La noche era un presagio de caos. El aire estaba cargado de una energía opresiva, un eco silencioso del peligro que acechaba. Los mestizos restantes, Lyros, Cora, Lyra, Kieran y Dorian, estaban reunidos en un claro rodeado de ruinas antiguas, sus sombras proyectadas por la luz temblorosa del fuego que ardía entre ellos.El grupo intentaba recuperarse, tanto física como emocionalmente, tras la pérdida de Tarek. Sin embargo, cada uno lidiaba con la pérdida de manera diferente. Lyros estaba inquieto, afilando las flechas de su carcaj con movimientos rápidos y tensos. Cora, con la esfera luminosa descansando en sus manos, parecía ausente, perdida en sus propios pensamientos. Lyra, por su parte, observaba a Kieran, cuyas heridas seguían visibles bajo los vendajes apresurados que había improvisado.Dorian rompió el pesado silencio, su tono lleno de frustración.—Esto no puede seguir así, —dijo, cruzando los brazos mientras observaba a los demás—. Tarek murió para que pudiéramos escapar, y a
El resplandor del fragmento dominaba la sala, un baile de luz que proyectaba sombras en las paredes cubiertas de inscripciones antiguas. Cada pulsación parecía sincronizada con sus corazones, llenando el aire con una energía que no podían ignorar. Afrodita y Ethan permanecieron inmóviles, atrapados en el momento, incapaces de apartar la vista de la pieza flotante que ahora brillaba con una intensidad diferente, como si quisiera comunicar algo urgente.—¿Qué significa esto? —preguntó Ethan, rompiendo el silencio, su voz apenas un susurro.Afrodita no respondió de inmediato. Sus ojos, normalmente llenos de seguridad, estaban ahora cargados de dudas y preguntas. Sabía que ese fragmento no era como los otros. Lo sentía en cada fibra de su ser: un mensaje, una advertencia, una posibilidad.—Significa, —dijo finalmente, eligiendo sus palabras con cuidado—, que tal vez podamos cambiar el curso que nos han impuesto. Pero… algo me dice que el precio será más alto de lo que estamos dispuestos a
El silencio que reinaba en el campamento había dado paso al sonido de pasos cautelosos y despedidas silenciosas. Los grupos se separaron con expresiones sombrías, cada uno llevando consigo el peso de la incertidumbre. Aunque sus objetivos estaban claros, la sombra de las pérdidas recientes y el poder creciente de Cronos se cernía sobre ellos como una amenaza constante.Afrodita y Ethan fueron los primeros en alejarse, guiados por el fragmento que flotaba frente a ellos, su luz marcando un camino sinuoso a través del bosque. Lyra y Kieran partieron poco después, siguiendo las huellas dejadas por Erebo. Por último, Lyros y Dorian se dirigieron hacia el sur, donde las ruinas prometían tanto peligro como respuestas.El aire parecía más denso de lo habitual, como si las sombras mismas se movieran con una intención oscura, observándolos, juzgándolos.Lyra y Kieran caminaban en silencio, sus sentidos alerta mientras seguían el rastro de Erebo. Las huellas eran sutiles, pero suficientes para
La penumbra parecía adquirir una voluntad propia, devorando la escasa luz que Lyra y Kieran lograban conjurar. El aire estaba cargado de una electricidad opresiva, y las sombras de Erebo se movían como tentáculos vivos, desgastando tanto sus cuerpos como sus espíritus.Erebo se alzaba ante ellos como un monumento a la desesperanza, su risa resonando entre los árboles, un eco que parecía burlarse de sus intentos.—¿Es esto todo lo que tienen? —preguntó con una sonrisa torcida, mientras levantaba una mano para crear un remolino de oscuridad—. No me sorprende que Tarek no haya sobrevivido. Sus esfuerzos fueron tan inútiles como los suyos.Las palabras golpearon a Lyra como un látigo. Cerró los ojos por un momento, recordando el rostro de Tarek en sus últimos momentos. Su sacrificio había sido una herida profunda, y escuchar su nombre en los labios de Erebo llenaba su pecho de una furia que ardía con intensidad.—¡No te atrevas a mencionarlo! —gritó Lyra, levantando su esfera con ambas ma
La explosión de sombras no solo oscureció el ambiente, sino que pareció robarles el aliento a Lyros y Dorian. Cada rincón de las ruinas quedó envuelto en una penumbra viva, como si las sombras mismas respiraran y conspiraran contra ellos. Lyros levantó su escudo instintivamente, protegiéndose del embate inicial, mientras sentía el frío de las ondas oscuras atravesar su armadura.Dorian, más ágil, rodó hacia un lado, desenfundando sus dagas en un movimiento rápido. La distorsión en el aire hizo que su respiración se volviera errática, pero sus ojos permanecieron fijos en la figura de Calyx, que avanzaba hacia ellos con una confianza inquietante.Cuando las sombras se disiparon parcialmente, la voz de Calyx rompió el silencio, un eco que parecía vibrar en las mismas piedras de las ruinas.—¿Sorprendidos de verme? —repitió, su sonrisa torcida reflejando una seguridad calculada.Lyros apretó los dientes, su mirada fija en los movimientos de su antiguo aliado.—Entonces Cronos sabe que vam
La voz resonante que los había recibido al cruzar el umbral del templo aún vibraba en sus oídos, como si las palabras hubieran quedado suspendidas en el aire. Afrodita y Ethan avanzaron con pasos cuidadosos, sus miradas escudriñando cada rincón de aquel lugar. Las inscripciones doradas brillaban con una intensidad que parecía respirar, como si el templo mismo estuviera vivo.El silencio era denso, pero no opresivo. Más bien tenía un peso que les recordaba que estaban entrando en un lugar que desafiaba las reglas del mundo conocido.—Este lugar… —murmuró Afrodita, sus dedos acariciando los grabados en la pared—. Es como si estuviera esperando algo de nosotros.Ethan asintió, aunque no respondió. Su mirada estaba fija en las inscripciones que parecían flotar en el aire frente a ellos. Eran palabras en un idioma desconocido, pero que de alguna manera podía comprender.—"El vínculo entre la luz y la oscuridad es el eje del equilibrio," —leyó en voz baja, sintiendo un escalofrío recorrer s
El eco de sus pasos se convirtió en un ritmo hipnótico mientras Afrodita y Ethan avanzaban por la vasta sala circular. Cada columna parecía pulsar al compás de sus corazones, y las inscripciones doradas en las paredes brillaban con una intensidad que parecía responder a su proximidad. El aire tenía un peso extraño, una mezcla de anticipación y peligro que los envolvía como una presencia invisible.Afrodita mantenía una mano cerca de su daga, mientras que Ethan llevaba sus ojos fijos en la esfera dorada que flotaba en el centro. Había algo magnético en ella, algo que lo llamaba de una manera que no podía ignorar.—¿La sientes? —preguntó Ethan, sin apartar la mirada de la esfera.Afrodita asintió lentamente, sus ojos evaluando cada rincón del templo.—Es como si este lugar nos estuviera observando, esperando algo.Ethan dio un paso adelante, pero Afrodita lo detuvo, colocando una mano en su brazo.—Espera, —dijo, su tono más bajo y firme—. No sabemos qué desencadenará si te acercas más.
El pasillo de luz los envolvió por completo, transportándolos a un lugar donde las reglas del mundo parecían haber cambiado. La transición fue tan silenciosa que Afrodita y Ethan sintieron que el universo contenía la respiración. Cuando la luz comenzó a disiparse, se encontraron en una vasta llanura bañada por un crepúsculo rojizo que parecía eterno. El cielo, salpicado de nubes doradas, se extendía hacia un horizonte en el que las montañas se alzaban como gigantes guardianes.El viento era frío, cargado con un aroma mineral y fresco, que arrastraba un murmullo casi inaudible, como si la tierra misma estuviera hablando. A lo lejos, un lago cristalino reflejaba el brillo del atardecer, dándole una cualidad casi etérea.—¿Dónde estamos? —murmuró Ethan, sus palabras apenas audibles en el silencio que los rodeaba.Afrodita miró a su alrededor con una mezcla de asombro y cautela.—Esto… no parece estar en nuestro mundo, pero tampoco es completamente otro.Ethan observó un sendero estrecho