En el jardín de un conocido hotel de Ciudad M, Michael Davis esperaba con ansias a que su amigo Leo apareciera en cualquier momento. «¡Arg! ¿Será que Maddie pudo convencer al tonto ese? No puedo creer que terminaré con mi eterna soltería de esta forma», pensó nervioso el muchacho. En ese momento, sus compañeros del “Escuadrón Rojo” se acercaron para preguntar cómo se encontraba. —Oye, ¿todo bien? ¿Estás nervioso? —preguntó Ian rudamente. —¿En serio vas a casarte hoy? —cuestionó Dan con incredulidad. —¿Eh? Chicos, no se preocupen, todo está fríamente calculado. Estoy seguro de que ese tonto llegará en cualquier momento —respondió Mike con seguridad, aunque en el fondo se estaba preocupando de que quedaba poco tiempo para que comenzara la ceremonia. —Y Claire, ¿está bien? —preguntó Jerry. —Sí, la vi hace rato cuando nos estábamos vistiendo. Ella está bastante tranquila y luce muy preciosa con su vestido —respondió Mike con entusiasmo. Sus tres amigos se miraron entre sí preocupad
—¡Al fin llegaste! La acaban de ingresar a la sala de partos —dijo Maddie mirándome angustiada. —¡Rayos! Espero que me dejen pasar —respondí. En ese momento apareció una enfermera que, al verme, se dirigió a mí con una expresión seria. —¿Usted es el padre? Maddie volteó a verme con curiosidad, en tanto que yo respondí inclinando la cabeza de manera afirmativa. —Sí. —Muy bien, venga conmigo —indicó la enfermera. Sin más, me despedí de Maddie, quien en ese momento juntó las manos como si fuera a rezar. Después de esto, seguí a la enfermera que me guió hasta la sala de parto. Cuando llegué, Claire me miró asustada. Su rostro estaba pálido, sus lágrimas corrían por sus mejillas y respiraba de manera agitada. —¡Viniste! —exclamó entre sollozos. Me sentí abrumado al verla en ese estado, al grado de quedarme sin palabras, sumergido en aquel caos de doctores y enfermeras que iban y venían diciendo un montón de términos médicos que no entendía. —Señor, póngase esto antes de acercar
Leo se encontraba de camino al aeropuerto para tomar el avión que lo llevaría a París, donde tendría una participación como juez en un Torneo Mundial de Gamers, cuando sintió que su teléfono móvil vibraba. Al leer el nombre de quien llamaba, por un momento dudó en atender, sin embargo, tras meditar un poco, tuvo un presentimiento e inmediatamente contestó. —¿Bueno? —preguntó fingiendo indiferencia, en un intento por ocultar la emoción que le causaba esta llamada. —Hola, amigo —respondió la voz de Mike al otro lado de la línea—. Acaba de nacer tu hija. En ese momento, Leo tembló y sus ojos se cristalizaron por la emoción que le causaba tan impactante noticia. «Finalmente nació. Esto… esto es sumamente increíble», pensó el ansioso hombre, que en el fondo consideró la idea de cambiar su vuelo con tal de ir a conocer a esa pequeña personita. Sin embargo, su emoción se desvaneció al recordar que esto no sería posible. Como no quería que su amigo notara su entusiasmo, apartó la bocina
Tras colgar, Leo se concentró en seguir a Luis que caminaba apresurado por las salas de espera. Cuando finalmente abordaron el avión, el chico pelirrojo pudo tomar un respiro, sin embargo, la tranquilidad fue momentánea, ya que sintió que su teléfono móvil vibró. Al revisarlo, vio que se trataba de un mensaje de texto de Mike. «¡Ah! ¿Por qué es tan insistente?», pensó fastidiado al tiempo que desplegaba la aplicación de mensajería. En ese momento sintió un vuelco en el corazón al ver la fotografía que le había enviado su tonto amigo, con el siguiente mensaje: “Acaso no lucen preciosas. Maggie se parece mucho a ti”. En tanto, Luis notó que su representado miraba con detenimiento su teléfono móvil y echó un vistazo a la pantalla del teléfono móvil. Cuando vio la imagen de la recién nacida, comentó con curiosidad: —Esa bebé se parece mucho a ti. —¿Qué? —replicó el muchacho aturdido. Aunque era obvio que la bebé era pelirroja, el sereno mánager resaltó ese detalle. —¿Es tu hija?
Tras discutir con su mánager, Leo cubrió sus ojos con un antifaz como siempre lo hacía para evitar cualquier contacto con quien estuviera a lado suyo. «¡Arg! Ya bastante tengo que lidiar con Mike, como para que Luis también se interese en mis asuntos», pensó frustrado. Sin embargo, en su mente se vislumbraron los recuerdos de aquel vergonzoso día, ocurrido ocho meses atrás. —¿Te casarías conmigo? —dijo Leo mirando fijamente a Claire con los ojos cristalizados. Ahí estaba él, hincado frente a esa preciosa novia, ansioso por escuchar una respuesta que lo hiciera salir de ese suplicio que lo consumía. Haciendo a un lado la vergüenza que sentía de ser objeto de las miradas curiosas, él sintió por primera vez la ilusión de tener una vida a lado de Claire en un hogar lleno de amor. En cambio, Claire estaba tan aturdida con la repentina proposición, que su mente estaba hecha un lío. «¡Dios! No sé qué responder. Todos nos están mirando», pensó abrumada y murmuró nerviosa: —¡Oye! ¿Qué
«¡Arg! ¿Por qué soñé con eso?», pensó Leo frustrado, luego de volver a la realidad y percatarse que se encontraba en el avión con Luis. Este había notado que su compañero de viaje se había sobresaltado y de inmediato se acercó a preguntar. 一Leo, ¿estás bien? Como no quería contarle a su mánager lo que le ocurría, sólo musitó: 一Mmmm… «¡Ah! Parece que está soñando», pensó el hombre, que volvió a su posición y se dispuso a seguir leyendo las cláusulas de un nuevo contrato para su representado. Después de esto, el resto del viaje Leo mantuvo su posición de “dormido” con tal de cortar cualquier posibilidad de que Luis volviera a hablar sobre el asunto del nacimiento de su hija. Sin embargo, los recuerdos volvieron a abrumarlo, regresando al momento en que salió corriendo de la boda de Claire y Mike. —¡Maldita sea! Soy un estúpido… —balbuceó entre lágrimas, casi al punto de derrumbarse. En ese momento apareció su padre, quien al verlo en ese estado, se acercó con tal de ayudarlo. —¡
—Tú bien sabes cómo sucedieron las cosas. Este argumento, lejos de aclarar las dudas de Maddie, la confundió más, ya que aún no le quedaba claro cómo es que Mike había aceptado casarse con Claire sin tener sentimientos mutuos. —Michael, en todo este tiempo he intentado comprender la razón por la cual decidiste seguir con este absurdo matrimonio, sabiendo que Claire no te ama. Incluso, en el momento en que ella propuso continuar con la ceremonia, tú pudiste detener todo, pero no lo hiciste —reclamó. Tal señalamiento avergonzó al chico gamer y replicó indignado. —Quizá tengas razón y no dudes de que intenté evitarlo, sin embargo… —ya no pudo continuar justificándose debido a que sintió mariposas en el estómago al recordar ese momento. Al ver que este no seguía hablando, Maddie volvió a reclamar. —¿Y por qué no insististe? Claramente Claire estaba bastante alterada como para pensar con claridad y por eso te pidió una tontería así. Si realmente no sentías nada por ella, pudiste term
Alterado por su charla con Maddie, Mike caminó apresurado por los pasillos y cuando se encontró frente a la habitación de Claire se detuvo para tomar un respiro. —¡Arg! Casi no la cuento, esa mujer es demasiado… lista —meditó en voz alta. Como no quería que su “esposa” se percatara de su agitación, hizo varias respiraciones antes de entrar. Cuando finalmente se relajó, ingresó a la habitación, pero en ese momento notó que ella estaba profundamente dormida y eso lo hizo respirar aliviado. Después de esto, se sentó silenciosamente en el sofá que estaba junto a la cuna y vio que la pequeña Maggie estaba despierta, mirándolo con curiosidad. Su tierna expresión causó ternura en el chico gamer, que se acercó para tomarla entre brazos. —A ver señorita, ¿cómo le haremos para que su papá y su mamá estén juntos? —le preguntó con seriedad. Curiosamente, la bebé frunció un poco el ceño y abrió su boquita como si de verdad fuera a hablar. Este tierno gesto motivó a que Mike tuviera la idea de