Dormimos abrazados, por si lo dudabais. Ni siquiera me quité el vestido, a pesar de sus constantes sugerencias, no quería volverme loca y correr con él, aún tenía demasiado miedo, más después de lo que sucedió con Antonio.Me resistía a despertar, a pesar de que la luz ya se colaba por la ventana de la habitación, y podía sentir sus caricias, por mi rostro, apartándome el cabello de la cara. Sonreí, abriendo los ojos, observándole allí. Estaba tan guapo… que me parecía mentira que acabase de despertar.- Estás guapísimo al despertar – sonrió, sin dejar de mirarme, con cierto brillo en su mirada.- Soy el Jorobado de Notre Dame a tu lado – bromeó, justo cuando su teléfono comenzó a sonar – sólo s
Me sentía como una estúpida, aún no entendía cómo podía haberme comportado de esa forma tan infantil. ¿qué habría él pesando de mí? Las malditas cervezas y mi poco apetito me jugaron una mala pasada.Acepté el café que Alex me daba, había pasado la noche con él, porque no quería volver a casa y comerme la cabeza con tonterías.Él tenía puesta la tele, un programa del corazón, hablando sobre los devaneos de Justin Bieber. Me calmé, mirando hacia la televisión, sin importarme ni un poco que ese crío volviese a dejar plantados a sus fans en un concierto, y fijándome en el nuevo titular que acababa de aparecer.Una foto de Darío en un hotel, junto a esa actriz francesa, entrando en una habitación de hotel. Tragué
Estaba cómoda en aquella cama, tanto que no quería levantarme, a pesar de escuchar el maldito teléfono una y otra vez, que no dejaba de sonar.Me percaté en seguida de que aquella extraña cama a la que me abrazaba respiraba. ¿Y si no era una cama? Abrí los ojos, encontrándole allí, dormido, debajo de mí.Sonreí, como una tonta, recordando cómo me quedé dormida antes de llegar a casa.¿Dónde estaba? ¿qué hora era? ¿por qué él estaba allí? No eran preguntas que quisiese hacerme en aquel momento, no si podía tenerle un poco más, si podía posponer nuestra conversación, alargar aquella ruptura.Un sonido salía de su garganta, resistiéndose a despertar. Sonreí, fijándome en
Hacía tiempo que estaba lista para salir, pero él lucía despreocupado, con aquella gorra que se había puesto, y aquella ropa tan de casual, no se parecía mucho al Darío Espier que todo el mundo estaba acostumbrado.- Unas putas vacaciones – le escuchaba, hablando por teléfono - ¿es mucho pedir? Llevo tres putos años haciéndote ganar dinero, ¿no merezco un respiro? – escuchó lo que el otro tenía que decir – No, es que no te lo estoy preguntando, me lo voy a coger igual, y me dan igual tus putos chantajes de mierda – colgó el teléfono, y miró hacia mí – perdona esto – negué con la cabeza, en señal de que no era nada.- ¿Piensas salir así? – me quejé, mientras él agarraba la cartera, las gafas de sol y el m&oa
Almorzábamos choquitos fritos, sardinas y puntillitas, mientras él me miraba de reojo, en uno de los lugares más concurridos de la ciudad.- Fritos. Pensé que no te gustaban.- Cuando vengo suelo saltarme la dieta – contesté, sonrió.- Pudiste haberte saltado la dieta aquella vez, y no hacer a mi cocinera preparar otra cosa – añadió.- Aquella vez sólo quería molestarte – me atreví a decirle. La cara que puse fue lo más divertido – En aquella época te odiaba ¿recuerdas? – disfrutó del vino, para luego volver a intentar pelar las sardinas con tenedor y cuchillo. A mí siempre me ha gustado más comerla con los dedos, la comida sabe mejor cuando te la comes con las manos, o eso solía decir mi padre &
La luz de un nuevo día se colaba por la ventana, pero ambos nos resistíamos a enfrentarnos al día. Era tarde, pero yo no podía dejar de mirar hacia la forma en la que nuestras manos encajaban.Sonreí, al mismo tiempo que él empezaba a hablar.- Ni siquiera imaginas lo mucho que deseaba esto – aseguró. Me giré para observarlo, me estaba mirando, y lucía tranquilo, feliz – ven aquí – me llamó, soltando mi mano, abrazándome después, aferrándome a él, acariciando mi mejilla con su mano libre - ¿te haces una ligera idea de lo preciosa que eres? – rompí a reír, sin poder evitarlo, mientras él sonreía – me olvido de todos los putos problemas cuando estoy contigo – besé su hombro desnudo, apoyando luego mi barbilla en él &ndash
Mi teléfono no dejó de sonar, pero no iba a cogerlo, ni siquiera tenía ganas de enfrentarme a esa realidad, en el que volvía a ser usada por un hombre, siempre elegían a otra mujer con la que estar, a mí solo me usaban para una cosa.El camarero volvió a llenarme el vaso con tequila, y yo dejé que esa bebida inundase mi garganta, antes de meter el limón que me haría volver a derramar más lágrimas.¿Por qué me sentía tan patética? ¿Por qué no podía rendirme y dejar de luchar, justo como él había hecho? ¿Por qué era la única que seguía luchando contra algo que no estaba destinado a ser?Septiembre, ese mes que te indica que pronto acabará el verano estaba allí. Hacía frío cuando salí del bar
Salir con él aquellos días, por las calles de Cádiz era agradable, sin tener miedo, pudiendo presentárselo a mi familia y amigos, observando como todo el mundo se moría de envidia, mientras los más allegados se alegraban por mí. Todos sabían lo mal que lo pasé con la muerte de papá, y que nunca, jamás llevé un novio a casa. Era demasiado feliz, paseando con él, comiendo junto a la playa, incluso nos bañamos alguna vez, aunque yo no era una persona que adorase ir a la playa a tomar el sol, me gustaban más otras cosas. Me dejó que opinase sobre su ropa, incluso mejoró algunos aspectos sólo porque yo se lo dije, y por las noches era todo un encanto, solía arroparme después de que me quedase dormida, sin intentar absolutamente nada más. Aquella noche estaba lejos de dormirme, me había despertado tarde, fuimos a cenar a casa de tío Joaquín, con tí