¡Connie comenzó a forcejear contra Beta Korina! —¡¡QUÍTATE!! —la Reina Alfa de la Noche Carmesí la empujaba, pero… ¡Estaba demasiado débil!, tan solo horas atrás su bebé la hizo perder una cantidad exorbitante de energía y magia casi llevándola al borde de la muerte. Aunque la ligera aura blanca la rodeó, era mínima y débil, apenas evitando que se desangre cuando Korina en un rápido movimiento le sacó la cuchilla. —¡¡NO LO ENTIENDEN!! —gritó esa hembra rubia—. ¡Ustedes nunca lo entenderían! —volvió a gritar entre lágrimas. ¡BUM! ¡EN ESE INSTANTE, THARA, LA LOBA DE TABITHA SE LE LANZÓ FEROZMENTE! —¡¡Aaaaayyyy!! ¡Déjame, quítate m@ldita perra! —le gritaba Beta Korina a la enorme loba de un brillante pelaje de tonalidad negra. ……………. ✧✧✧ Mientras eso sucedía. En el campo de batalla en la frontera de la manada "Luna Plateada". ✧✧✧ ¡Gael se quedó inmóvil al sentir el peligro y el dolor por el que Connie estaba atravesando! El Rey dragón, aún así… ¡Decidió ayudar y d
—Connie está sangrando. Su herida cierra demasiado lento, ella está muy débil y necesita de la medicina de Zoraida —le informó Tabitha a Gael. —Lo sé. Tendré que venir en otro momento, si es que salen vivos de esto —dijo ese ser con una media sonrisa burlista—. Esa hechicera es muy poderosa y sinceramente no creo que tu Alfa, logre detenerla. ¡La loba Thara rugió con furia por cómo hablaba ese Rey dragón, despreciando a Alfa Connor! —¡¿Y por qué no la detuviste y ayudabas así a tu cuñado?! —le preguntó la loba madura, perdiendo la calma. —Tengo mis propiedades —dijo Gael, nuevamente abriendo un portal. La magia blanca comenzó a arremolinarse como una neblina densa y escarchada, del otro lado comenzó a volverse nítida una ubicación en el territorio de Noche Carmesí. —¡Oh, ya era hora!~ —sonrió Zoraida atravesando el portal que Gael recién a abrió. ¡Él se quedó petrificado!, viendo el descaro y el poder de esa hechicera longeva para realizar tal acto insolente. —T
✧✧✧ En el interior de la mansión de Luna Plateada. ✧✧✧ —Listo. Ya he sanado tu herida, mi niña —dijo Zoraida, observando a Connie en la cama, agotada y adolorida. Sus ojos se fijaron en el hombre-dragón que estaba sentado al borde de la cama, junto a ella—. Aeron me contó todo sobre lo que sucedió en la manada de la Noche Carmesí —le habló Zoraida a Gael. Gael arqueó una ceja, mirando fríamente a la hechicera. Deseaba decirle que no se metiera en sus asuntos, pero ella acababa de curar a su esposa. A pesar de que lo hizo porque Connie era su bisnieta, él sentía una mezcla de gratitud y tensión. —No permitiré que Connie aborte a nuestro hijo. Los ojos de Connie se abrieron con sorpresa, y su rostro se volvió pálido. —¿Por qué dices eso, Gael? —preguntó, apoyando rápidamente sus manos temblorosas en su vientre—. ¡Mi bebé no…! —susurró, con la voz quebrada. Él acercó su mano a su mejilla, limpiando suavemente las lágrimas que caían de sus ojos. —No, pequeña, nadie le quita
Connie sentía la calidez del cuerpo de Gael contra el suyo, el peso de ese ser ligeramente sobre ella, mientras sus labios seguían saboreando los suyos. —Ah… Gael… —susurró ella contra su boca, los ojos entreabiertos y su mirada celeste tiñéndose de un rojo carmesí de su loba emocionada. Su voz, impregnada de deseo, fue suficiente para detenerlo, aunque solo por un breve instante. Los ojos de Connie eran como fuego, uno ardiente que amenazaba con consumirlo todo de él. Gael sintió su corazón desbocado en el pecho. Ese Rey Dragón perdiendo el control en manos de esa loba indomable. —Mi pequeña loba… —murmuró él con una voz suave pero llena de intensidad. Una de sus manos se deslizó hacia los bordes de la capucha blanca que apenas cubría a Connie. Con un simple movimiento de su magia, la prenda desapareció, y su cuerpo quedó desnudo ante él, tan vulnerable y al mismo tiempo, poderosa. Sus dedos recorrieron lentamente las curvas de la cintura de esa hembra, provocando un estremecim
Su cuerpo se movió con instinto, guiando su miembro hacia la entrada húmeda y cálida de Connie. Pero ella, renovada por la magia de su Rey Dragón… ¡Lo sorprendió! Con una fuerza que desbordaba pasión, lo empujó sobre la cama, tumbándolo con un movimiento inesperado. ¡PUM! El Rey Dragón quedó boca arriba, con su blanca figura extendida como un dios en su lecho. Connie lo montó con una sonrisa traviesa, acercándose a su oído, susurró con un tono juguetón: —¿Quieres que te haga sentir aún mejor, mi hermoso Rey dragón? Una de sus manos se apoyó en el firme abdomen de Gael, mientras la otra descendió sin titubeos, tocándolo con descaro en esa dura masculinidad. —No. Quiero tomarte ahora mismo —dijo él con voz profunda, sin poder ocultar su deseo de hacerla suya. Pero Connie hizo un puchero encantador, y con un simple movimiento de su mano, una ráfaga de magia blanca surgió. Las cadenas se materializaron al instante, atrapando las muñecas del dragón a la cama. Gael arq
✧✧✧ En las profundidades del bosque de Luna Plateada. ✧✧✧ Las horas habían transcurrido, esa fría madrugada cuando el bosque se llenaba de una densa neblina y el rocío. Los lobos de pelaje oscuro buscaban a la hechicera que horas atrás, había dado con Beta Korina, ambas desapareciendo. Guiados por su olfato y sentido auditivo, al no poder ver adecuadamente entre tanta neblina, los feroces lobos no se daban por vencidos. —Es inútil… —susurró Beta Korina, dentro de una cueva— Ellos nos van a encontrar, es su territorio, lo conocen a la perfección, siento escalofríos… ¡Nos sacarán información y nos van a matar!, tienen a la anciana Zoraida de su lado, esa m@ldita hechicera es como una astilla en tu pie. —¿Zoraida?, podrá ser una talentosa hechicera~ —sonrió maliciosa, Ingrid—. Pero no tanto como yo. El problema con hechiceros rectos, es que siguen reglas y se limitan demasiado. En cambio, yo prefiero ser libre y experimentar a mi antojo~ —Deja de alabarte a ti misma —gruñó Beta Ko
✧✧✧ En el límite territorial "este" del bosque de la Luna Plateada. ✧✧✧ La brisa nocturna mecía las frondosas copas de los árboles, llevando consigo un aire lleno de tensión esa madrugada. La hechicera Ingrid y Beta Korina avanzaban frenéticas, con la neblina dándoles un respiro momentáneo de sus perseguidores. Entre las raíces, ramas y desniveles de la tierra, la loba de Korina, avanzaba a grandes zancadas sin detenerse rumbo a la frontera. Delante de ella a unos cuantos metros, la hechicera Ingrid. —¡Corre más rápido, estúpida loba! —le ordenó llena de altivez Ingrid, lanzando algunas pequeñas llamas mágicas púrpuras hacia el aire, para iluminar el sendero de la loba dorada y que vaya rápido entre la neblina. —¡¡CÁLLATE!! ¡¡No soy tu m@ldita esclava!! —gruñó la Beta Korina, su forma lobuna mostrando los colmillos mientras trataba de igualar el ritmo de la hechicera. Ingrid sabía que no podían detenerse, pero algo en el aire le advertía que ya no estaban solas. Sin em
Ingrid temblaba, su cuerpo atrapado por la magia helada que emanaba del poderoso Rey dragón. La hechicera intentaba moverse, pero cada intento solo hacía que sus extremidades le dolieran más bajo la presión del hielo que se aferraba a ella como cadenas punzantes. Sin embargo, la hechicera aún mantenía su sonrisa maliciosa, a pesar del dolor evidente, su mirada mostraba un brillo de desafío clavándose en el hombre-dragón frente a ella. —¿Qué es tan divertido, hechicera? —exigió por respuesta, Gael, avanzando un paso más, su imponente figura eclipsando a esa mujer. Sus ojos violetas brillaban con furia claramente como si quisiera hacerla añicos—. Habla. Dime lo que sabes, o juro que no quedarán más que trozos de ti, esparcidos por doquier. Ingrid soltó una carcajada un poco tosca por el dolor que sentía. —Oh, gran Rey Dragón~ —susurró con voz burlista y entrecortada—. ¿Crees que soy estúpida? ¿Que me vas a arrancar respuestas con amenazas?… Pero si tanto quieres saber sobre tu