Sueños pausados.

Mientras, Zoe sufría por los sentimientos que se mezclaban en su interior, sintiendo terror y emoción a la vez.

Estaba aturdida, y tan sonrojada que las mejillas le ardían.

—Eres tan mía— declaró Isaías con voz tan ronca que a ella le penetró en la mente y no era capaz de procesar esas palabras con cordura.

Isaías quitó el broche que le tenía atado el cabello dejándolo caer como cascada, pasó los dedos con delicadeza por los lados de su pelo y lo alisó.

Ella se enroscó sobre él y se sentó sobre sus muslos. Se le cortó la respiración cuando él le agarró las caderas. Se le subió la falda hasta la cintura mientras le metía la lengua en la boca para que él sacara la suya. Zoe se echó hacia delante y encontró lo que había estado buscando de su alfa; el falo duro y dilatado que estaba siendo aplastado contra su zona inflamada y sensible, solo separados por las capas de ropa que no lograban ocultar el calor que él exudaba. Sus gruñidos eran música para sus oídos mientras que ella enroscaba
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