La habitación estaba envuelta en penumbra, iluminada solo por un fuego tenue que chisporroteaba en el centro de una amplia sala de piedra. Las paredes, cubiertas de inscripciones y símbolos antiguos, parecían pulsar con una energía oscura que resonaba en el aire.Kael estaba sentado en un trono tallado en roca negra, con un Fragmento brillando débilmente en la palma de su mano. Sus ojos, dos pozos profundos de malicia e intensidad, observaban la luz danzante mientras sus pensamientos giraban en un remolino de recuerdos, estrategias y deseos.En un rincón, un grupo de figuras encapuchadas esperaba en silencio. Eran mestizos, pero no como los que acompañaban a los dioses. Sus miradas eran sombrías, y sus cuerpos mostraban cicatrices tanto físicas como emocionales. Ellos habían sido abandonados, olvidados por los mismos dioses que ahora clamaban por proteger el mundo.Kael levantó la mirada hacia ellos, su sonrisa torcida iluminada por el fuego.—Han pasado años desde que los dioses deci
El amanecer llegó con una luz débil que apenas lograba atravesar la espesa neblina que cubría las montañas. El campamento estaba sumido en un silencio pesado, solo interrumpido por el crujido ocasional de una rama bajo el viento. El aire cargado de humedad parecía reflejar el estado de ánimo de los que allí descansaban.Afrodita despertó primero. Sus ojos buscaron instintivamente a Ethan, como si su presencia fuera un ancla necesaria en medio del caos. Lo encontró sentado en el borde de un saliente, la mirada perdida en el horizonte. Su silueta parecía más pequeña de lo habitual, como si el peso que cargaba en su interior lo estuviera aplastando físicamente.Afrodita se levantó en silencio, dejando que el frío de la mañana mordiera su piel mientras caminaba hacia él. Aunque su conexión con Ethan había crecido en las últimas semanas, algo en su postura le indicó que esta vez sus palabras podrían no ser suficientes.—¿No has dormido? —preguntó, sentándose cuidadosamente a su lado.Ethan
La jungla parecía respirar a su alrededor, su espesura sofocante cerrándose como un manto vivo sobre Ethan. Cada paso que daba resonaba entre la maraña de raíces y hojas secas, un eco que parecía perseguirlo. La humedad del aire se adhería a su piel, mezclándose con la capa de frustración y desesperanza que lo cubría desde su partida.Finalmente, llegó a un claro donde los rayos del sol apenas lograban filtrarse a través de las copas de los árboles. El suelo estaba cubierto de un musgo esponjoso que se sentía extraño bajo sus botas. Ethan dejó caer su mochila, y con un suspiro que parecía venir de lo más profundo de su ser, se dejó caer sobre una roca.Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y se quedó mirando sus manos. Esas mismas manos que habían sostenido el Orbe y que ahora se sentían vacías.—¿Qué quieres de mí? —susurró, su voz apenas un murmullo que se desvaneció entre los sonidos de la jungla.El aire cambió de repente. Una brisa fría recorrió el claro,
En un claro oculto entre las montañas, la atmósfera estaba cargada de una energía densa que parecía oscilar entre la tensión y la inminencia de un conflicto. Kael estaba de pie en el centro, con las manos detrás de la espalda, mientras observaba el mapa etéreo que flotaba frente a él. La luz que emanaba del mapa iluminaba los rostros de los mestizos que lo rodeaban, reflejando en ellos una mezcla de devoción y miedo.Cada punto en el mapa representaba un Fragmento del Orbe, y cada uno de ellos era un paso más hacia el cumplimiento de la venganza de Kael. Su mirada, oscura y penetrante, pasaba de un lugar a otro con precisión calculada, como un depredador que rastrea a su presa.Draek, a su derecha, mantenía una postura rígida, sus ojos fijos en el punto que Kael señalaba. Nerya, a su izquierda, estaba más tensa, sus dedos jugueteando nerviosamente con una daga mientras sus pensamientos parecían estar en otro lugar.—El siguiente Fragmento está aquí —dijo Kael, su voz baja pero cargada
El cielo se teñía de un gris oscuro que avanzaba con una rapidez antinatural, como si la tormenta hubiera sido convocada por algo más que la naturaleza. Los truenos resonaban en la distancia, su eco rebotando entre las montañas y llenando el aire con un aura de inminente peligro. Cada paso hacia el Fragmento hacía que el ambiente se volviera más opresivo, cargado de una energía que no pertenecía a este mundo.Kael permanecía en el centro de su campamento, su figura destacando contra la penumbra que comenzaba a envolver el lugar. Sus ojos brillaban con un fuego interno mientras observaba el Fragmento, cuya luz oscilaba con un ritmo casi hipnótico. A su alrededor, los mestizos se preparaban, ajustando sus armas y murmurando entre ellos, pero ninguno osaba interrumpir el silencio deliberado de su líder.—Este lugar... —murmuró Nerya, sus ojos recorriendo las sombras que parecían moverse de forma independiente. Había algo en el aire que hacía que cada respiración fuera más pesada, cada mo
Ethan sostuvo la mirada de Kael, firme y desafiante, mientras el sonido del trueno llenaba el aire. Las gotas de lluvia comenzaban a caer, trazando senderos en su rostro. Algo dentro de él, algo que Kael no podía entender, estaba cambiando.Cuando sus ojos se desviaron momentáneamente hacia el Fragmento, una conexión invisible lo envolvió, llevándolo a un instante de claridad. Ese vínculo no era solo con el Fragmento, sino con las memorias que lo habían llevado hasta este momento. En un destello, recordó el dolor, las pruebas, y la lucha interna que lo había transformado."No soy el mismo que dejaste atrás."La frase resonó en su mente, no solo como un desafío a Kael, sino como una afirmación de lo que había enfrentado. Mientras la tormenta se intensificaba a su alrededor, Ethan permitió que su mente viajara al pasado, al punto donde su travesía había comenzado a esculpir al hombre que era ahora.El eco de sus pasos resonaba sobre el terreno irregular mientras Ethan avanzaba solo por
Ethan avanzaba con dificultad, hundiendo sus botas en la arena del vasto desierto de Nazca. El viento barría la superficie, levantando nubes de polvo que se arremolinaban a su alrededor. Su cuerpo, agotado por las pruebas anteriores, temblaba bajo el peso del cansancio, pero algo en su interior lo empujaba a seguir. Su mente, por más que intentara concentrarse, era un torbellino de recuerdos recientes: los enfrentamientos, las decisiones que lo habían llevado hasta aquí, y sobre todo, los rostros de aquellos que había perdido.El sol del mediodía ardía con una intensidad abrasadora, pero a pesar del calor, un escalofrío recorría su columna. Había algo diferente en este lugar. El aire parecía cargado de energía, una fuerza invisible que vibraba con un propósito antiguo, como si las líneas del desierto estuvieran vivas bajo sus pies.De repente, la figura del Orbe apareció ante él, su luz etérea perforando la neblina de polvo. Esta vez, era más tangible, más real, como si la energía del
El desierto de Nazca parecía un océano inmóvil, con su vastedad ondulante atrapada en un tiempo suspendido. Los rayos del sol crepuscular pintaban la arena con tonos que oscilaban entre el oro y el rojo, como si el mismo cielo ardiera en sacrificio. Ethan estaba en el centro de ese espectáculo, una figura solitaria frente a una inmensidad que lo sobrepasaba en todos los sentidos.Las líneas del geoglifo recién formado aún brillaban débilmente, pulsando como un corazón herido. Ethan, debilitado por las pruebas anteriores, sintió cómo una vez más la energía del lugar se enredaba en su interior. Su respiración era irregular, sus piernas temblaban bajo el peso de la expectativa. No era sólo físico; el desierto parecía estar drenando algo más profundo, como si arrancara fragmentos de su esencia.—Otra prueba más… —murmuró, su voz apenas audible entre los vientos que susurraban en lenguas antiguas. Pero en el fondo de su mente, sabía que esta no sería como las anteriores.El aire cambió, vol