Llevaba media hora sentada en la silla del salón, con las llaves aún en la mano, y el bolso colgado, como si acabase de llegar. Tenía la mirada perdida, fija en la luz de la luna que se colaba por la ventana, haciendo una sombra extraña en el suelo. Las lágrimas habían dejado de salir, hacía ya tiempo, pero restos de ese dolor aún me hacían daño. El teléfono no había dejado de sonar, sobre la mesa, pero ni siquiera lo respondí, ni una vez, porque no quería hablar con él. Odiarle. Volvería a resguardarme dentro de los muros que yo misma había levantado a mi alrededor, sin dejar entrar a nadie, sin confiar, y no volvería a dar una tregua, jamás. Detestarle. Eso era lo único que me calmaría. Convertir todo el dolor en venganza, odio, … no me parecía tan mala idea. Fue lo que siempre hice, pero aquella vez, los sentimientos eran mucho má
No le dije nada a mis amigas. ¿Cómo iba a hacerlo? ¿qué pensarían de mí? No tenía pensado ir, era un error todo aquello, confiar en él… Se acostó con Casandra, m*****a sea. Dejé de pensar en tonterías, y miré hacia Camila, que contaba su perfecta conversación con Manuel, mientras yo sacaba el teléfono del bolsillo, y marcaba su número, más que dispuesta a contarle que no iba a ir. Esperé un tono, dos, tres, cuatro… justo iba a colgar, cuando alguien respondió al otro lado, pero no era él. - ¿Sí? – tragué saliva, sin saber qué decir, durante un momento, escuchando el jaleo que había por allí. - ¿Está Darío? – pregunté, haciendo sonreír, mientras miraba a su amigo, que estaba metido en la piscina, bromeando con Casandra.
Terminamos apagando la música, cerca de las cinco de la mañana, hablando de tonterías en su terraza, sobre una zona de sofás, escuchando a nuestros amigos, con las manos entrelazadas. Él me hacía sentir bien. Estaba cansada, así que … terminé quedándome dormida, sin apenas darme cuenta sobre él. Me arropó entre sus brazos, cubriéndome con su chaqueta, pues en las noches refrescaba. Paula nos observaba, sin dar crédito, de reojo, siguiendo aquella conversación sobre los frutos secos que podían causarte gases. Volvió la vista para observarnos, dándose cuenta de que él también se había quedado dormido, apoyando sobre mí. . . La luz que se colaba por la ventana me despertó. Abrí los ojos, ni siquiera sabía dónde estaba, y sentía un leve cosquilleo constante en la mejilla.
Camila, Paula y yo volvíamos a casa en taxi. Mi prima estaba agotada, ni siquiera sabía si se había acostado con Miguel, pero no pude preguntárselo, porque se quedó dormida a mitad de camino. - Estás muy callada – dije hacia Camila, que no había intentado convencerme de nada en todo el trayecto. Ella se encogió de hombros sin soltar prenda - ¿de qué hablabais, Darío y tú? - Ese idiota estaba colado por ti en el instituto – se quejó. Ladeé la cabeza para mirarla, con la boca abierta, sin dar crédito. ¿por qué ella decía algo así? - ¿te acuerdas del viaje de fin de curso? – sonreí al pensar en ello. Me encantó ese viaje. Fuimos a esquiar a los Alpes. Asentí en respuesta - ¿te acuerdas de la última noche? – pensé en ello, fuimos a ver las estrellas junto a Diego y los demás. - Estaba tan asustada de estar en lo alto del tejado – me quejé, divertida, r
Caminábamos por la playa, descalzos, sujetando nuestros zapatos en una mano, con una gran sonrisa, bajo aquel bonito cielo de estrellas, con la luna alumbrándonos. Subiendo por el camino hacia su casa, sin decir nada, agarrados de la mano, con miradas cómplices a cada tanto. Las luces de su casa estaban apagadas, lo que me sorprendió. - Es un sistema para ahorrar energía – me contestó, antes si quiera de que hubiese preguntado al respecto – si los sensores no captan movimiento, se apagan solos. - ¿se encienden si captan movimiento? – quise saber, subiendo hasta la terraza, moviéndome aquí y allá, haciéndole reír - ¿no? – negó con la cabeza. - Vamos – me agarró de la mano y tiró de mí hacia el interior de la casa, hizo el amago de encender la luz, pero le detuve. Me observó, sin comprender.
¡Dios! La puta venganza de los huevos había estado a punto de írseme de las manos.Pensé en nosotros de regreso a casa, porque era obvio, que después de lo que había estado a punto de pasar entre nosotros, no iba a quedarme a dormir en su cama.¿Qué sucedería cuando se acabasen las diez citas? ¿De verdad íbamos a seguir viéndonos después de eso?Estudié minuciosamente cada detalle de aquella perfecta cita, deteniéndome al darme cuenta de que él ni siquiera me dijo el tipo de relación que tenía con su ex.Yo:¿Cuándo volverás de tu viaje?El señor de las estrellas:En principio el viernes.¿Por qué?
Terminaba mi última clase de las tres, aquel viernes, a la hora de comer. Tenía ganas de verle, debo admitir, y sabiendo que le vería a la noche, tan sólo estaba incluso más ansiosa. Quería que el tiempo pasase rápido, quería… Les explicaba a los alumnos el significado de usar telas de comercio justo, la importancia que tenía eso en el mundo en el que vivíamos hoy día, parecía un tema de conversación aburrido, pero era uno de mis favoritos. - Siento molestarte – me dijo Susana, la chica que había contratado para que me ayudase esos días con las matriculaciones, mientras yo daba clases, no daba abasto para hacerlo todo yo – sé que aún quedan diez minutos de clase, pero te buscan – la miré, sin comprender. ¿Quién sería? ¿era Camila? ¿Paula? - Bueno, podemos dejarlo aquí chicos – les dije a mis alumn
Despedíamos a Alejandro con la mano, ante mi promesa de que le llamaría más tarde. Sonreí, girándome para mirar hacia Darío que aún estaba allí.- Deberías haber esperado hasta la noche – me quejé – tengo clases a las cinco, y no voy a terminar hasta las nueve, así que …- Así que… soy tu novio – bajé la cabeza, avergonzada. Ese tipo de cosas siempre me hacía sentir como una niña inexperta, quizás porque nunca tuve un novio. Cuando era joven me la pasaba estudiando para poder conseguir en un futuro mis sueños, sin tener tiempo para chicos, y cuando pude hacerlo, estaba demasiado ocupada con el trabajo, así que … supongo que sólo se acercaban a mí los chicos que sólo querían sexo.- ¿No quieres? &nda