Terminaba mi última clase de las tres, aquel viernes, a la hora de comer. Tenía ganas de verle, debo admitir, y sabiendo que le vería a la noche, tan sólo estaba incluso más ansiosa. Quería que el tiempo pasase rápido, quería… Les explicaba a los alumnos el significado de usar telas de comercio justo, la importancia que tenía eso en el mundo en el que vivíamos hoy día, parecía un tema de conversación aburrido, pero era uno de mis favoritos. - Siento molestarte – me dijo Susana, la chica que había contratado para que me ayudase esos días con las matriculaciones, mientras yo daba clases, no daba abasto para hacerlo todo yo – sé que aún quedan diez minutos de clase, pero te buscan – la miré, sin comprender. ¿Quién sería? ¿era Camila? ¿Paula? - Bueno, podemos dejarlo aquí chicos – les dije a mis alumn
Despedíamos a Alejandro con la mano, ante mi promesa de que le llamaría más tarde. Sonreí, girándome para mirar hacia Darío que aún estaba allí.- Deberías haber esperado hasta la noche – me quejé – tengo clases a las cinco, y no voy a terminar hasta las nueve, así que …- Así que… soy tu novio – bajé la cabeza, avergonzada. Ese tipo de cosas siempre me hacía sentir como una niña inexperta, quizás porque nunca tuve un novio. Cuando era joven me la pasaba estudiando para poder conseguir en un futuro mis sueños, sin tener tiempo para chicos, y cuando pude hacerlo, estaba demasiado ocupada con el trabajo, así que … supongo que sólo se acercaban a mí los chicos que sólo querían sexo.- ¿No quieres? &nda
Dormimos abrazados, por si lo dudabais. Ni siquiera me quité el vestido, a pesar de sus constantes sugerencias, no quería volverme loca y correr con él, aún tenía demasiado miedo, más después de lo que sucedió con Antonio.Me resistía a despertar, a pesar de que la luz ya se colaba por la ventana de la habitación, y podía sentir sus caricias, por mi rostro, apartándome el cabello de la cara. Sonreí, abriendo los ojos, observándole allí. Estaba tan guapo… que me parecía mentira que acabase de despertar.- Estás guapísimo al despertar – sonrió, sin dejar de mirarme, con cierto brillo en su mirada.- Soy el Jorobado de Notre Dame a tu lado – bromeó, justo cuando su teléfono comenzó a sonar – sólo s
Me sentía como una estúpida, aún no entendía cómo podía haberme comportado de esa forma tan infantil. ¿qué habría él pesando de mí? Las malditas cervezas y mi poco apetito me jugaron una mala pasada.Acepté el café que Alex me daba, había pasado la noche con él, porque no quería volver a casa y comerme la cabeza con tonterías.Él tenía puesta la tele, un programa del corazón, hablando sobre los devaneos de Justin Bieber. Me calmé, mirando hacia la televisión, sin importarme ni un poco que ese crío volviese a dejar plantados a sus fans en un concierto, y fijándome en el nuevo titular que acababa de aparecer.Una foto de Darío en un hotel, junto a esa actriz francesa, entrando en una habitación de hotel. Tragué
Estaba cómoda en aquella cama, tanto que no quería levantarme, a pesar de escuchar el maldito teléfono una y otra vez, que no dejaba de sonar.Me percaté en seguida de que aquella extraña cama a la que me abrazaba respiraba. ¿Y si no era una cama? Abrí los ojos, encontrándole allí, dormido, debajo de mí.Sonreí, como una tonta, recordando cómo me quedé dormida antes de llegar a casa.¿Dónde estaba? ¿qué hora era? ¿por qué él estaba allí? No eran preguntas que quisiese hacerme en aquel momento, no si podía tenerle un poco más, si podía posponer nuestra conversación, alargar aquella ruptura.Un sonido salía de su garganta, resistiéndose a despertar. Sonreí, fijándome en
Hacía tiempo que estaba lista para salir, pero él lucía despreocupado, con aquella gorra que se había puesto, y aquella ropa tan de casual, no se parecía mucho al Darío Espier que todo el mundo estaba acostumbrado.- Unas putas vacaciones – le escuchaba, hablando por teléfono - ¿es mucho pedir? Llevo tres putos años haciéndote ganar dinero, ¿no merezco un respiro? – escuchó lo que el otro tenía que decir – No, es que no te lo estoy preguntando, me lo voy a coger igual, y me dan igual tus putos chantajes de mierda – colgó el teléfono, y miró hacia mí – perdona esto – negué con la cabeza, en señal de que no era nada.- ¿Piensas salir así? – me quejé, mientras él agarraba la cartera, las gafas de sol y el m&oa
Almorzábamos choquitos fritos, sardinas y puntillitas, mientras él me miraba de reojo, en uno de los lugares más concurridos de la ciudad.- Fritos. Pensé que no te gustaban.- Cuando vengo suelo saltarme la dieta – contesté, sonrió.- Pudiste haberte saltado la dieta aquella vez, y no hacer a mi cocinera preparar otra cosa – añadió.- Aquella vez sólo quería molestarte – me atreví a decirle. La cara que puse fue lo más divertido – En aquella época te odiaba ¿recuerdas? – disfrutó del vino, para luego volver a intentar pelar las sardinas con tenedor y cuchillo. A mí siempre me ha gustado más comerla con los dedos, la comida sabe mejor cuando te la comes con las manos, o eso solía decir mi padre &
La luz de un nuevo día se colaba por la ventana, pero ambos nos resistíamos a enfrentarnos al día. Era tarde, pero yo no podía dejar de mirar hacia la forma en la que nuestras manos encajaban.Sonreí, al mismo tiempo que él empezaba a hablar.- Ni siquiera imaginas lo mucho que deseaba esto – aseguró. Me giré para observarlo, me estaba mirando, y lucía tranquilo, feliz – ven aquí – me llamó, soltando mi mano, abrazándome después, aferrándome a él, acariciando mi mejilla con su mano libre - ¿te haces una ligera idea de lo preciosa que eres? – rompí a reír, sin poder evitarlo, mientras él sonreía – me olvido de todos los putos problemas cuando estoy contigo – besé su hombro desnudo, apoyando luego mi barbilla en él &ndash