—¿Qué harás con tu don contra ella? ¿Borrarle los recuerdos a Beta Korina? —Alfa Connor arqueó una ceja, dejando escapar una sonrisa llena de burla—. No tienes el control que tenía nuestra madre. ¿De qué sirve borrar recuerdos si lo que necesitamos es que confiese? ¡Que hable de ese momento! Que nos diga cada detalle, cada maldito segundo de lo que pasó… Además, estás embarazada. Y por lo que sé, es un embarazo lleno de riesgos. —No hay riesgos. Soy fuerte, solo… —Connie se detuvo, su voz tembló y tragó saliva mientras sus manos, temblorosas, se posaban sobre su vientre—. Mi bebé lo es más. Es muy fuerte… y caprichoso —murmuró con una sonrisa leve, una chispa de dulzura destellando en sus ojos por un instante. —¿Caprichoso? —Connor la miró con dureza, desconfiado de la seguridad de su hermana. —La bisabuela tuvo una visión. Él nacerá. Mi bebé es de la especie de Gael… Será un niño problemático. Me hará sufrir mucho, eso dijo ella, pero… —¡¿Lo ves?! —Connor alzó la voz, cortánd
✧✧✧ En el bosque trasero de la mansión de Luna Plateada. ✧✧✧ Connie caminaba furiosa a pasos rápidos, apartando las ramas bajas de los árboles que se interponían en su camino. Su respiración era agitada, sus mejillas ardían y sus manos temblaban apretadas en puños. El bosque estaba bañado por la luz del día; los rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles, dejando que sombras cubrieran el suelo. El aire era fresco, pero Connie apenas lo sentía. Su pecho estaba lleno de rabia e impotencia… sobre todo de un dolor que no podía controlar. "¡¿Cómo puede ser capaz de echarme de su oficina y obligarme a obedecer?!" Pensaba una y otra vez, mientras las lágrimas que había estado conteniendo comenzaban a escapar silenciosamente. Connie se detuvo al llegar a un claro del bosque. El suelo estaba cubierto de hojas secas. El sonido de un arroyo cercano apenas lograba calmar la tormenta que crecía en el interior de la hembra. Pof~ Ella se dejó caer de rodillas y finalmente
Antes de que Tabitha pudiera reaccionar, Gael colocó una mano sobre su nuca y su magia blanca fluyó como un torrente. —¡¡¡AAAAHG!!! —gritó la hembra ante la corriente que la invadió. Tabitha se desplomó al suelo, inconsciente. —No tenemos tiempo para juegos —dijo Gael con voz fría, girándose hacia Connie, quien observaba la escena con un nudo en el estómago ante su nerviosismo. Alfa Connie corrió hacia Beta Korina, tratando de desatar las cadenas que la mantenían prisionera. Pero apenas al tocarlas, un dolor agudo recorrió sus manos, obligándola a retroceder con un jadeo. —¡AY! —gritó Connie. En segundos Gael apareció a su lado tomando sus manos y revisando las mismas. —Pequeña. No actúes sin pensar, sé que estás nerviosa, pero ten cuidado —la regañó ese Rey dragón. Connie volvió a verlo y sonrió conmovida. —¡Son cadenas anti-lobos! —exclamó Beta Korina con voz débil—. Fueron forjadas por la magia de Zoraida. Es inútil… nadie puede romperlas. Gael, con un brillo
—¡¿Dónde estamos?! —preguntó Connie, viendo a los alrededores. Estaban complemente rodeados de… ¡Rocas!, enormes, antiguas montañas de rocas, un desierto rocoso y sombrío donde en la distancia yacía imponente un volcán. —No tengo idea. Pero, lo suficientemente lejos del territorio de los lobos. Haz lo que quieras con tu víctima, mi pequeña loba~ —le sonrió el Rey dragón, bajando a Beta Korina de sus brazos. La hembra rubia que seguía en sus brazos, fue dejada sobre el suelo rocoso, sentada, su espalda apoyada a una de las grandes formaciones sólidas y oscuras como el carbón. «Nuestra víctima… Hemos faltado a la alianza…», le habló Connie llena de nerviosismo y ansiedad a su loba, Sary. «Si no lo hacíamos. Alfa Connor seguiría sin considerar nuestras estrategias. Connie. Somos una Alfa. ¡Hagamos esto!», le ánimo Sary. Los ojos de la hembra de la Noche Carmesí, se pintaron de un intenso rojo sangre, ella comenzó a acercarse hacia Beta Korina a pasos lentos. Gael se cruz
¡Los ojos de la hembra se abrieron desmesuradamente cuando vio a Beta Korina! La loba de Garra Dorada, estaba tirada en el suelo rocoso oscuro, su cuello sangrando por la fuerte mordedura de Connie y un color rojo intenso alrededor como si también le hubiese quemado hasta cierto punto. Beta Korina, temblaba como si estuviese convulsionando, sus ojos en blanco, hasta que de pronto… Dejó de moverse y… Respirar. —¡POR LA DIOSA, NOOOO! —gritó Alfa Connie con voz temblorosa, de inmediato apartándose de los fuertes brazos de su esposo y corriendo hacia la hembra rubia, se tumbó de rodillas en el suelo rocoso y comenzó a socorrerla, intentó reanimarla, incluso lamió la herida en su cuello para curarla del daño que ella misma le causó. Las lágrimas comenzaban a asomarse por las comisuras de esa hembra de la Noche Carmesí. Gael, la miraba de pie, a unos dos metros de distancia, en total silencio, su aspecto frío e inalterable, como si no le importara en lo absoluto qué le suceda a
—¿A dónde vas? —preguntó Alfa Connie con una firmeza cortante. Sus ojos, rojos como la sangre, perforaban a Gael como dagas, dejando al descubierto la tormenta de furia contenida en esa Alfa. ¿Cómo no estar furiosa? Su esposo, ese ser con quien compartía un trato de apoyo mutuo, ahora se negaba a cumplir su parte, negándose a ayudarla a encontrar a su padre perdido… Un hecho que le dolía en el alma. —No voy a buscar a Rezef —recalcó Gael con una frialdad que helaba el aire. Se soltó de un tirón del agarre de Connie, dejando su muñeca libre. Ella bajó la mirada hacia su mano vacía, todavía sintiendo la brusquedad con la que él se había apartado. En su interior… Le dolió. Pero no podía permitirse quebrarse… No otra vez. Estaba harta de sus juegos, de las heridas que él le infligía sin siquiera darse cuenta. Ya no había tiempo para llorar. Había algo más importante, algo que ardía en su pecho como una llama inextinguible… ¡Tenía que encontrar a su padre! Cerrando los ojos, to
—Habla —pidió Connie—. No entiendo qué tratas de… —Maray. Una Alfa poderosa, tan deseada como temida, conocida por todos y con lazos con tribus y manadas. Pero había una en particular… Connie, sin darse cuenta, dejó que su atención se centrara por completo en él. Sus manos se aferraban al calor de su mate, cuyos brazos permanecían rodeándola. —¿Cuál…? —preguntó ella en un susurro, perdida en esos ojos violetas que parecían hipnotizarla. Todo lo demás desapareció: la pelea que había tenido con él, sus planes de seguir sola… Todo se esfumó en el calor de ese momento. Gael se inclinó hacia esa hembra, tan cerca que sus rostros quedaron a una mínima distancia. —Una pequeña tribu de lobos —continuó él—, una mezcla extraña de seres. Dicen que tienen un pacto con las hadas del bosque. Supe que el Alfa en esa época, poseía un don particular muy codiciado… el don de la curación, era además un médico… ¡Connie lo recordó! Esos recuerdos de su infancia volvieron de golpe a su mente.
—Hay… Hay que pensar dónde ocultarla… —susurró Connie apenas recuperando el aliento luego de ese beso, y tomando distancia de Gael. Él volvió a ver en dirección a Beta Korina. —Va a ser un poco problemático. No se sabe cuándo vaya a despertar y… —No quiero que despierte —admitió esa Reina Alfa interrumpiendo a su mate, a la vez que se cruzaba de brazos. Su expresión era gélida, una que sorprendió a Gael. —¿No?, pero… —Sé lo que debes estar pensando —dijo Connie acercándose hasta Korina—. No ví en los recuerdos que tomé de ella, que fuera una traidora, pero que no lo haya visto, no significa que sea inocente, quizá lo hice mal y no me concentré lo suficiente, además ella claramente intentó huir con la hechicera enemiga; pero si vuelvo a intentar usar mi don en ella… Probablemente morirá. —Mm… —Gael hizo un gesto pensativo, acercándose hacia la hembra rubia, seguidamente, cargándola en sus brazos—. Entonces, la llevaré a Frostwind. —¿Eh? —Connie abrió sus ojos de par en par