—¿Cómo te sientes cariño? —preguntó mi dulce esposo, pude sentir cómo el colchón se hundió por su peso y su mano acarició mi espalda con ternura.
—Fatal… este bebé va a matarme.
—Solo unas semanas más y todo pasará. Al menos eso dijo la doctora.
—Lo sé, con Hope me pasó lo mismo, pero no fue tan tremendo el malestar.
—Debe ser un varón, por eso es diferente.
—Sigue pensando en eso…
—Debo irme, dejaré a Hope en el colegio. Llámame si me necesitas.
—Lo haré cariño. Que tengas buen día. Dile a mi pequeña que venga a despedirse de su madre.
—Adiós mami, que te mejores pronto —mi niña estaba cada vez más grande. Ya tenía once años, pero siempre sería mi pequeñabell, aq
—¿Puedo ir a la pelea contigo? —preguntó mi pequeño mientras yo recogía las cosas en el bolso. Hoy tenía un nuevo encuentro, esta vez en defensa del título.—Sí, el tío Tyler te llevará.—¡Genial! —gritó emocionado mientras corría a la cocina en busca de su compañero de travesuras, su tío. Mi amigo no volvió a enlistarse desde la trágica muerte de su madre hacía unos meses. Él y su padre se mudaron a California. De momento estaba ayudándome en el gimnasio, entrenaba a algunos chicos y lo hacía muy bien. Pero sobre todo lo ayudaba a tener la cabeza ocupada. La que me preocupaba era Blair, que no lograba reponerse del accidente. Elaine viajaba con su marido en el auto cuando un conductor ebrio los embistió, mi suegro perdió el control y ella, que no llevaba cinturón, sali&oac
—Tú puedes amor. ¡Puja! —me incitó Zack a mi lado mientras sujetaba una de mis piernas. Mi hija sujetaba la otra, así lo quiso ella.Volví a concentrar todas mis fuerzas en mi pelvis y a pujar una vez más. Y finalmente después de 8 largas horas de parto, mi pequeño Abel estaba aquí. Su llanto resonó fuerte y alto y no pude contener las lágrimas.—¡Bien hecho mamá! Aquí tienes a tu pequeño —dijo Alicia, quien una vez más trajo un hijo mío al mundo.—¡Gracias Al! —lo puso sobre mi pecho y el pequeño hambriento de inmediato buscó mi seno para alimentarse, todos reímos y lo amamanté al instante. Mi esposo me besó la frente y vi sus ojos llenos de lágrimas que, en vano, intentaba detener.—Gracias amor. Es perfecto.—Lo es, ¿verdad? &mda
La muerte era fácil, lo difícil era seguir vivo… ¿Cómo sobrevivir a la enorme culpa que sentía por la muerte de Blair? Aún no lo sabía, lo único que tenía en claro era que debía seguir adelante, por mis hijos. El resto… todo estaba perdido. Por suerte Candice se ofreció a pasar el día con Mason. Necesitaba un poco de espacio para pensar. Pensar en cómo diablos iba a criar a mi hijo solo, cómo iba a seguir adelante.Me subí a la motocicleta y emprendí el camino a Pittsburg, sabía exactamente a dónde necesitaba ir. El único lugar en el mundo que me daba paz y tranquilidad.Unas cuantas horas más tarde llegué a mi destino, nuestro lugar en el mundo, nuestro muelle. Ese recóndito y apartado muelle al que solíamos ir con Becca a menudo, donde nos contábamos nuestros sueños, plane
—Duérmete mi niño, duérmete mi sol… —le cantaba al pequeño Abel mientras nos mecíamos en la misma silla que años atrás usé con mi hija. Él cerró sus pequeños ojos grises que cambiaban de color según el tiempo, exactamente igual a los míos.—Amor, Jake está aquí, quiere hablar contigo —susurró mi marido desde la puerta de la habitación del niño.—Voy enseguida —le advertí mientras dejaba a mi hijo en su cuna y lo arropaba con cuidado.Cuando llegué al descanso de la escalera lo vi. Supe que era Jake, pero no lucía como él. El hombre que tenía enfrente había perdido su brillo, llevaba una gruesa y larga barba, el cabello más largo de lo que alguna vez lo vi, estaba mucho más delgado y parecía alguien mayor de lo que era. Sabía qu
—Abrochen sus cinturones niñas, aterrizaremos en diez minutos —avisó el capitán por el altavoz del C-17 Globemaster III.—¿Listo para la acción? —preguntó Tyler a mi lado.—Como siempre.Una vez en tierra entramos a la base militar situada en Irak. Como oficial al mando del Segundo batallón de los Rangers, me reuní en la sala de mando con el resto de los oficiales. Tras las presentaciones y los saludos con los viejos conocidos nos informaron de nuestra misión.—Sus órdenes son entrenar al ejército iraquí para combatir a los insurgentes —anunció el general Kelley—¿Estamos en territorio hostil general? —pregunté precavido.—Por el momento no hemos recibido ataques, teniente. Pero los insurgentes tienen bases y células terroristas por todo el lugar
—Se hace tarde chicos ¡Perderán el autobús! —grité desde abajo. Y escuché puertas que se abrían y se cerraban.—Que tengas buen día amor —saludó mi esposo mientras me daba un dulce beso en los labios.—Igualmente cariño. Ten cuidado —agregué y lo vi salir.—Pupa mami —pidió Abel colgándose de mi pierna y estirando los bracitos. Sonreí y lo cargué.—¿Tienes hambre? —pregunté cariñosa mientras nos dirigíamos a la cocina.—¡Así! —dijo separando sus brazos a la máxima distancia posible.—De acuerdo —lo senté en su silla de comer y puse el bol con avena a su alcance. Comió más con las manos que con el cubierto, por supuesto.—Buenos días mamá —Hope tiró
Llegamos a la base militar a retirar los cajones vacíos de Jake y Tyler. Pero no fueron los únicos que bajaron de la inmensa nave. Lo acompañaron otros seis. Los soldados que estaban en el lugar hicieron la venia militar de rigor mientras los féretros cubiertos por banderas de Estados Unidos eran cargados en los coches fúnebres.Lentamente comenzó un desfile de autos de camino al cementerio nacional Fort Rosecrans en San Diego.Una vez allí, la ceremonia comenzó. El obispo dio un breve discurso y luego habló el general Kelley, que hizo hincapié en las hazañas bélicas y heroicas de Jake y Tyler. Uno a uno pasaron distintos soldados y clavaron en cada féretro la insignia de los Rangers. Ni siquiera noté que los padres de Jake estaban allí, el Coronel Gilbert vistiendo su traje militar de gala y en su silla de ruedas, me pregunté si &e
—Si puedes escucharme mueve la mano —pidió una voz que desconocía, pero reconocí el idioma, ¿árabe? ¿Dónde diablo estaba? ¿Acaso me tenían prisionero? Intenté abrir los ojos, pero mis párpados pesaban una tonelada. Moví mi mano ¿Lo hice? Sé que lo intenté, pero no sentí que se moviera. Quizás… probé con un dedo, debería ser más fácil.—¿Me escuchas? ¿Estás despierto? Vuelve a hacerlo —repitió la misma voz en un tono más alto. Repetí la acción y esta vez no me costó tanto.—Bajen los medicamentos, está respondiendo. Bienvenido de vuelta amigo —agregó. ¿De vuelta? ¿Qué diablos pasó? ¿Por qué no puedo recordar?***—Intentémoslo una vez más.