"Es mío… Él… es solo mío…" Pensó Connie, sus ojos rojos como rubíes lo observaban con una intensidad desbordante. Sus manos, temblorosas, se aferraban levemente a Gael, como si quisiera fundirse con él, movida por la ola de sentimientos que la estremecía. Sabía que él era su mate, su otra mitad, su destino. Lo había marcado. Era su esposo, el único macho con el que compartía su alma, su cuerpo, su todo. Y aun así, siempre había sentido ese vacío doloroso… esa sensación de que algo crucial faltaba. Ese "algo" era su amor. Ahora, lo tenía. Lo sentía y lo sabía. El corazón de Alfa Connie se llenaba de una felicidad tan inmensa que parecía que iba a desbordarse. Lágrimas comenzaron a deslizarse lentamente por sus mejillas, pero esta vez no eran de tristeza… Eran lágrimas felicidad. Sus ojos rojizos, buscaron los de Gael, esos cautivadores y profundos ojos violetas que parecían envolverla, dejándola completamente cautiva. —¿Me amas…? —preguntó ella, su voz apenas u
El lago se encontraba en una calma absoluta, pero, los sonidos de los animales nocturnos llenaban el ambiente como música distante… y dentro de ella, Connie se sentía hecha un caos de emociones y sensaciones. Su cuerpo entero respondía a él, a Gael, como si fuera el único ser capaz de encenderla de esa manera, de excitarla y nublar su juicio. Esa hembra no necesitaba palabras, no podía encontrarlas. Su cuerpo habló por ella, cuando sus manos se aferraron a la camisa de él y de un tirón, la hizo añicos, dejando su pecho al descubierto. Ella se acercó más, pegando su cuerpo al de él, con una intensidad que le arrancó un suspiro entrecortado. "Oh Gael… Mi hermoso diamante de Frostwind…" Pensó esa loba roja. La Alfa se puso de puntillas, y Gael no esperó… Uno de sus brazos la rodeó con fuerza, mientras su otra mano se deslizaba por su espalda. Por otro lado, Connie llevó su mano a la larga cabellera blanca de él, enredando sus dedos con fuerza, atrayéndolo hacia ella, hasta q
La brisa fresca de la noche rozaba la superficie del lago, que reflejaba el brillo plateado de la enorme luna llena en el Clan Frostwind. Alrededor, los árboles colosales del bosque se alzaban majestuosos en la oscuridad, sus copas meciéndose lentamente al compás de una fresca brisa nocturna que se hacía presente. Las pequeñas esporas mágicas que flotaban en el aire, iluminando la escena con un resplandor aún más intenso que antes. El Rey dragón alzó la mano con elegancia, sus dedos largos y firmes dibujando un movimiento en el aire, y en ese instante… Pof~ Un pergamino apareció flotando frente a él, envuelto en un aura de su magia blanca. Alfa Connie, que estaba frente a él, con el agua del lago acariciando sus piernas, observó detenidamente… Sin dudas… ¡Ese pergamino era familiar! —¿Qué…? ¿Por qué…? —preguntó ella, su voz suave, aunque llena de inquietud. Gael no respondió en ese momento. Él, con su otra mano, extendió una de sus garras y, sin titubear, realizó un c
Los muslos de Connie se aferraban con fuerza a la cintura del Rey Dragón, mientras el agua del lago los envolvía. Bajo la superficie, ella podía sentir la dureza de su masculinidad, dejando en evidencia la ardiente pasión contenida en su mate. Sus antebrazos descansaban en los anchos hombros de ese imponente macho, mientras una mano se deslizaba hasta su nuca y la otra acariciaba los húmedos y largos mechones de su cabello blanco, como si con cada toque intentara domar al Rey dragón que era suyo… Únicamente suyo. —Gael… dijiste que no sabías qué haríamos después de esto… Yo tampoco lo sé… Pero… —la voz de Connie tembló al pronunciar esas palabras, un susurro lleno de deseo y duda. Ella tragó saliva, el contacto de las manos de su esposo bajo el agua encendía cada nervio de su cuerpo. Un escalofrío la recorrió, dejándola vulnerable, estremecida—. Mmm~ pero… ¿y si te quedas en mi manada? El Rey Dragón arqueó una ceja, su expresión endurecida por un instante. La sugerencia de Con
Connie sintió los labios de ese Rey dragón sobre los suyos. Un beso suave, lleno de pasión y amor, que causó que una aura de magia blanca la rodeara. En ese momento, el mundo su alrededor pareció desvanecerse. Sus labios eran firmes, pero llenos de una emoción que la hizo estremecerse. Alfa Connie cerró los ojos, entregándose por completo al momento. El agua del lago los envolvió. La magia que fluía de Gael hacía que sus cuerpos brillaran con un resplandor bajo el agua, él sumergiéndose junto a Connie. Ella se sorprendió al descubrir que podía ver claramente bajo esa agua oscura del lago. Los pequeños peces luminosos nadaban alrededor de ellos y las plantas acuáticas se mecían suavemente con la corriente. El fondo del lago lleno piedras brillantes y cristales mágicos, mientras que las raíces de los árboles del bosque colosal se extendían bajo el agua. Gael, como el dragón de agua que era, la tomó de la mano con firmeza. Su toque era cálido, incluso bajo el agua, y Connie sint
✧✧✧ En ese momento. En la manada de Luna Plateada. ✧✧✧ El grito mental de Arlen resonó en la cabeza de Alfa Connor como un rugido ensordecedor. Ese Beta, apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando una segunda explosión iluminó el cielo nocturno, esparciendo llamas y escombros por todas partes. ¡¡BOOOOOM!! El Alfa volteó hacia Blanca, quien lo miraba con los ojos abiertos de par en par, su vestido plateado reflejando el caos que se desataba en el territorio. —¡¿Cómo se infiltraron evitando las trampas, Alfa?! —preguntó Blanca, sin poder creer lo que sus ojos ahora de un intenso rojo carmesí, observaban. —¡Blanca, ve al refugio con los demás! —ordenó Alfa Connor con un rugido que dejó al descubierto sus colmillos. —Pero, mi Alfa, yo… —empezó a protestar ella, su voz temblando con rabia contenida. —¡HÁZLO AHORA! —rugió ese macho pelirrojo, su tono lleno de autoridad, antes de girarse y lanzarse colina abajo, transformándose en un enorme lobo de pelaje oscuro como la n
✧✧✧ Horas atrás en la manada Colmillo Blanco. ✧✧✧ Los pasos de sus botas resonaban lentamente por las escaleras de piedra. Ella sabía de quién se trataba, el olor a lobo fácilmente identificable y… ¡asqueroso!, para esa dragona. Un túnel subterráneo. El hombre-lobo continuó caminando por el pasillo en línea recta, un pasillo rodeado por paredes de piedra sólida en ambos costados. No había absolutamente nada, más que las antorchas que proporcionaban una tenue luz dorada y calidez. Al fondo de todo ese camino, había un enorme salón; grandes columnas lo sostenían. El ambiente era más frío ahí, por el amplio espacio entre las antorchas. Una jaula. Una enorme y poderosa jaula se alzaba en medio del salón circular, con barrotes que estaban incrustados con unas rocas púrpuras similares al anillo de Ingrid, con el que daba forma a su magia. Y ahí… Como un animal encerrado… yacía Arthelis. La dragona, en su forma bestial, estaba libre de cualquier cadena, sí… pero… ¡un collar grueso y
✧✧✧ Más tarde esa madrugada, en el palacio del Clan Frostwind. ✧✧✧ Mirza. Ese era el nombre utilizado como protección para la dragona más longeva de todo el Clan. Había vivido el tiempo suficiente, envejecido, pero nunca se mezcló del todo con otras especies. ¿Su trabajo en el Clan? Era ser el escudo. Si Leo fue la espada, ella era el escudo del Rey dragón, Gael. Su magia era una de resonancia. La vibración en el aire de esa magia invisible se extendía en un trayecto casi ilimitado, hasta donde llegaba el poder de ella y su energía. Le permitía a la dragona mantener a todo el Clan conectado con los fragmentos que creaba, pequeñas joyas púrpuras. Así mismo, utilizaba esa misma magia como un método para emplear la sanación que aprendió a lo largo de su vida. Ambos métodos fueron implementados cuando curó el vientre de Alfa Connie. Sentada en el salón de la torre más alta del palacio, Mirza percibió una alteración en las vibraciones de su magia en el aire. ¡La dragona ab