El mundo cambió de repente. Lyros ya no estaba en el santuario, sino en medio de un paisaje desolado. A su alrededor, el cielo estaba cubierto de nubes negras que giraban lentamente, como si el tiempo mismo estuviera atrapado en una espiral infinita.Miró a su alrededor, intentando orientarse, pero no había nada ni nadie, solo un silencio opresivo que parecía presionarlo desde todos los ángulos.—¿Esto es alguna clase de broma? —preguntó en voz alta, intentando romper el silencio.No hubo respuesta inmediata, pero a medida que avanzaba, una figura comenzó a tomar forma en la distancia. Lyros entrecerró los ojos, tratando de identificarla. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, su corazón se detuvo.Era él mismo, pero no como se veía en el presente. Esta versión de Lyros tenía un rostro endurecido por la ira y los años, sus ojos eran fríos y sin vida, y su arco estaba roto, colgando inútilmente de su espalda.—Eres un fraude, —dijo el reflejo, su voz cargada de desprecio. —Ni dios ni
En las sombras del templo de Nyx, Kael observaba el horizonte con una sonrisa ladeada. Había escuchado los susurros de Afrodita sobre Uruk. Sabía que Ethan y los mestizos viajarían hacia allí, y ese conocimiento encendía una chispa en su interior. A su alrededor, la noche era profunda, apenas rota por el brillo etéreo de la luna que filtraba su luz a través de las columnas destruidas del templo. El aire estaba cargado de una energía antigua, como si las sombras mismas susurraran secretos prohibidos.—Ahí es donde comienza el verdadero juego —murmuró antes de desvanecerse en la penumbra, con un movimiento que parecía fundirse con la oscuridad misma.Horas más tarde, Kael seguía en las cercanías del templo, en una sala oscura apenas iluminada por destellos intermitentes provenientes de la gema que Hades le había confiado. La obsidiana brillante pulsaba con una energía inquietante, acompañada por un zumbido que llenaba el silencio. Pero no era la luz lo que perturbaba a Kael; eran las so
El aire en Uruk se volvió pesado, como si las ruinas mismas contuvieran su aliento en anticipación. El temblor que había sacudido la tierra minutos antes había dejado grietas visibles en el suelo y un eco profundo que aún resonaba en las paredes de los templos. Tarsus, emergiendo de entre las sombras, parecía formar parte de la misma oscuridad. Su figura imponente, cubierta de cicatrices que parecían grabadas por batallas antiguas, proyectaba una amenaza tangible. En su mano derecha, su espada de hueso oscuro relucía con un brillo siniestro, casi vivo. Su presencia era sofocante, como si cada paso que daba drenara el aire a su alrededor.Ethan, todavía de rodillas tras las visiones del altar, sintió una oleada de energía que no lograba controlar del todo. Las imágenes que había visto seguían danzando en su mente, pero ahora sentía una conexión diferente con el lugar. Afrodita, a su lado, apretó su mano con firmeza, sus ojos azules clavados en la figura de Tarsus. Había algo en su mira
En el templo de Olimpia, una tensión palpable llenaba el aire. Zeus, sentado en su trono dorado, miraba fijamente el Orbe que flotaba frente a él. Su superficie emitía destellos de luz azulada que parecían formar patrones en constante cambio, como si intentara comunicar un mensaje oculto. Atenea, con su mirada afilada, observaba a su padre en silencio. Artemisa y Apolo estaban a su lado, intercambiando miradas cargadas de incertidumbre. Las columnas del templo, decoradas con relieves que contaban historias de antiguas victorias, parecían ahora testigos mudos de una preocupación creciente.—Hemos perdido demasiado —comenzó Zeus, su voz más apagada de lo habitual. Sus palabras resonaron en el amplio recinto. —Kael y Hades nos están superando en cada movimiento. Si seguimos así, no quedará nada que proteger.Atenea, con su característica frialdad, dio un paso al frente. La luz del Orbe reflejó su armadura dorada, un brillo que subrayaba su autoridad.—Padre, la derrota no es una opción.
Ethan y Afrodita avanzaban lentamente por el paisaje de cristales, sus pasos resonando con ecos que parecían extenderse al infinito. El aire era denso, cargado de una energía que vibraba con cada inhalación. Cada cristal bajo sus pies emitía una luz que parecía pulsar al ritmo de sus propios corazones, como si el lugar estuviera vivo y atento a cada movimiento. La voz que los había recibido se había desvanecido, pero el eco de sus palabras aún resonaba en sus mentes: "Tus pruebas comienzan aquí".Afrodita observaba el horizonte con cautela. A pesar de la magnificencia del lugar, sentía una amenaza latente en cada rincón. Sus ojos recorrían las estructuras flotantes que se alzaban a lo lejos, conectadas por puentes de luz que parecían desvanecerse al ser observados directamente.—No puedo evitar pensar que esto es una trampa —dijo ella, rompiendo el silencio, su voz baja pero firme. Su cuerpo estaba tenso, listo para reaccionar ante cualquier peligro.Ethan giró la cabeza hacia ella, s
El corredor que Ethan y Afrodita atravesaban parecía cambiar con cada paso, como si el propio espacio respondiera a su presencia. Las luces y sombras que danzaban a su alrededor se fusionaban en formas fugaces: rostros, figuras etéreas, fragmentos de recuerdos que parecían susurrar secretos incomprensibles. El silencio era denso, roto solo por el eco de sus pasos.Afrodita mantenía su mirada fija en el camino frente a ellos, pero de vez en cuando observaba a Ethan de reojo. Su expresión serena escondía la creciente preocupación que sentía por él. Había algo en su postura, una mezcla de tensión y determinación, que le hacía preguntarse cuánto más podría soportar.—Ethan… esto no es como las otras pruebas —dijo Afrodita, su voz cargada de tensión. Mantenía su mano cerca de él, como si temiera que el corredor pudiera separarlos en cualquier momento.Ethan se detuvo por un instante, girándose hacia ella. Sus ojos reflejaban las luces del entorno, llenos de una determinación que intentaba
El camino que emergió frente a Ethan y Afrodita tras superar la primera prueba era un puente de luz que parecía extenderse hacia el infinito. Bajo sus pies, las estrellas danzaban como reflejos de un universo en constante movimiento. Afrodita sintió un estremecimiento mientras avanzaban; cada paso resonaba como un eco dentro de ella, como si el puente se conectara directamente con su alma.Ethan mantenía su mirada fija al frente. Había algo al final del puente: una estructura majestuosa que flotaba entre el cielo y el abismo. Era un templo hecho de cristal y energía, pulsando con colores que no parecían pertenecer a este mundo. Cada pulsación era un recordatorio de que lo que enfrentaban no era solo una prueba física, sino una confrontación con lo más profundo de ellos mismos.—Esto no es solo una prueba más —murmuró Afrodita, rompiendo el silencio. Su voz llevaba una mezcla de asombro y temor. Sus ojos se desviaron hacia Ethan, buscando alguna señal de certeza en él.—Es un lugar don
El templo se llenó de un silencio tan profundo que parecía absorber todo sonido, dejando a Ethan y Afrodita atrapados en un momento eterno. Las dos puertas frente a ellos pulsaban con energías opuestas: una irradiaba una luz cegadora que calentaba la piel, mientras que la otra emanaba sombras densas que enfriaban el aire. Ambas eran igualmente imponentes, como si cada una pudiera contener el destino del universo entero.Afrodita observó las puertas con una mezcla de asombro y temor. Su respiración se volvió más rápida mientras las palabras de la figura resonaban en su mente: "Uno de ustedes debe elegir entre la humanidad y la divinidad." El peso de esas palabras la aplastaba. Podía sentir un nudo formándose en su pecho, una sensación de urgencia y miedo que no podía ignorar.—Esto no es justo… —murmuró, su voz casi inaudible. Miró a Ethan, quien también estaba inmóvil, su mirada fija en las puertas. Las luces y sombras de las entradas se reflejaban en sus ojos como un torbellino de in