un transeúnte más, por las calles de Manhattan, con las manos en los bolsillos, como si no se atrasara a ninguna parte. Pero, en su interior, se maldecía a sí mismo por no haber tomado un maldito taxi. Cuando llegó al edificio, preguntó al encargado de recepción si Rossie todavía seguía ahí. Este le dijo que claro, que por supuesto, que no se había marchado. O, al menos, no dentro de su guardia. No debió decir esa última frase, porque disparó las neurosis del Goodboy. Jared rogó porque el elevador se abriera pronto, subiera al doble de velocidad normal y abriera su par de portezuelas en el piso veinte, de una buena y m*****a vez. Salió de ahí casi empujando la puerta, pero, ya frente a su departamento, una fuerza exterior a él lo detuvo. No
Seamos sinceros: Rossie nunca esperó aquella reacción de Jared cuando le avisó que esa sería la última vez que harían el amor. Lo cierto es que esperaba, al menos, un poquito de resistencia de su parte. Y no la obtuvo. En lugar de eso, para Rossie, Jared quizás hasta estuvo de acuerdo con su decisión. Y nada pudo descolocar más a Rossana que eso. Le hubiera gustado que El Emperador le rogara, que le prometiera que podría cambiar. Y ella esperaba creerle, sin duda. E, incluso, hasta le habría dado otra oportunidad. Pero nada de esto ocurrió. Y esto descolocó seriamente a nuestra Ro. Tanto, que hasta fue sutilmente expulsada de su propia casa. La casa que, hasta hace pocos días, ella también habitaba. Y aquello la entristeció todavía más. Aquella madrugada regresó a su cuarto de hotel y se desvistió mecánicamente. Se puso su pijama y se acostó a dormir sin siquiera acicalarse. Se acurrucó en las cobijas y, recostada de lado, se mantuvo así hasta el amanecer. Sin mover un pelo ni