La jovencita revisó su bandeja de entrada por vigésima vez en el día. Nada. Ni un solo correo. Al menos no uno importante…

Había pasado ya una semana desde el último correo de Gretel, y la niña comenzó a considerar que el anhelado mensaje jamás llegaría. Tal vez había presionado demasiado a su amiga y su estrategia se tornó contraproducente. Quizá Gretel había descubierto tantas cosas malas sobre la SS, que optó por mejor olvidarlo todo y borrar los correos electrónicos de su “amiga interdimensional”.

O tal vez no había encontrado nada en los libros de su abuelo. Eso automáticamente calificaría a su “amiga por correspondencia” como una mentirosa que había creado una compleja historia llena de intrigas, envidia y malas intenciones, diseñada solo para alejarla de su vocación y amor a su patria.