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Ingrid temblaba, su cuerpo atrapado por la magia helada que emanaba del poderoso Rey dragón. La hechicera intentaba moverse, pero cada intento solo hacía que sus extremidades le dolieran más bajo la presión del hielo que se aferraba a ella como cadenas punzantes. Sin embargo, la hechicera aún mantenía su sonrisa maliciosa, a pesar del dolor evidente, su mirada mostraba un brillo de desafío clavándose en el hombre-dragón frente a ella. —¿Qué es tan divertido, hechicera? —exigió por respuesta, Gael, avanzando un paso más, su imponente figura eclipsando a esa mujer. Sus ojos violetas brillaban con furia claramente como si quisiera hacerla añicos—. Habla. Dime lo que sabes, o juro que no quedarán más que trozos de ti, esparcidos por doquier. Ingrid soltó una carcajada un poco tosca por el dolor que sentía. —Oh, gran Rey Dragón~ —susurró con voz burlista y entrecortada—. ¿Crees que soy estúpida? ¿Que me vas a arrancar respuestas con amenazas?… Pero si tanto quieres saber sobre tu
—Lo merece —le dio la razón ese Alfa—. Pero, cuando salvemos a Zefor, ¿no es él quien debería juzgar a su Beta que lo traicionó? ¿Qué hará con el rencor y el dolor de todo lo que lo llevó a perder casi por completo su manada? Tabitha entendió a Connor, estaba anteponiendo a su hermano menor… Pero seguía pensando que era una mala idea dejarla vida por mucho tiempo. Beta Korina, era peligrosa. …………….. ✧✧✧ De vuelta con el Rey dragón y la hechicera enemiga. ✧✧✧ —Entonces, ¿qué dices, Rey dragón? —susurró Ingrid, su voz áspera y dolorida, pero llena de burla—. Déjame ir y te daré las respuestas que buscas… Arthelis… y mucho más. «ARTHELIS.» Ese nombre que hizo eco en la mente del Rey dragón de agua. Sabía que los de su especie tenían que proteger su nombre real, podrían ser víctimas fáciles de experimentos mágicos peligrosos que los selle o domine. El nombre de Elis. Ya no era un secreto para nadie, lograron sacárselo, y también al hermano de ella, que logró llegar agoniza
El Rey dragón no dijo nada, solo extendió su mano y con un gesto poderoso, abrió un portal. Sin dudarlo, cargó a Alfa Connie entre sus brazos y lo cruzó. Ella apenas pudo reaccionar. Desconcertada, miró a su alrededor, intentando procesar lo que acababa de suceder… hasta que sus ojos celestes se encontraron con el destino que los esperaba. La entrada a una cueva rocosa. Pero no era cualquier cueva. Se encontraba a una gran altura, en la cima de una imponente montaña que se ubicaba el vasto territorio de Luna Plateada. La naturaleza les regalaba un espectáculo único; el viento fresco de la mañana jugaba con sus cabellos, mientras abajo, el frondoso bosque se extendía lleno de misterio. El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rosados. Gael dejó con cuidado sobre el suelo rocoso a su esposa, como si temiera romper algo invaluable. Connie, ahora sentada, dejó que su mirada se perdiera en el paisaje, pero no tardó en sentir un déjá vu.
✧✧✧ Más tarde, en los calabozos de Luna Plateada. ✧✧✧ Tap~ tap~ Sus tacones resonaban sobre el piso de piedra pulida, vestida de pantalones y blusa negros, sostenía en su mano una daga de mango rojo, unos símbolos mágicos la rodeaban con elegancia. El sonido de cadenas hacia eco en toda la oscura habitación húmeda y fría, que era únicamente iluminada por algunas antorchas de pared. —Es raro cuando un lobo no puede sanarse a sí mismo rápidamente —se escuchó la voz femenina de la hembra madura—. Sin embargo hay algunas excepciones, ejemplo, cuando las heridas son muy graves, o fueron echas con algún veneno, magia, hechizo… En fin, ¿ves esta linda daga?~ —una sonrisa maliciosa curvó los labios rojos de Tabitha—. Fue un obsequio de la Alfa de mi marido Aeron. Se la dio cuando se casó conmigo… Él me la dejó para protegerme antes de irse a su misión en Noche Carmesí. ¿Sabes quién era su Alfa, no? Finalmente los pasos de Tabitha se detuvieron en seco frente a la mujer de cabe
—¿Qué harás con tu don contra ella? ¿Borrarle los recuerdos a Beta Korina? —Alfa Connor arqueó una ceja, dejando escapar una sonrisa llena de burla—. No tienes el control que tenía nuestra madre. ¿De qué sirve borrar recuerdos si lo que necesitamos es que confiese? ¡Que hable de ese momento! Que nos diga cada detalle, cada maldito segundo de lo que pasó… Además, estás embarazada. Y por lo que sé, es un embarazo lleno de riesgos. —No hay riesgos. Soy fuerte, solo… —Connie se detuvo, su voz tembló y tragó saliva mientras sus manos, temblorosas, se posaban sobre su vientre—. Mi bebé lo es más. Es muy fuerte… y caprichoso —murmuró con una sonrisa leve, una chispa de dulzura destellando en sus ojos por un instante. —¿Caprichoso? —Connor la miró con dureza, desconfiado de la seguridad de su hermana. —La bisabuela tuvo una visión. Él nacerá. Mi bebé es de la especie de Gael… Será un niño problemático. Me hará sufrir mucho, eso dijo ella, pero… —¡¿Lo ves?! —Connor alzó la voz, cortánd
✧✧✧ En el bosque trasero de la mansión de Luna Plateada. ✧✧✧ Connie caminaba furiosa a pasos rápidos, apartando las ramas bajas de los árboles que se interponían en su camino. Su respiración era agitada, sus mejillas ardían y sus manos temblaban apretadas en puños. El bosque estaba bañado por la luz del día; los rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles, dejando que sombras cubrieran el suelo. El aire era fresco, pero Connie apenas lo sentía. Su pecho estaba lleno de rabia e impotencia… sobre todo de un dolor que no podía controlar. "¡¿Cómo puede ser capaz de echarme de su oficina y obligarme a obedecer?!" Pensaba una y otra vez, mientras las lágrimas que había estado conteniendo comenzaban a escapar silenciosamente. Connie se detuvo al llegar a un claro del bosque. El suelo estaba cubierto de hojas secas. El sonido de un arroyo cercano apenas lograba calmar la tormenta que crecía en el interior de la hembra. Pof~ Ella se dejó caer de rodillas y finalmente
Antes de que Tabitha pudiera reaccionar, Gael colocó una mano sobre su nuca y su magia blanca fluyó como un torrente. —¡¡¡AAAAHG!!! —gritó la hembra ante la corriente que la invadió. Tabitha se desplomó al suelo, inconsciente. —No tenemos tiempo para juegos —dijo Gael con voz fría, girándose hacia Connie, quien observaba la escena con un nudo en el estómago ante su nerviosismo. Alfa Connie corrió hacia Beta Korina, tratando de desatar las cadenas que la mantenían prisionera. Pero apenas al tocarlas, un dolor agudo recorrió sus manos, obligándola a retroceder con un jadeo. —¡AY! —gritó Connie. En segundos Gael apareció a su lado tomando sus manos y revisando las mismas. —Pequeña. No actúes sin pensar, sé que estás nerviosa, pero ten cuidado —la regañó ese Rey dragón. Connie volvió a verlo y sonrió conmovida. —¡Son cadenas anti-lobos! —exclamó Beta Korina con voz débil—. Fueron forjadas por la magia de Zoraida. Es inútil… nadie puede romperlas. Gael, con un brillo
—¡¿Dónde estamos?! —preguntó Connie, viendo a los alrededores. Estaban complemente rodeados de… ¡Rocas!, enormes, antiguas montañas de rocas, un desierto rocoso y sombrío donde en la distancia yacía imponente un volcán. —No tengo idea. Pero, lo suficientemente lejos del territorio de los lobos. Haz lo que quieras con tu víctima, mi pequeña loba~ —le sonrió el Rey dragón, bajando a Beta Korina de sus brazos. La hembra rubia que seguía en sus brazos, fue dejada sobre el suelo rocoso, sentada, su espalda apoyada a una de las grandes formaciones sólidas y oscuras como el carbón. «Nuestra víctima… Hemos faltado a la alianza…», le habló Connie llena de nerviosismo y ansiedad a su loba, Sary. «Si no lo hacíamos. Alfa Connor seguiría sin considerar nuestras estrategias. Connie. Somos una Alfa. ¡Hagamos esto!», le ánimo Sary. Los ojos de la hembra de la Noche Carmesí, se pintaron de un intenso rojo sangre, ella comenzó a acercarse hacia Beta Korina a pasos lentos. Gael se cruz