Connie retrocedió un paso, apretando a Lior contra su pecho. Su instinto la instaba a huir, pero sabía que no tenía sentido… ¡Arthelis no la dejaría escapar! La Alfa respiró profundamente, y dejó al bebé en el suelo, envolviéndolo rápidamente en un capullo de su magia blanca. El capullo brillaba con una luz suave casi como escarcha en medio de la oscuridad de la noche. Alfa Connie lo miró con desesperación y mucho amor. —Estarás a salvo, mi amor. Lo prometo… Mamá se ocupará de esto rápido por ti. —Qué conmovedor —Arthelis dejó escapar una carcajada burlona—. Pero sabes que eso no tiene sentido, no le mientas a la cría, loba. Ni tú, ni él… saldrán vivos de aquí. ¡ESTA ES TU TUMBA! Connie se enderezó, sus ojos cambiando de su tono natural celeste a un rojo intenso, su loba hirviendo de furia y lista para la acción. Su cuerpo comenzó a transformarse en ese momento. Su figura adoptando la forma de una majestuosa loba de pelaje rojo como la misma sangre. Sus colmillo
✧✧✧ En el bosque, en las afueras de Noche Carmesí. ✧✧✧ >>> Ingrid: La barrera mágica cedió con un suave zumbido cuando la atravesé, dejando atrás su manto invisible. El aire frío de la noche me golpeó el rostro, pero no me importó… Había cosas mucho más importantes que el clima en este lugar. La luz de la luna iluminaba el bosque destruido frente a mí, un paisaje de devastación helada que hablaba de la batalla que había tenido lugar. Árboles caídos, ramas congeladas, nieve cubriendo todo, y en el centro de este caos, un cuerpo sin vida destacaba: el de la dragona Arthelis… sin su cabeza. Mis ojos estudiaron la escena mientras el anillo púrpura de mi Clan brillaba débilmente, como si reaccionara a la energía mágica que aún flotaba en el aire. A unos metros de la dragona, yacía esa m@ldita Alfa Connie, su cuerpo inconsciente y cubierto de escarcha. La loba alfa, derrotada pero por desgracia, viva. —Impresionante —murmuré para mí misma con una sonrisa—. Una loba ve
>>> Ingrid: Una sombra cruzó el salón justo antes de que pudiera continuar con mi trabajo. Mis ojos se entrecerraron y dejé los frascos flotando en el aire mientras mi magia se activaba automáticamente, escaneando las esquinas del laboratorio. No estaba sola. —¿Quién se atreve a interrumpirme ahora? —dije con voz fría, proyectando mi magia púrpura en una aura que me rodeaba por completo. —Yo, mi señora —respondió una voz grave y calmada. La figura del brujo emergió de las sombras como si hubiera estado ahí todo el tiempo, con su capa negra envolviéndolo y el símbolo en su rostro brillando tenuemente bajo la luz púrpura de las antorchas. Sus ojos cafés me observaron con intensidad, como si intentaran leer mis pensamientos. —Ah, mi guardián… —susurré, relajándome—. Espero que tengas una buena razón para irrumpir aquí. Estoy en medio de algo importante, ¿no lo ves? El brujo inclinó ligeramente la cabeza, una señal de respeto que no logró calmar mi mal humor. —Es la niña —di
Las estrellas se apagaban lentamente, dejando su lugar a los primeros rayos del sol que apenas lograban colarse entre las frondosas copas de los árboles. Ray, frente a la barrera. Ese enorme e imponente lobo de pelaje oscuro, entrecerró los ojos y dejó escapar un gruñido bajo. Apretó entre sus colmillos el fragmento púrpura del anillo de la hechicera Ingrid. Al sentir el contacto, la barrera se empezó a mover como si fuera agua, y con un movimiento veloz. ¡SLANK! ¡LOGRÓ ATRAVESAR LA BARRERA! Ray atravesó el límite, dejando atrás el territorio seguro. Había cruzado al bosque protegido por la manada "Colmillo Blanco", un terreno que no le pertenecía y que probablemente lo recibiría como a un enemigo, por el poder mágico de su Luna, Ingrid. Ray avanzó con cautela. Sus ojos plateados escaneaban el entorno, atentos a cualquier movimiento o sonido. El aire estaba impregnado de humedad y de un aroma terroso, mezclado con el dulce perfume de flores desconocidas. Los primeros ray
✧✧✧ En las cercanías del territorio de la manada "Colmillo Blanco". ✧✧✧ Dentro del bosque envuelto por una poderosa barrera mágica. Había una vieja cabaña. El olor a madera húmeda y un poco podrida impregnaba el ambiente, y esos dos hombres lobos se encontraban de pie charlando. —Desperté aquí —le explicó, el hombre lobo que encontró a Rezef al caer en la trampa, su hijo menor, Alfa Zefor. Su voz era grave, pero había un toque de cansancio en ella—. No sé cómo llegué, ni cuánto tiempo he estado atrapado en este bosque. Es extenso, interminable. He cazado para sobrevivir, aprendido cada rincón, cada ruta. Incluso he intentado escapar, pero la barrera… —se detuvo un momento, apretando los puños—. Esa m@ldita barrera nunca cede. Cada intento termina en trampas o en un camino que me regresa al punto de partida. Rezef entrecerró los ojos, cruzando los brazos mientras escuchaba. Su hijo hablaba con una mezcla de frustración y resignación, pero también con un aire de resolución que no h
El sonido de la corriente golpeando furiosamente contra las rocas era cada vez más fuerte. En lo profundo del bosque, la lobita se detuvo. Su respiración era agitada, su pequeño cuerpo temblaba de cansancio. Lentamente, dejó al bebé que llevaba en su hocico sobre el suelo cubierto de hojas. —Eres… interesante… —dijo la niña mientras volvía a su forma humana. Una sonrisa cansada se dibujó en su rostro—. Ese brillo blanco que te rodea… no se ha extinguido. ¿Es magia? ¿Es como mi magia? —preguntó con curiosidad, sus grandes ojos verdes fijos en él. Con cuidado, lo tomó entre sus pequeñas manos y lo cargó contra su pecho, como si fuera un tesoro—. Aquí estamos lejos de ella… Aquí estamos a salvo… De repente, la niña guardó silencio. Sus ojos, alertas, empezaron a recorrer el lugar con nerviosismo. Su respiración se aceleró. —Huele a… ¡el brujo! ¡Hay que huir! Conozco ese aroma… ¡Él es malo! —susurró con desesperación. Con el príncipe del Clan Frostwind en brazos, la pequeña híbrida s
—Su nombre… —susurró la hembra para sí misma, como si cada palabra le diera un poco más de valor. Ella no era una dragona, pero poseía la magia del más poderoso del Clan Frostwind. De pie en medio del bosque frondoso, extendió sus manos, cerró los ojos y se concentró. Una aura intensamente blanca la rodeó, comenzando a expandirse en una densa neblina escarchada que se arremolinaba y tomaba forma ante ella. Connie abrió los ojos, que pasaron del celeste habitual al rojo carmesí e intenso de su loba. ¿Su objetivo? Poner en práctica el arduo entrenamiento al que Gael una vez la sometió, para encontrar a la cría de ambos. Pero para eso, no solo necesitaba mucha energía, sino una gran reserva mágica que ella… aunque tenía, la dejaría tremendamente exhausta. La neblina se transformó en un humo denso, cada vez más espeso, pero aún así flotaba en el aire, brillante y puro. Connie comenzó a controlarlo con mayor precisión, separando sus manos mientras la masa de energía que mol
Un charco de sangre se extendía por el suelo rocoso, pegajosa, deslizándose entre las grietas. La enorme figura de una bestia colosal yacía en el suelo, con un enorme agujero escarchado que atravesaba su costado. Las dos cabezas, aplastadas y con grandes cuernos. Una de ellas estaba fracturada, la otra se movía débilmente, como si aún luchara por un último aliento de vida. De su hocico salía un pesado aliento caliente que se mezclaba con el frío del ambiente… La bestia dracónica agonizaba. A su alrededor, un círculo de magia blanca comenzó a brillar intensamente. La luz aumentaba en intensidad, creando un halo resplandeciente. La magia se elevó, formando una barrera que cubría a la criatura. Su cuerpo comenzó a brillar con una escarcha que lo iba congelando, hasta que finalmente todo quedó cubierto. CRAAAARK~ El crujir de sus huesos resonó en el aire mientras el sonido de su agonía se intensificaba… Un estallido final. BOOOM~ ¡Una ventisca helada se apoderó del lugar! En el