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¿Qué? ¡Mamá, soy yo, tu hija!

- ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! Gruño como un loco y entre dientes, y cuando estoy a punto de explotar, Erick detiene todo y se coloca entre mis piernas. Se inclina un poco, lo suficiente para tomar mi boca, haciéndome saborear la mía, y luego siento que me penetra con ansia, moviéndose al mismo tiempo. - ¡Erick! Erick! Mis gemidos llenan toda la habitación y como si buscara un refugio seguro, mis manos agarran sus hombros y mis uñas se clavan en su piel.

- Sí, mi hermosa, estoy sintiendo lo mismo que tú. Ven conmigo, Eva, ven conmigo. - Gruñe al final de la oración, moviéndose con frenesí y ambos caemos en el limbo, siendo partidos por la mitad. Gruñe en mi boca y sofoca mis escandalosos gemidos, y de repente llega la calma. Jadeando, se aleja un poco, pero nuestros ojos permanecen conectados.

“Creo que soy adicto a ti”, confiesa sonriendo y después de un rápido beso en mi boca, se deja caer a mi lado, acercándome a su cuerpo. Apoyé la cabeza en su pecho a tiempo
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