Peligro latente.

Justo en ese momento Alice ingresaba al calabozo, deteniéndose al frente de la jaula en la que está Isaías, totalmente encadenado y haciéndole mucha fuerza a las cadenas para romperla. Ella sintió mucho dolor al ver a su hijo de ese modo.

—Mi pequeño—, murmuró con voz lamentosa y abrió la cerradura; se acercó para sentarse a su lado y sin temor a que él le pudiera lastimar le pasaba la mano por la cabeza.

—Mamá—, la llamó Isaías cuando volvió en sí, su mente era como una laguna llena de profundidades oscuras, sin su luna estaba perdido, caía en un abismo y si algo que fuera conocido no lo atraía de vuelta a la realidad, no regresaba.

—Si mi amor, soy yo mi vida, mamá está aquí—. De los ojos de Alice salían lágrimas, prefería verlo soberbio, arrogante como todo un líder prepotente y no tan lamentable.

—¿Qué buscas aquí?, es tarde, ¿y mi luna? — cuando mencionó a su luna su cuerpo se sacudió como si estuviera poseído por un espíritu.

Y Alice suspiró profundo.

—Está bien, pero hijo es so
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