El encuentro con su madre biológica significó para Leo un alivio a su atribulado corazón, que luego de despedirse de sus padres, pudo regresar a su departamento con un peso menos encima. Mientras caminaba, empezó a pensar en una forma de cómo hacer las paces con Claire y, quizá, adaptarse a su nueva realidad como padre. Aunque no estaba entre sus planes formar una familia, realmente quería mantener una relación cordial con la mujer que daría a luz a su hijo. «Quizá las cosas hubieran sido diferentes si nos hubiéramos conocido antes», pensó con amargura, mientras miraba a una pareja joven disfrutando de jugar con sus hijos en el parque. Cuando finalmente llegó a su departamento, sintió tanto cansancio, que decidió darse una ducha rápida e irse a la cama pronto. Al día siguiente, notó que había dormido tan bien, que se levantó con ánimos para ir a trabajar. Tal como Luis le había indicado, a las 10 de la mañana llegó por él. Incluso este notó su buen humor e inmediatamente lo señaló
Curiosamente, al tiempo en que la empleada que atendía a Leo abrió la cortina, el cubículo donde estaba Claire también fue despejado, revelando a la futura novia portando un hermoso vestido de brillantes corte sirena, que acentuaba su silueta bien definida. El atuendo fue completado por un velo largo tipo catedral, que era adornado con una delicada tiara, lo que la hacía lucir como una princesa de cuento de hadas. En ese momento, Leo y Claire cruzaron miradas, visiblemente consternados al verse vestidos con esos trajes, en especial el chico pelirrojo, quien quedó boquiabierto por cómo lucía ella con el traje de bodas puesto. —Dios, es bellísima —dijo embelesado. En ese momento, una empleada que presenció el momento, confundió a Leo como el prometido de la novia y preguntó entusiasmada. —¿Qué le parece el vestido de su futura esposa? ¿Verdad que luce muy bonito? —Definitivamente, es preciosa —respondió sin pensar. Claire se sonrojó ante el atrevido comentario y su corazón comenzó
Leo tuvo que mantener la buena cara durante el tiempo en que estuvo probándose los trajes, aunque en el fondo ardía de rabia de solo recordar cómo Mike y Claire actuaban como una pareja real frente a las demás personas. A pesar de que hizo todo lo posible por ocultar su malestar, las empleadas notaron su mal humor y pronto empezaron a quejarse de la actitud poco desdeñosa de Leo, comentarios que llegaron a los oídos de Luis, quien se quedó atrás escuchando atento lo que ellas decían. —¡Ash! Ese tipo se cree importante solo por ser tan guapo, porque no dice nada y se viste de mala gana —dijo una. —¿Verdad? Tan bien que nos cayó la pareja de hace rato, como para soportar los desplantes del fulano ese —comentó la empleada más joven. —¡Ay sí! Ellos eran tan amables, aunque me parece que eran conocidos del dizque modelo —comentó otra más. —Ajá, como que algo se traen, porque el pelirrojo se comía con la mirada a la prometida del novio —sugirió la primera. —También lo notaste, ¿no? —d
La pregunta de Maddie sacudió bastante al chico pelirrojo, que lo dejó sin palabras. Al ver que este no respondía, la atrevida mujer volvió a cuestionar con la esperanza de que se sincerara de una vez. —¿Qué pasa? ¿Acaso no estás seguro de tus sentimientos? No me digas que te atreviste a acostarte con mi amiga, mientras aún sentías algo por mí. Este señalamiento irritó al joven pelirrojo, ya que lo que Maddie decía no era del todo cierto, así que respondió contundente. —¡Qué vanidosa eres! ¿Por qué asumes que aún sigo interesado en ti? Según recuerdo, lo nuestro fue casual y solo cometí el error de pensar que me sentiría bien en una relación sin compromiso. Maddie parpadeó asombrada al escuchar esto y pensó: «¡Increíble! Este hombre realmente no es el mismo que conocí en el pasado, cuando solo era un chico tímido». —¿En serio? —insistió en su cuestionamiento. Harto de ese asunto, Leo la miró con frialdad y respondió. —¿Quieres que te diga la verdad? —Sí —contestó ella con firm
En el jardín de un conocido hotel de Ciudad M, Michael Davis esperaba con ansias a que su amigo Leo apareciera en cualquier momento. «¡Arg! ¿Será que Maddie pudo convencer al tonto ese? No puedo creer que terminaré con mi eterna soltería de esta forma», pensó nervioso el muchacho. En ese momento, sus compañeros del “Escuadrón Rojo” se acercaron para preguntar cómo se encontraba. —Oye, ¿todo bien? ¿Estás nervioso? —preguntó Ian rudamente. —¿En serio vas a casarte hoy? —cuestionó Dan con incredulidad. —¿Eh? Chicos, no se preocupen, todo está fríamente calculado. Estoy seguro de que ese tonto llegará en cualquier momento —respondió Mike con seguridad, aunque en el fondo se estaba preocupando de que quedaba poco tiempo para que comenzara la ceremonia. —Y Claire, ¿está bien? —preguntó Jerry. —Sí, la vi hace rato cuando nos estábamos vistiendo. Ella está bastante tranquila y luce muy preciosa con su vestido —respondió Mike con entusiasmo. Sus tres amigos se miraron entre sí preocupad
—¡Al fin llegaste! La acaban de ingresar a la sala de partos —dijo Maddie mirándome angustiada. —¡Rayos! Espero que me dejen pasar —respondí. En ese momento apareció una enfermera que, al verme, se dirigió a mí con una expresión seria. —¿Usted es el padre? Maddie volteó a verme con curiosidad, en tanto que yo respondí inclinando la cabeza de manera afirmativa. —Sí. —Muy bien, venga conmigo —indicó la enfermera. Sin más, me despedí de Maddie, quien en ese momento juntó las manos como si fuera a rezar. Después de esto, seguí a la enfermera que me guió hasta la sala de parto. Cuando llegué, Claire me miró asustada. Su rostro estaba pálido, sus lágrimas corrían por sus mejillas y respiraba de manera agitada. —¡Viniste! —exclamó entre sollozos. Me sentí abrumado al verla en ese estado, al grado de quedarme sin palabras, sumergido en aquel caos de doctores y enfermeras que iban y venían diciendo un montón de términos médicos que no entendía. —Señor, póngase esto antes de acercar
Leo se encontraba de camino al aeropuerto para tomar el avión que lo llevaría a París, donde tendría una participación como juez en un Torneo Mundial de Gamers, cuando sintió que su teléfono móvil vibraba. Al leer el nombre de quien llamaba, por un momento dudó en atender, sin embargo, tras meditar un poco, tuvo un presentimiento e inmediatamente contestó. —¿Bueno? —preguntó fingiendo indiferencia, en un intento por ocultar la emoción que le causaba esta llamada. —Hola, amigo —respondió la voz de Mike al otro lado de la línea—. Acaba de nacer tu hija. En ese momento, Leo tembló y sus ojos se cristalizaron por la emoción que le causaba tan impactante noticia. «Finalmente nació. Esto… esto es sumamente increíble», pensó el ansioso hombre, que en el fondo consideró la idea de cambiar su vuelo con tal de ir a conocer a esa pequeña personita. Sin embargo, su emoción se desvaneció al recordar que esto no sería posible. Como no quería que su amigo notara su entusiasmo, apartó la bocina
Tras colgar, Leo se concentró en seguir a Luis que caminaba apresurado por las salas de espera. Cuando finalmente abordaron el avión, el chico pelirrojo pudo tomar un respiro, sin embargo, la tranquilidad fue momentánea, ya que sintió que su teléfono móvil vibró. Al revisarlo, vio que se trataba de un mensaje de texto de Mike. «¡Ah! ¿Por qué es tan insistente?», pensó fastidiado al tiempo que desplegaba la aplicación de mensajería. En ese momento sintió un vuelco en el corazón al ver la fotografía que le había enviado su tonto amigo, con el siguiente mensaje: “Acaso no lucen preciosas. Maggie se parece mucho a ti”. En tanto, Luis notó que su representado miraba con detenimiento su teléfono móvil y echó un vistazo a la pantalla del teléfono móvil. Cuando vio la imagen de la recién nacida, comentó con curiosidad: —Esa bebé se parece mucho a ti. —¿Qué? —replicó el muchacho aturdido. Aunque era obvio que la bebé era pelirroja, el sereno mánager resaltó ese detalle. —¿Es tu hija?