La marcha a través del terreno montañoso se volvió más ardua con cada paso. El aire era frío y denso, cargado de un silencio que parecía envolver al grupo. Incluso Poseidón, que solía liderar con confianza, estaba más callado de lo habitual, su mirada fija en el horizonte.—¿Creen que esto nos llevará a algo más que otra trampa? —preguntó Lyros, rompiendo el silencio. Su voz tenía un tono de sarcasmo que no logró ocultar del todo su inquietud.Ethan, que caminaba detrás de él, alzó la vista del mapa que sostenía. —No tenemos opción. Si queremos adelantarnos a Kael, debemos seguir cada pista.Afrodita, caminando al lado de Ethan, observó su expresión. Aunque su voz sonaba firme, ella podía ver el peso que cargaba. —Ethan, —dijo en voz baja, tocando ligeramente su brazo. —No tienes que cargar con todo esto solo.Ethan apartó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de cansancio y gratitud. —No se trata de cargarlo solo. Se trata de asegurarnos de que nadie más caiga.Afrodita quiso
Kael se vio en un claro rodeado de árboles, más joven, con una expresión menos endurecida por el tiempo. Frente a él estaba Eryna, una mestiza de cabello oscuro y mirada decidida. Era alguien a quien había amado profundamente, pero cuyas palabras ahora resonaban con acusaciones que perforaban su alma.—Nos traicionaste, Kael, —dijo ella, su voz llena de dolor. —Nos vendiste por tus ambiciones.Kael apretó los puños, incapaz de mirarla directamente. —No tuve elección.Eryna dio un paso hacia él, sus ojos brillando con lágrimas que no derramó. —Siempre hay una elección. Pero elegiste el poder sobre nosotros. Elegiste a Hades sobre mí.La escena cambió abruptamente, y Kael se encontró de pie frente a un templo en ruinas. Eryna estaba encadenada, con figuras oscuras rodeándola. Kael extendió una mano hacia ella, pero antes de que pudiera alcanzarla, una de las figuras se giró, revelando el rostro de Kael mismo, con una expresión de fría indiferencia.—El poder siempre tiene un precio, —
El aire a su alrededor cambió abruptamente, y Cora sintió cómo el suelo bajo sus pies se desvanecía. Cuando abrió los ojos, estaba sola en un lugar completamente oscuro, excepto por un tenue brillo que emanaba de un espejo flotante frente a ella.Se acercó con cautela, su reflejo apareciendo con claridad en la superficie. Pero algo estaba mal. Su reflejo no replicaba sus movimientos; en lugar de eso, sonreía con una expresión inquietante, como si supiera algo que ella no.—¿Quién eres? —preguntó Cora, su voz temblorosa pero firme.El reflejo ladeó la cabeza, y sus ojos brillaron con un resplandor azul que parecía pulsar con energía pura. —Soy tú, pero también soy lo que temes ser.Cora retrocedió un paso, sacudiendo la cabeza. —Esto no tiene sentido.El reflejo se rió, un sonido que parecía resonar dentro de su cabeza. —¿De verdad? Entonces dime, Cora… ¿por qué te temen?Antes de que pudiera responder, el reflejo levantó una mano, y el espacio alrededor de Cora se transformó. Ahora
El mundo cambió de repente. Lyros ya no estaba en el santuario, sino en medio de un paisaje desolado. A su alrededor, el cielo estaba cubierto de nubes negras que giraban lentamente, como si el tiempo mismo estuviera atrapado en una espiral infinita.Miró a su alrededor, intentando orientarse, pero no había nada ni nadie, solo un silencio opresivo que parecía presionarlo desde todos los ángulos.—¿Esto es alguna clase de broma? —preguntó en voz alta, intentando romper el silencio.No hubo respuesta inmediata, pero a medida que avanzaba, una figura comenzó a tomar forma en la distancia. Lyros entrecerró los ojos, tratando de identificarla. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, su corazón se detuvo.Era él mismo, pero no como se veía en el presente. Esta versión de Lyros tenía un rostro endurecido por la ira y los años, sus ojos eran fríos y sin vida, y su arco estaba roto, colgando inútilmente de su espalda.—Eres un fraude, —dijo el reflejo, su voz cargada de desprecio. —Ni dios ni
En las sombras del templo de Nyx, Kael observaba el horizonte con una sonrisa ladeada. Había escuchado los susurros de Afrodita sobre Uruk. Sabía que Ethan y los mestizos viajarían hacia allí, y ese conocimiento encendía una chispa en su interior. A su alrededor, la noche era profunda, apenas rota por el brillo etéreo de la luna que filtraba su luz a través de las columnas destruidas del templo. El aire estaba cargado de una energía antigua, como si las sombras mismas susurraran secretos prohibidos.—Ahí es donde comienza el verdadero juego —murmuró antes de desvanecerse en la penumbra, con un movimiento que parecía fundirse con la oscuridad misma.Horas más tarde, Kael seguía en las cercanías del templo, en una sala oscura apenas iluminada por destellos intermitentes provenientes de la gema que Hades le había confiado. La obsidiana brillante pulsaba con una energía inquietante, acompañada por un zumbido que llenaba el silencio. Pero no era la luz lo que perturbaba a Kael; eran las so
El aire en Uruk se volvió pesado, como si las ruinas mismas contuvieran su aliento en anticipación. El temblor que había sacudido la tierra minutos antes había dejado grietas visibles en el suelo y un eco profundo que aún resonaba en las paredes de los templos. Tarsus, emergiendo de entre las sombras, parecía formar parte de la misma oscuridad. Su figura imponente, cubierta de cicatrices que parecían grabadas por batallas antiguas, proyectaba una amenaza tangible. En su mano derecha, su espada de hueso oscuro relucía con un brillo siniestro, casi vivo. Su presencia era sofocante, como si cada paso que daba drenara el aire a su alrededor.Ethan, todavía de rodillas tras las visiones del altar, sintió una oleada de energía que no lograba controlar del todo. Las imágenes que había visto seguían danzando en su mente, pero ahora sentía una conexión diferente con el lugar. Afrodita, a su lado, apretó su mano con firmeza, sus ojos azules clavados en la figura de Tarsus. Había algo en su mira
En el templo de Olimpia, una tensión palpable llenaba el aire. Zeus, sentado en su trono dorado, miraba fijamente el Orbe que flotaba frente a él. Su superficie emitía destellos de luz azulada que parecían formar patrones en constante cambio, como si intentara comunicar un mensaje oculto. Atenea, con su mirada afilada, observaba a su padre en silencio. Artemisa y Apolo estaban a su lado, intercambiando miradas cargadas de incertidumbre. Las columnas del templo, decoradas con relieves que contaban historias de antiguas victorias, parecían ahora testigos mudos de una preocupación creciente.—Hemos perdido demasiado —comenzó Zeus, su voz más apagada de lo habitual. Sus palabras resonaron en el amplio recinto. —Kael y Hades nos están superando en cada movimiento. Si seguimos así, no quedará nada que proteger.Atenea, con su característica frialdad, dio un paso al frente. La luz del Orbe reflejó su armadura dorada, un brillo que subrayaba su autoridad.—Padre, la derrota no es una opción.
Ethan y Afrodita avanzaban lentamente por el paisaje de cristales, sus pasos resonando con ecos que parecían extenderse al infinito. El aire era denso, cargado de una energía que vibraba con cada inhalación. Cada cristal bajo sus pies emitía una luz que parecía pulsar al ritmo de sus propios corazones, como si el lugar estuviera vivo y atento a cada movimiento. La voz que los había recibido se había desvanecido, pero el eco de sus palabras aún resonaba en sus mentes: "Tus pruebas comienzan aquí".Afrodita observaba el horizonte con cautela. A pesar de la magnificencia del lugar, sentía una amenaza latente en cada rincón. Sus ojos recorrían las estructuras flotantes que se alzaban a lo lejos, conectadas por puentes de luz que parecían desvanecerse al ser observados directamente.—No puedo evitar pensar que esto es una trampa —dijo ella, rompiendo el silencio, su voz baja pero firme. Su cuerpo estaba tenso, listo para reaccionar ante cualquier peligro.Ethan giró la cabeza hacia ella, s