Connie, sin esperar nada de Gael, le dio la espalda y se dirigió hacia la bañera. Su silueta desnuda fue recorrida por la afilada mirada violeta de ese Rey dragón. Ella era hermosa, más que perfecta… una diosa… al menos, eso fue lo que pensó ese macho en ese momento. —Te esperaré en la habitación —le habló él, que comenzaba a cerrar la puerta. Connie volvió a verlo por encima de su hombro. —¿No tienes que ir a encargarte de Leo? —la Alfa arqueó una ceja, curiosa, notando un comportamiento extraño en su esposo. —No… bueno, sí. Debería, pero haré que Mirza lo haga —le respondió él casi de inmediato. —¿Le pondrás esa carga a Mirza? Gael exhaló, comenzando a sentirse frustrado. —¿No es eso lo que quieres? —preguntó él, confundido, sin entender a la hembra. —¿Lo que quiero? —Quieres que me quede contigo, ¿no? "¿Acaso él… es porque me notó deprimida que se quiere quedar conmigo?" Pensó Connie, y de inmediato un brillo de emoción apareció en sus grandes ojos celestes. Su corazón
Gael dio un paso adelante, el sonido de sus botas resonó en el silencio. Sus manos se cerraron lentamente en puños y finalmente habló, con una voz tan fría como el hielo: —No me obligues a recordarte tus crímenes, Leo. No has dejado honor ni razón en tus acciones —recalcó ese ser con frialdad—. Intentaste asesinar a mi esposa y a mi hijo en su vientre. ¿Qué esperabas? ¿Que te perdonara por eso? ¿Que fuera benevolente? ¡Pff! —Gael sonrió con burla y altivez, acercándose más a la celda—. Tienes que morir. No puedes tocar a mi hembra y salir con vida. Leo se incorporó con dificultad, apoyándose en los barrotes. Su cuerpo temblaba de rabia contenida. —¡SIGLOS, GAEL! ¡Siglos de lealtad! —gritó ese hombre-dragón castaño—. ¿Y todo eso lo tiras por la borda por esa asquerosa loba? ¡Esa perra desgraciada no es más que una intrusa en nuestro Clan, una mancha en la pureza de los Frostwind! Gael entrecerró los ojos, su mirada se volvió una asesina, despiadada. Dio otro paso hacia la jaula, s
POF~ El portal de magia blanca se abrió con un resplandor deslumbrante sobre el césped de la Isla. De él emergió la imponente figura del Rey dragón Gael. Sus ojos violetas, afilados y penetrantes, estaban serenos, pero su agarre era firme y protector. En sus brazos llevaba a su esposa, Alfa Connie, su mirada celeste llena de asombro mientras observaba sus alrededores. Un lago de aguas cristalinas se extendía alrededor de la isla, reflejando los cálidos tonos dorados del atardecer. Colosales árboles rodeaban el lago, sus copas susurrando con la brisa, mientras pequeñas flores coloridas decoraban los arbustos cercanos al árbol central en la isla. Ese árbol, aunque no era uno colosal, era majestuoso, con ramas gruesas y largas que parecían extenderse con elegancia. Gael caminó hasta el césped bajo del centro de la isla y, con delicadeza, bajó a Connie al suelo. Ella lo miró, sus labios ligeramente entreabiertos, mientras su cabello oscuro se agitaba con el viento. —
"Es mío… Él… es solo mío…" Pensó Connie, sus ojos rojos como rubíes lo observaban con una intensidad desbordante. Sus manos, temblorosas, se aferraban levemente a Gael, como si quisiera fundirse con él, movida por la ola de sentimientos que la estremecía. Sabía que él era su mate, su otra mitad, su destino. Lo había marcado. Era su esposo, el único macho con el que compartía su alma, su cuerpo, su todo. Y aun así, siempre había sentido ese vacío doloroso… esa sensación de que algo crucial faltaba. Ese "algo" era su amor. Ahora, lo tenía. Lo sentía y lo sabía. El corazón de Alfa Connie se llenaba de una felicidad tan inmensa que parecía que iba a desbordarse. Lágrimas comenzaron a deslizarse lentamente por sus mejillas, pero esta vez no eran de tristeza… Eran lágrimas felicidad. Sus ojos rojizos, buscaron los de Gael, esos cautivadores y profundos ojos violetas que parecían envolverla, dejándola completamente cautiva. —¿Me amas…? —preguntó ella, su voz apenas u
El lago se encontraba en una calma absoluta, pero, los sonidos de los animales nocturnos llenaban el ambiente como música distante… y dentro de ella, Connie se sentía hecha un caos de emociones y sensaciones. Su cuerpo entero respondía a él, a Gael, como si fuera el único ser capaz de encenderla de esa manera, de excitarla y nublar su juicio. Esa hembra no necesitaba palabras, no podía encontrarlas. Su cuerpo habló por ella, cuando sus manos se aferraron a la camisa de él y de un tirón, la hizo añicos, dejando su pecho al descubierto. Ella se acercó más, pegando su cuerpo al de él, con una intensidad que le arrancó un suspiro entrecortado. "Oh Gael… Mi hermoso diamante de Frostwind…" Pensó esa loba roja. La Alfa se puso de puntillas, y Gael no esperó… Uno de sus brazos la rodeó con fuerza, mientras su otra mano se deslizaba por su espalda. Por otro lado, Connie llevó su mano a la larga cabellera blanca de él, enredando sus dedos con fuerza, atrayéndolo hacia ella, hasta q
La brisa fresca de la noche rozaba la superficie del lago, que reflejaba el brillo plateado de la enorme luna llena en el Clan Frostwind. Alrededor, los árboles colosales del bosque se alzaban majestuosos en la oscuridad, sus copas meciéndose lentamente al compás de una fresca brisa nocturna que se hacía presente. Las pequeñas esporas mágicas que flotaban en el aire, iluminando la escena con un resplandor aún más intenso que antes. El Rey dragón alzó la mano con elegancia, sus dedos largos y firmes dibujando un movimiento en el aire, y en ese instante… Pof~ Un pergamino apareció flotando frente a él, envuelto en un aura de su magia blanca. Alfa Connie, que estaba frente a él, con el agua del lago acariciando sus piernas, observó detenidamente… Sin dudas… ¡Ese pergamino era familiar! —¿Qué…? ¿Por qué…? —preguntó ella, su voz suave, aunque llena de inquietud. Gael no respondió en ese momento. Él, con su otra mano, extendió una de sus garras y, sin titubear, realizó un c
Los muslos de Connie se aferraban con fuerza a la cintura del Rey Dragón, mientras el agua del lago los envolvía. Bajo la superficie, ella podía sentir la dureza de su masculinidad, dejando en evidencia la ardiente pasión contenida en su mate. Sus antebrazos descansaban en los anchos hombros de ese imponente macho, mientras una mano se deslizaba hasta su nuca y la otra acariciaba los húmedos y largos mechones de su cabello blanco, como si con cada toque intentara domar al Rey dragón que era suyo… Únicamente suyo. —Gael… dijiste que no sabías qué haríamos después de esto… Yo tampoco lo sé… Pero… —la voz de Connie tembló al pronunciar esas palabras, un susurro lleno de deseo y duda. Ella tragó saliva, el contacto de las manos de su esposo bajo el agua encendía cada nervio de su cuerpo. Un escalofrío la recorrió, dejándola vulnerable, estremecida—. Mmm~ pero… ¿y si te quedas en mi manada? El Rey Dragón arqueó una ceja, su expresión endurecida por un instante. La sugerencia de Con
Connie sintió los labios de ese Rey dragón sobre los suyos. Un beso suave, lleno de pasión y amor, que causó que una aura de magia blanca la rodeara. En ese momento, el mundo su alrededor pareció desvanecerse. Sus labios eran firmes, pero llenos de una emoción que la hizo estremecerse. Alfa Connie cerró los ojos, entregándose por completo al momento. El agua del lago los envolvió. La magia que fluía de Gael hacía que sus cuerpos brillaran con un resplandor bajo el agua, él sumergiéndose junto a Connie. Ella se sorprendió al descubrir que podía ver claramente bajo esa agua oscura del lago. Los pequeños peces luminosos nadaban alrededor de ellos y las plantas acuáticas se mecían suavemente con la corriente. El fondo del lago lleno piedras brillantes y cristales mágicos, mientras que las raíces de los árboles del bosque colosal se extendían bajo el agua. Gael, como el dragón de agua que era, la tomó de la mano con firmeza. Su toque era cálido, incluso bajo el agua, y Connie sint