Cada paso que daba al lado de Siebog, apenas lo sentía, lo seguía con más agilidad de la que pudo imaginar. El en ocasiones la tomaba de la mano, con instinto protector.Siempre su rostro mantenía una expresión dura, indescifrable, pero tal vez ese lado misterio era uno de sus mayores encantos. Rodó los ojos en otra dirección, no deseaba que el la descubiera mirándolo con tanto interés romántico. Sabía que sus ojos desbordaban más que de deseo cuando lo veía.—Creo que estamos cerca de un río, ya es prudente que te bañes.—Se olfateó, ¿Acaso oleria mal?. Tenia esa inquietud pero no se atrevió a preguntarle.—Lo digo porque estamos lejos de la manada de Feridank.—Sintio algo de vergüenza sin duda noto su incomodidad.—Es justo, llevamos dos días de camino.—Se las habían pasado caminando, por el bosque, por suerte la temperatura agradable la había ayudado con el sudor. A pesar de eso sentía mucha suciedad en su piel, ni hablar de otras partes, donde se habían cuajado los residuos de la p
La aparente calma a veces es peligrosa, luego de Siebog irse de caza, se baño en el río y luego se unto de la esencia que servía para ocultar su olor, por último procedió a vestirse con calma.No solía gustarle esa actividad sangrienta de ver a los animales agonizar, prefería dejarlo ir solo. Ella estaría bien, se sentía tan fuerte, incluso casi invencible.Calzo unas botas que lucían muy bien con su jeans oscuro y salió a recorrer unos metros hacia el interior del bosque, tal vez encontrará alguna fruta silvestre que le perdonara la vida. En el camino solo había visto venenosas. Ya ese conocimiento le venía de antes, de su otra vida, cuando era Alaya. Recorría el bosque a diario, estudiando las plantas en busca de una formula para curar su enfermedad. Sin resultados, la muerte no se podía vencer, aparte de que su pacto de alma había sido por 8 años, ni más ni menos de lo que vivió. Aúnque al haber sido asesinada, alteró el orden natural de su destino. Eso incluía al diablo lobo y el
Ramas con espinas, arañaron su piel, mientras algo la arrastraba, intento zafarse, moviéndose con desesperación. El momento terrorífico no duró mucho. La voz de Siebog fue clara, con entonación estruendosa. No sabía dónde estaba exactamente, solo que no la había abandonado.—¡Cierra los ojos!.—Grito su demonio. De una manera tan enérgica, que todas las aves del bosque volaron en bandadas fugaces. La oscuridad visual a la que obedeció, le siguió un explosivo líquido, que baño su piel ya profanada por la sangre de esos lobos que tenían a Betsy de esclava sexual. —No lo habrás aún, esa sangre te puede dejar ciega. Mi pequeña bruja.—Amaba tenerlo ahí, que la rescatara.—Tampoco hables y si puedes, evita respirar.Sentía algo viscoso arroparla. Siebog la tomo de la mano y la levanto. Luego la cargo, intento seguir al pie de la letra su mandato. Por suerte, el sonido del río se escuchó, luego el agua empezó a limpiarla, con la ayuda de su hermoso demonio. La hizo hundirse varias veces, fr
Antes de que despertara el sol ya estaban en pie, debían seguir avanzando. Siebog tiró tierra y alguna malezas en el lugar donde estaba anteriormente la fogata. Era un método de borrar huellas. No confíaba en su efectividad tomando en cuenta el buen olfato de los hombres lobos.Ella se encargo de vestirse y lavarse un poco el rostro a orillas del río, este se veía menos caudaloso a esa hora del dia, con una corriente timida. Después de esa labor, fue por Betsy, luego de colgarse su mochila en la espalda. Estaba sentada. Igual de perdida que el día anterior. La levantó con cuidado. Está obedeció, parecía una pequeña marioneta oscura. Siebog las esperaba con paciencia. Apenas lo alcanzó y comenzaron a andar. Cuando los rayos de sol cayeron sobre ellos con su tibia luz. Le comenzó a preocupar el semblante de Betsy.—Creo que deberíamos taparla cuando vayamos abordar el tren.—Sus pupilas están muy dilatadas, aparte de que carecían de brillo vital.—Su aspecto ultratumba espantaría a más
No le importaba nada, no contempló las consecuencias de lo que pensaba hacer, seco sus lagrimas. Antes de lanzarse miro hacia atrás. Lo sentía por Betsy pero necesitaba saber si el estaba vivo. Cuando su rostro fue batido por la brisa fresca, vió el horizonte. Cerro los ojos para no sentir vértigo.—¡No te atrevas!.—El impulso fue frenado. Abrió los ojos despacio, para comprobar que no estaba alucinando.La cabeza de Siebog colgaba. Sus manos se sostenían con las fuertes pezuñas que se clavaban en el metal.—¡Mi amor!.—Volvio a llorar. Pero esa vez de felicidad. Se acercó para besarlos en esa posición. Introdujo su lengua en su boca, acaricio su largo cabello rojizo. —Me hace tan feliz que estes vivo, mi amado de demonio. Siebog solo sonrió. Tampoco esperaba que le dijera que la amaba. Con que estuviera completo le bastaba. Amaba ese cuerpo, no lo quería en otro. Se alejo un poco para que el pudiera entrar. Fue una acción rápida. Después de entrar, cerro la puerta. —¿Crees qué hay
El en verdad se había marchado. La ausencia tenía un sabor amargo. No solo en los labios. En el corazón. Su hilo rojo del destino se había cortado. Cerro sus. No tuvo visión del futuro, por lo menos no una donde estuviera Siebog. La cama se volvió su mejor aliada, todo su cuerpo pesaba, paso un mes de agonía encerrada en esas cuatro paredes, anhelando su regreso. No lo hizo.Esa mañana otoñal. De no ser por el llanto de un bebé no se levanta. El chillido era algo reptiliano. Se levantó, abrió con rapidez el armario. Palpo la ropa que yacían distribuida por colores dentro de este. El nerviosismo la atrapó. Los gritos no ayudaban en su concentracion. Tomó el primer vestido que logro ver y se lo puso. Calzo unas pantuflas con diseño de conejo que la hicieron reír. Bruna la hacía una niña en ocasiones.Al salir de la habitación, le tocó correr. Otros pasos retumbaban, aparte de los de ella. No era para menos la escena se estaba viviendo en el sótano. Lo primero en notar fue el rostro de
5 años después.La penitencia para salir del fuego, casi lo destruye. Aún su piel ardía, pero lo prefería a seguir sin Angélica. Por ella acababa de renunciar a todo. Eso incluía parte de su fuerza, su estatus de demonio cupido'. De extra, algunos dedos de sus pies y recuerdos prudentes. Apenas tenía unos centavos en los bolsillos.Nada de eso le importo. Angélica lo tenía secuestrado en su corazón. Las imágenes de ella, de su cuerpo, su calor, todos los gemidos que compartieron seguían circulando en su mente. Más bien no se apartaban de esta. Cuando cruzo una de las avenidas principales para tomar un taxi, pensó estar alucinando, noto algunas vallas con su rostro. Sin duda era ella. Dió varios giros sin precisión, en el descuido choco con algunas personas.—Cuidado grandote.—Dijo una mujer. Su tono lascivo lo remato. Cuando la observo noto que se lamía los labios con descaro.Fue fácil volverla a ignorar. Toda su atención estaba en llegar a casa de Bruna, pero no sabía como, tampoco
Lo sacudió, no solo la inesperada presencia de ella. También su situación vulnerable. Desnudo, mostrándose como una simple mercancía. —Ahora eres un puto.—Más que rabiosa parecía indignada. Su hermosa bruja estaba frente a el, más hermosa, sofisticada. Su golpe no le dolió. Estaba demasiado enfocado en todo su esplendor para darle importancia a un simple toque. —Angélica. Mí bruja.—Intento abrazarla, le dolió cuando está retrocedió unos pasos.—No te alejes de mí. —No quiero abordar los sentimientos. Solo vine a comprobar si mis visiones eran ciertas.—Esta bajo la vista, no pudo disimular el brillo de la lujuria al ver su miembro, aún erecto. —Sigues igual Siebog. No suelo pagar por sexo pero hoy puedo hacer la excepción y fornicar con un puto demonio. —No es lo que parece. Necesitaba dinero para buscarte.—Ella no respondió ante su sinceridad. Solo posó sus dedos sobre los botones delanteros de su vestido beige. Se veía costoso, igual las joyas que adornaban su belleza. El vigor s