✧✧✧ En el interior de la mansión de Luna Plateada. ✧✧✧ —Listo. Ya he sanado tu herida, mi niña —dijo Zoraida, observando a Connie en la cama, agotada y adolorida. Sus ojos se fijaron en el hombre-dragón que estaba sentado al borde de la cama, junto a ella—. Aeron me contó todo sobre lo que sucedió en la manada de la Noche Carmesí —le habló Zoraida a Gael. Gael arqueó una ceja, mirando fríamente a la hechicera. Deseaba decirle que no se metiera en sus asuntos, pero ella acababa de curar a su esposa. A pesar de que lo hizo porque Connie era su bisnieta, él sentía una mezcla de gratitud y tensión. —No permitiré que Connie aborte a nuestro hijo. Los ojos de Connie se abrieron con sorpresa, y su rostro se volvió pálido. —¿Por qué dices eso, Gael? —preguntó, apoyando rápidamente sus manos temblorosas en su vientre—. ¡Mi bebé no…! —susurró, con la voz quebrada. Él acercó su mano a su mejilla, limpiando suavemente las lágrimas que caían de sus ojos. —No, pequeña, nadie le quita
Connie sentía la calidez del cuerpo de Gael contra el suyo, el peso de ese ser ligeramente sobre ella, mientras sus labios seguían saboreando los suyos. —Ah… Gael… —susurró ella contra su boca, los ojos entreabiertos y su mirada celeste tiñéndose de un rojo carmesí de su loba emocionada. Su voz, impregnada de deseo, fue suficiente para detenerlo, aunque solo por un breve instante. Los ojos de Connie eran como fuego, uno ardiente que amenazaba con consumirlo todo de él. Gael sintió su corazón desbocado en el pecho. Ese Rey Dragón perdiendo el control en manos de esa loba indomable. —Mi pequeña loba… —murmuró él con una voz suave pero llena de intensidad. Una de sus manos se deslizó hacia los bordes de la capucha blanca que apenas cubría a Connie. Con un simple movimiento de su magia, la prenda desapareció, y su cuerpo quedó desnudo ante él, tan vulnerable y al mismo tiempo, poderosa. Sus dedos recorrieron lentamente las curvas de la cintura de esa hembra, provocando un estremecim
Su cuerpo se movió con instinto, guiando su miembro hacia la entrada húmeda y cálida de Connie. Pero ella, renovada por la magia de su Rey Dragón… ¡Lo sorprendió! Con una fuerza que desbordaba pasión, lo empujó sobre la cama, tumbándolo con un movimiento inesperado. ¡PUM! El Rey Dragón quedó boca arriba, con su blanca figura extendida como un dios en su lecho. Connie lo montó con una sonrisa traviesa, acercándose a su oído, susurró con un tono juguetón: —¿Quieres que te haga sentir aún mejor, mi hermoso Rey dragón? Una de sus manos se apoyó en el firme abdomen de Gael, mientras la otra descendió sin titubeos, tocándolo con descaro en esa dura masculinidad. —No. Quiero tomarte ahora mismo —dijo él con voz profunda, sin poder ocultar su deseo de hacerla suya. Pero Connie hizo un puchero encantador, y con un simple movimiento de su mano, una ráfaga de magia blanca surgió. Las cadenas se materializaron al instante, atrapando las muñecas del dragón a la cama. Gael arq
✧✧✧ En las profundidades del bosque de Luna Plateada. ✧✧✧ Las horas habían transcurrido, esa fría madrugada cuando el bosque se llenaba de una densa neblina y el rocío. Los lobos de pelaje oscuro buscaban a la hechicera que horas atrás, había dado con Beta Korina, ambas desapareciendo. Guiados por su olfato y sentido auditivo, al no poder ver adecuadamente entre tanta neblina, los feroces lobos no se daban por vencidos. —Es inútil… —susurró Beta Korina, dentro de una cueva— Ellos nos van a encontrar, es su territorio, lo conocen a la perfección, siento escalofríos… ¡Nos sacarán información y nos van a matar!, tienen a la anciana Zoraida de su lado, esa m@ldita hechicera es como una astilla en tu pie. —¿Zoraida?, podrá ser una talentosa hechicera~ —sonrió maliciosa, Ingrid—. Pero no tanto como yo. El problema con hechiceros rectos, es que siguen reglas y se limitan demasiado. En cambio, yo prefiero ser libre y experimentar a mi antojo~ —Deja de alabarte a ti misma —gruñó Beta Ko
✧✧✧ En el límite territorial "este" del bosque de la Luna Plateada. ✧✧✧ La brisa nocturna mecía las frondosas copas de los árboles, llevando consigo un aire lleno de tensión esa madrugada. La hechicera Ingrid y Beta Korina avanzaban frenéticas, con la neblina dándoles un respiro momentáneo de sus perseguidores. Entre las raíces, ramas y desniveles de la tierra, la loba de Korina, avanzaba a grandes zancadas sin detenerse rumbo a la frontera. Delante de ella a unos cuantos metros, la hechicera Ingrid. —¡Corre más rápido, estúpida loba! —le ordenó llena de altivez Ingrid, lanzando algunas pequeñas llamas mágicas púrpuras hacia el aire, para iluminar el sendero de la loba dorada y que vaya rápido entre la neblina. —¡¡CÁLLATE!! ¡¡No soy tu m@ldita esclava!! —gruñó la Beta Korina, su forma lobuna mostrando los colmillos mientras trataba de igualar el ritmo de la hechicera. Ingrid sabía que no podían detenerse, pero algo en el aire le advertía que ya no estaban solas. Sin em
Ingrid temblaba, su cuerpo atrapado por la magia helada que emanaba del poderoso Rey dragón. La hechicera intentaba moverse, pero cada intento solo hacía que sus extremidades le dolieran más bajo la presión del hielo que se aferraba a ella como cadenas punzantes. Sin embargo, la hechicera aún mantenía su sonrisa maliciosa, a pesar del dolor evidente, su mirada mostraba un brillo de desafío clavándose en el hombre-dragón frente a ella. —¿Qué es tan divertido, hechicera? —exigió por respuesta, Gael, avanzando un paso más, su imponente figura eclipsando a esa mujer. Sus ojos violetas brillaban con furia claramente como si quisiera hacerla añicos—. Habla. Dime lo que sabes, o juro que no quedarán más que trozos de ti, esparcidos por doquier. Ingrid soltó una carcajada un poco tosca por el dolor que sentía. —Oh, gran Rey Dragón~ —susurró con voz burlista y entrecortada—. ¿Crees que soy estúpida? ¿Que me vas a arrancar respuestas con amenazas?… Pero si tanto quieres saber sobre tu
—Lo merece —le dio la razón ese Alfa—. Pero, cuando salvemos a Zefor, ¿no es él quien debería juzgar a su Beta que lo traicionó? ¿Qué hará con el rencor y el dolor de todo lo que lo llevó a perder casi por completo su manada? Tabitha entendió a Connor, estaba anteponiendo a su hermano menor… Pero seguía pensando que era una mala idea dejarla vida por mucho tiempo. Beta Korina, era peligrosa. …………….. ✧✧✧ De vuelta con el Rey dragón y la hechicera enemiga. ✧✧✧ —Entonces, ¿qué dices, Rey dragón? —susurró Ingrid, su voz áspera y dolorida, pero llena de burla—. Déjame ir y te daré las respuestas que buscas… Arthelis… y mucho más. «ARTHELIS.» Ese nombre que hizo eco en la mente del Rey dragón de agua. Sabía que los de su especie tenían que proteger su nombre real, podrían ser víctimas fáciles de experimentos mágicos peligrosos que los selle o domine. El nombre de Elis. Ya no era un secreto para nadie, lograron sacárselo, y también al hermano de ella, que logró llegar agoniza
El Rey dragón no dijo nada, solo extendió su mano y con un gesto poderoso, abrió un portal. Sin dudarlo, cargó a Alfa Connie entre sus brazos y lo cruzó. Ella apenas pudo reaccionar. Desconcertada, miró a su alrededor, intentando procesar lo que acababa de suceder… hasta que sus ojos celestes se encontraron con el destino que los esperaba. La entrada a una cueva rocosa. Pero no era cualquier cueva. Se encontraba a una gran altura, en la cima de una imponente montaña que se ubicaba el vasto territorio de Luna Plateada. La naturaleza les regalaba un espectáculo único; el viento fresco de la mañana jugaba con sus cabellos, mientras abajo, el frondoso bosque se extendía lleno de misterio. El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rosados. Gael dejó con cuidado sobre el suelo rocoso a su esposa, como si temiera romper algo invaluable. Connie, ahora sentada, dejó que su mirada se perdiera en el paisaje, pero no tardó en sentir un déjá vu.