Estaba cómoda en aquella cama, tanto que no quería levantarme, a pesar de escuchar el maldito teléfono una y otra vez, que no dejaba de sonar.Me percaté en seguida de que aquella extraña cama a la que me abrazaba respiraba. ¿Y si no era una cama? Abrí los ojos, encontrándole allí, dormido, debajo de mí.Sonreí, como una tonta, recordando cómo me quedé dormida antes de llegar a casa.¿Dónde estaba? ¿qué hora era? ¿por qué él estaba allí? No eran preguntas que quisiese hacerme en aquel momento, no si podía tenerle un poco más, si podía posponer nuestra conversación, alargar aquella ruptura.Un sonido salía de su garganta, resistiéndose a despertar. Sonreí, fijándome en
Hacía tiempo que estaba lista para salir, pero él lucía despreocupado, con aquella gorra que se había puesto, y aquella ropa tan de casual, no se parecía mucho al Darío Espier que todo el mundo estaba acostumbrado.- Unas putas vacaciones – le escuchaba, hablando por teléfono - ¿es mucho pedir? Llevo tres putos años haciéndote ganar dinero, ¿no merezco un respiro? – escuchó lo que el otro tenía que decir – No, es que no te lo estoy preguntando, me lo voy a coger igual, y me dan igual tus putos chantajes de mierda – colgó el teléfono, y miró hacia mí – perdona esto – negué con la cabeza, en señal de que no era nada.- ¿Piensas salir así? – me quejé, mientras él agarraba la cartera, las gafas de sol y el m&oa
Almorzábamos choquitos fritos, sardinas y puntillitas, mientras él me miraba de reojo, en uno de los lugares más concurridos de la ciudad.- Fritos. Pensé que no te gustaban.- Cuando vengo suelo saltarme la dieta – contesté, sonrió.- Pudiste haberte saltado la dieta aquella vez, y no hacer a mi cocinera preparar otra cosa – añadió.- Aquella vez sólo quería molestarte – me atreví a decirle. La cara que puse fue lo más divertido – En aquella época te odiaba ¿recuerdas? – disfrutó del vino, para luego volver a intentar pelar las sardinas con tenedor y cuchillo. A mí siempre me ha gustado más comerla con los dedos, la comida sabe mejor cuando te la comes con las manos, o eso solía decir mi padre &
La luz de un nuevo día se colaba por la ventana, pero ambos nos resistíamos a enfrentarnos al día. Era tarde, pero yo no podía dejar de mirar hacia la forma en la que nuestras manos encajaban.Sonreí, al mismo tiempo que él empezaba a hablar.- Ni siquiera imaginas lo mucho que deseaba esto – aseguró. Me giré para observarlo, me estaba mirando, y lucía tranquilo, feliz – ven aquí – me llamó, soltando mi mano, abrazándome después, aferrándome a él, acariciando mi mejilla con su mano libre - ¿te haces una ligera idea de lo preciosa que eres? – rompí a reír, sin poder evitarlo, mientras él sonreía – me olvido de todos los putos problemas cuando estoy contigo – besé su hombro desnudo, apoyando luego mi barbilla en él &ndash
Mi teléfono no dejó de sonar, pero no iba a cogerlo, ni siquiera tenía ganas de enfrentarme a esa realidad, en el que volvía a ser usada por un hombre, siempre elegían a otra mujer con la que estar, a mí solo me usaban para una cosa.El camarero volvió a llenarme el vaso con tequila, y yo dejé que esa bebida inundase mi garganta, antes de meter el limón que me haría volver a derramar más lágrimas.¿Por qué me sentía tan patética? ¿Por qué no podía rendirme y dejar de luchar, justo como él había hecho? ¿Por qué era la única que seguía luchando contra algo que no estaba destinado a ser?Septiembre, ese mes que te indica que pronto acabará el verano estaba allí. Hacía frío cuando salí del bar
Salir con él aquellos días, por las calles de Cádiz era agradable, sin tener miedo, pudiendo presentárselo a mi familia y amigos, observando como todo el mundo se moría de envidia, mientras los más allegados se alegraban por mí. Todos sabían lo mal que lo pasé con la muerte de papá, y que nunca, jamás llevé un novio a casa. Era demasiado feliz, paseando con él, comiendo junto a la playa, incluso nos bañamos alguna vez, aunque yo no era una persona que adorase ir a la playa a tomar el sol, me gustaban más otras cosas. Me dejó que opinase sobre su ropa, incluso mejoró algunos aspectos sólo porque yo se lo dije, y por las noches era todo un encanto, solía arroparme después de que me quedase dormida, sin intentar absolutamente nada más. Aquella noche estaba lejos de dormirme, me había despertado tarde, fuimos a cenar a casa de tío Joaquín, con tí
Recostaba sobre él, sentía su respiración que subía y bajaba, sin hablar de nada, tan sólo escuchando los sonidos de la noche, con su pierna izquierda metida entre las mías, me sentía tan a gusto allí, que no quería si quiera estropearlo con palabras. Pero tenía tantas preguntas, y una necesidad constante acechándome, como si tuviese que decir todo lo que sentía con palabras, como si mis propios sentimientos me estuviesen asfixiando por no decirlo.- Nunca antes lo había hecho sin condón – confesé.- Yo tampoco – aseguró. Ambos sonreímos. Nos encantaba que fuese nuestra primera vez, en muchos sentidos de la palabra – no sé si ha sido por eso, dicen que, si condón se siente más, o si es porque lo he hecho contigo, pero …- Lo sé
Le besaba, un beso tras otro, todos en su mejilla, haciéndole reír, divertido, mientras entrelazaba nuestras manos, abrazándole por detrás, después de asegurarle que él se merecía estar viviendo aquello. - No te esperaba tan cariñosa después de todos los besos que nos dimos anoche – me dijo, sonreí, volviendo a darle más besos – gracias por elegirme esta vez. - Cómo vuelvas a decir que no lo mereces, me enfadaré mucho – le dije. Sonrió, dejándose besar por mí un poco más. - Te hice mucho daño – me dijo. Tenía razón. Me senté sobre él, agarrándome a su cuello – María yo… - se lamió los labios, dubitativo, bajando la cabeza un momento - … me arrepiento tanto… - Me haces muy feliz ahora – le dije – estás compensando todo ese dolor ahora. - Fui un capullo egoísta – se quejó. Sonreí – si tuviese una má