El resplandor del portal los envolvía en un silencio tan profundo que parecía que el universo mismo los observaba. Afrodita y Ethan sentían cómo sus corazones latían al unísono, marcando el único ritmo en un espacio donde el tiempo y la realidad se difuminaban. Al cruzar el umbral, el mundo conocido desapareció detrás de ellos.La luz se desvaneció, revelando un vasto paisaje que parecía existir en el borde de la creación. Un cielo fracturado se extendía sobre ellos, con constelaciones que brillaban en patrones desconocidos. La tierra, cubierta de cristalinas arenas negras, reflejaba los fragmentos del cielo como un espejo. En el horizonte, enormes estructuras flotaban como si desafiaran la gravedad, cada una emitiendo un tenue resplandor que cambiaba de color.Ethan miró a Afrodita, pero sus palabras murieron en su garganta. Ella lo observaba con la misma mezcla de asombro y preocupación que sentía él.—Esto no es solo otro lugar, —murmuró Afrodita, rompiendo el silencio—. Es… algo m
El resplandor del portal los envolvió, desdibujando la realidad con un destello que parecía eterno. Afrodita y Ethan sintieron cómo sus cuerpos eran transportados más allá del tiempo y el espacio, mientras una energía intensa y primigenia los atravesaba. Cuando la luz comenzó a desvanecerse, sus pies tocaron un suelo firme, pero el aire seguía vibrando, cargado de una sensación de expectación inquebrantable.Frente a ellos se encontraba la sala circular, vastísima y desafiante, como si fuera el corazón palpitante de una realidad antigua y desconocida. Las paredes, cubiertas de inscripciones doradas, brillaban y fluctuaban como si fueran ríos vivos de energía. Estas marcas no eran solo un lenguaje, sino fragmentos de memoria que parecían contar una historia en constante cambio.En el centro de la sala flotaba un disco de luz, suspendido en el aire, que pulsaba rítmicamente, como un corazón vivo. Ethan lo miraba fijamente, como si algo en su interior respondiera al llamado del objeto. Af
Afrodita permanecía inmóvil, atrapada en la penumbra que había reemplazado la vibrante luz del portal. La energía, antes tan omnipresente, ahora parecía un eco lejano. Cada aliento era pesado, cargado del vacío que Ethan había dejado tras cruzar el umbral.Sus manos temblaban, y su mirada seguía fija en el disco inerte que flotaba en el centro de la sala. Una parte de ella esperaba que, si se quedaba allí lo suficiente, el portal se reactivaría y lo devolvería.—Ethan… —murmuró, su voz rota por una mezcla de desesperación y súplica.El eco de su voz fue lo único que le respondió.La inmensidad de la sala parecía crecer a su alrededor, y por primera vez en mucho tiempo, Afrodita sintió algo que rara vez la tocaba: una profunda soledad. No era el tipo de soledad que el tiempo curaba, sino una que se incrustaba en el alma como una espina invisible.Pero incluso en medio de ese abismo emocional, algo dentro de ella se resistía a ceder.—No puedo perderte, Ethan, —dijo en voz alta, como si
El mar de sombras se retorcía como si tuviera vida propia, sus murmullos guturales resonaban en el aire, cargados de promesas de desesperación. Afrodita y Ethan avanzaban con cautela, sus pasos resonando sobre un terreno que parecía cambiar con cada pisada, oscilando entre sólido y quebradizo.Afrodita sentía el peso de la daga en su mano, pero su mirada estaba fija en Ethan. Él parecía más vulnerable que nunca, pero en su vulnerabilidad había algo indomable, un fuego que ardía dentro de él, alimentado por el Orbe.—Ethan, —susurró Afrodita, rompiendo el tenso silencio—. Si sientes que esto es demasiado, dímelo.Ethan giró su cabeza hacia ella, su expresión era una mezcla de cansancio y determinación.—Afrodita, todo esto ya es demasiado. Pero eso no significa que vaya a detenerme.Ella asintió, aunque su corazón estaba lleno de preocupación. Sabía que Ethan llevaba más de lo que cualquier humano podría soportar, pero también sabía que no lo abandonaría, sin importar lo que viniera.E
Ethan sentía cómo el poder dentro de él se desbordaba, desgarrando su conciencia en mil fragmentos. Las palabras de Erebo resonaban en su mente como un eco cruel, mezclándose con la imagen desgarradora de Tarek siendo asesinado. Cada vez que intentaba calmarse, las visiones volvían con más fuerza, alimentando su rabia y su dolor.El brillo del Orbe, que irradiaba desde su pecho, se intensificaba con cada segundo, pulsando como si fuera un corazón que latía al borde del colapso. Afrodita lo observaba, impotente, mientras las ondas de energía emanaban de su cuerpo, creando un campo que parecía consumir todo a su alrededor.—¡Ethan, por favor! —gritó Afrodita, su voz cargada de desesperación—. ¡No dejes que te controle!Pero Ethan no respondió. Sus ojos, ahora completamente bañados en luz, estaban fijos en Erebo, cuya sonrisa burlona persistía incluso mientras retrocedía un paso.—Eso es, Ethan, —dijo Erebo, con un tono que bordeaba la satisfacción—. Siente el poder. Siente cómo consume
El aire estaba cargado de tensión, casi asfixiante, mientras las sombras en el horizonte parecían agitarse con una vida propia. Los diferentes grupos, cada uno enfrentando su propia batalla, estaban unidos por un hilo invisible: el peligro inminente que Cronos representaba.En un rincón de la vasta telaraña de eventos, Lyra, Kieran y Dorian avanzaban con cautela a través de una estrecha caverna iluminada solo por el tenue resplandor de los fragmentos que habían recuperado. Cada paso resonaba en la oscuridad, un recordatorio de lo precario de su situación.—¿Cuánto más crees que falta? —preguntó Kieran en voz baja, su tono cargado de impaciencia y agotamiento.Lyra, quien lideraba el grupo, se detuvo un momento para observar las inscripciones en las paredes.—No lo sé, pero estas marcas... parecen una advertencia. Algo nos está esperando.Dorian, siempre pragmático, se colocó a su lado.—Algo siempre nos está esperando, —dijo, empuñando su arma con firmeza—. Lo importante es estar list
El refugio en la grieta era oscuro y silencioso, pero ni la penumbra ni el aislamiento podían ahogar el caos que rugía dentro de Ethan. Afrodita se arrodilló frente a él, observándolo con una mezcla de preocupación y firmeza. Sus manos descansaban en las suyas, cálidas y constantes, pero él apenas podía sentirlas. El peso de la culpa era un torbellino que no le daba tregua.—Tarek, —susurró Ethan, con la voz temblando mientras la imagen del mestizo lo atravesaba como un cuchillo—. Él murió por mí.Afrodita sintió un nudo en la garganta, pero no apartó su mirada de él. En sus ojos veía la tormenta que se libraba en su interior, una mezcla de dolor, furia y duda que amenazaba con consumirlo.—Ethan, —comenzó, con un tono suave pero firme—, Tarek no murió por ti. Murió porque creyó en lo que estás destinado a hacer. Él sabía lo que estaba en juego.Él negó con la cabeza, apartando la mirada mientras sus manos temblaban bajo las de Afrodita.—No estaba allí, —murmuró, su voz apenas audibl
La niebla envolvía las ruinas como un velo pesado, atenuando los sonidos del entorno y sumiendo todo en una inquietante quietud. Cada paso que daban Lyra, Kieran y Dorian resonaba en el silencio, un eco que parecía burlarse de su agotamiento. Sus cuerpos estaban cubiertos de heridas, sus almas llevaban las cicatrices de las visiones y batallas que habían enfrentado, pero aun así, continuaban avanzando.—Esto tiene que ser el lugar, —dijo Lyra, deteniéndose para observar el desgastado templo que se alzaba frente a ellos. Sus ojos recorrieron las columnas derruidas, las grietas en las paredes que parecían haber resistido siglos de abandono.Kieran, que apenas podía ocultar su impaciencia, pasó a su lado.—Si no es aquí, no sé cuánto más podremos avanzar, —murmuró, apoyándose en una roca para recuperar el aliento.Dorian caminaba detrás, en silencio, su mirada fija en el suelo. Había algo en su postura, en la forma en que mantenía su arma lista, que sugería que esperaba lo peor.—Sigamos