Tomé el volante con fuerza, mis nudillos perdieron el color hasta volverse pálidos, mi pulso iba a mil por hora, sin embargo, controlé mis respiraciones. No temblaba, lo que fue buena señal, tampoco vi manchas blancas o borroso, mi visión se volvió más nítida. Tragué saliva, así me aseguré que no tenía la boca seca, probé un poco el clutch en la línea de salida y recité una plegaria silenciosa para que Mateo no hiciera una tontería mientras me metía en la peor carrera de mi vida.Alguien tocó mi vidrio y volteé. Era Mateo y al lado de él estaba Emma quien me miraba inexpresiva. Si no la conociera y fuera mi enemiga, esa chica gótica me pondría los pelos de punta. Bajé la ventanilla y junté mi fuerza de voluntad para no lanzarme hacia Mateo y pedirle que me despertara de esta pesadilla. Porque, amigos, me moría de miedo y lo único que me impedía salir corriendo era la idea de que la chica pálida se iría con los tipos raros y también yo. Y no solo eso, si no que Mateo moriría porque no
—Está hecho, déjanos ir —dije mientras el otro coche enfrenaba—. Fue una buena carrera.Pero antes de que alguien pudiera decir algo, el conductor saltó hacia fuera, me gritó perra puta y disparó. Entonces comenzó el caos. Me agaché y caí al suelo junto al coche, me cercioré de que no estuviera herida de gravedad, pero ni siquiera estaba herida. Las balas comenzaron a volar. Oí un grito, luego un quejido. Yo no traía arma, sabía disparar, pero nunca me dejaba llevar una. Levanté un poco la cabeza y alcancé a ver un cuerpo tirado boca arriba, posiblemente estaba muerto. Un automóvil quiso salir del estacionamiento, pero entre Flavio y Emma le dispararon a las llantas, chocó contra una columna y entonces explotó. ¿Qué verga? Pegué un brinco del susto y volví a agacharme. Cuando oí que alguien gritó mi nombre, me levanté y vi a la chica de tez pálida con una herida en el abdomen, Emma la auxiliaba. Mateo corrió hacia mí, mientras Flavio peleaba cuerpo a cuerpo con un tipo, el que despren
Me lanzo hacia allá y tomo el teléfono. Entonces veo un cadáver cerca; se trata de Franco, el policía. Tiene una herida de bala en la cabeza y mira sin ver hacia la carpa. Claro, no trae pistola porque no estaba de servicio, el pobre no tuvo oportunidad. No veo cerca a su esposa, pero espero que esté bien. Corro de vuelta hacia donde está papá mientras marco el número de emergencias.Estoy a dos pasos de papá cuando alguien se me avienta encima y me manda a volar hasta colisionar con una mesa. Escucho el sonido del arreglo florar al caer y romperse y entonces siento que se me corta la respiración. M*****a sea, definitivamente hoy no es mi día. Aspiro una bocanada de aire antes de ver que alguien me apunta con un arma.Justo en la cara. Tenemos al ganador que matará a Dinaí. Al menos moriré junto con papá.—No más refuerzos —el tipo que me tacleó es un joven de mi edad de cabello oscuro, ojos azules y una nariz delgada, tiene varias pecas casi invisibles en la nariz —, perra.Cierro los
MateoMateo Payró, eres un imbécil de mierda.Actué de forma precipitada cuando vi que Dinaí apuntó directo a Catarina quien se hallaba en el suelo molida a golpes y con el rostro ensangrentado. Dinaí la habría matado, no habría dudado un segundo en disparar. Lo vi en su mirada desquiciada, desesperada y segura.Por mucho que intenté disuadirla de tal error que mancharía sus manos de sangre, fue insuficiente. No es la primera vez que Dinaí asesina a alguien, anteriormente salvó mi vida a expensas de quitarle la vida a otro; a un matón, sicario, secuestrador. Y se lo agradecí y agradeceré cada día de mi existencia. Me prometí a mí mismo amarla y cuidarla de cualquier daño físico y emocional, porque en el momento que accionó el arma y se deshizo de quien estuvo por asesinarme, entendí que era ella con quien quería pasar el resto de mi vida.Y entonces me rompió el corazón. La misma noche en que salvó mi vida, Dinaí se enfadó, me dijo que jamás quería volver a verme si aún estaba obsesio
El olor es vital, el aroma nos guió, sé que Gustavo estaba cerca del mafioso y por eso usamos a Aiden (de quien no sabemos casi nada útil) y las carreras de excusa para infiltrarnos.Sin embargo, el padre de Dinaí está limpio, fuera de la muerte de su esposa, no hay algo fuera de lugar en su expediente. Aunque ni siquiera terminamos de revisarlo, pues alguien robó los documentos de Dinaí y su padre antes de poder completar la investigación. Dejé de sospechar y entonces dieron el pitazo del mafioso en la boda.Al final, ya no importa, mi instinto me dicta que Dinaí es inocente, que verdaderamente no tenía idea de nada. Porque efectivamente ella nació y vivió aquí, es su casa, su pueblo y acá pertenece.—Será sospechosa, pero no evitará que la cuide.—La amas —Catarina me mira irritada y enojada—. Admítelo y date paz. Nunca la superaste. Entiendo que nunca tuvimos nada serio y que el show de la pareja fue más para guardar apariencias; pero debiste haberlo mencionado.Y aquí vamos otra v
AidenCuando logré llegar a la mesa principal después de esquivar balas, golpes y fuego, Di ya no estaba. A quien sí hallé fue a su padre; el señor Macías estaba tan pálido como la maldita nieve, pero al revisar el pulso lo sentí apenas, fue suficiente para traerlo conmigo. Me quitaron a Di, seguramente la policía o los otros se la llevaron, pero iré por ella. Tarde o temprano voy a rescatarla. Más vale que sea temprano que tarde.—¡Señor Macías! —grita la doctora una y otra vez—. ¿Me escucha?El pobre hombre ha entrado tres veces a cirugía, no sé ni qué le hacen, pero desde que lo traje conmigo, la gente me ha tratado casi como a un héroe y han hecho lo posible por mantenerlo vivo. No puedo evitar pensar que tal vez el señor ya quiere descansar. Digo, su maldita prometida le encajó el tallo de una copa en pleno brindis y justo después, la mataron con una bala en la cabeza. Todo frente a él, tal vez solo quiere olvidarse de eso. Y qué mejor que la muerte.Cuando me llegó la llamada de
AidenEs imposible, no hay mejor forma de describir el hecho de que la persona encapuchada y con una voz fantasmagórica acaba de agradecerme por salvar a su "esposo" y que espera ver de nuevo a su "hija". La única persona a la que he salvado en mi vida ha sido al padre de Di y eso fue hace dos días. Y ni siquiera lo contaría como salvación pues el señor Macías aún está delicado. Despertó y todo, pero eso no significa que su cuerpo esté en perfectas condiciones; todavía le falta regenerar, evitar las infecciones, cicatrizar y recuperar fuerza. Con que no se muera puedo darme por servido.Y aparte, la mujer habló de una hija. Marido-hija, es fácil sacar conclusiones. Pero cuando doy media vuelta y volteo hacia la mujer, lo único que puedo asegurar es que definitivamente la hermosa mujer de piel tan blanca como la nieve, ojos claros almendrados y cabello negro rizado; no es la madre de Dinaí. Pudiera tener un ligero y casi imperceptible parecido (sobre todo por la edad), pero no es. Cual
—El asunto es que jamás me llevé bien con mi familia —comienza Rosanna, no logro asimilarla como la mamá de Di, ayuda—. La familia Quijano siempre fue vista en el vecindario como una familia ejemplar, con integrantes amables y el matrimonio perfecto. Pero era pura habladuría, pues bajo la fachada de perfección aguardaba un secreto oscuro: Los padres eran traficantes de cocaína. Y tenían su pequeña "empresa" con la cual sacaban lo suficiente y no se metían con los grandes, pero como siempre, surgió la ambición y empezaron a crecer. Mi solución fue largarme, fui a la universidad y después me mudé a Sores; era mi pueblo ideal. Sin problemas y sin tener que ver sobre mi hombro. Conocí a mi marido quien casi me obligó a invitar a mis padres a la boda porque quería conocerlos. Ese fue el primer gran error. Mis padres y mi hermano —señala a Sandro—, asistieron a la boda. Se mantuvieron apartados y con bajo perfil, pues para entonces ya estaban inmiscuidos en las grandes ligas. Casi ni hablar