De regreso en la casa Anabella y John estaban solos, la cena había sido un éxito y después de un rato Anabella y Olivia congeniaron, ambas eran jocosas y ruidosas y rieron a todo pulmón de las anécdotas de Olivia referente a John de niño y su obsesión con Robín Hood, Olivia le había comprado varios libros de este pintoresco héroe que John atesoraba. Ahora de nuevo en la casa Anabella volvía a estar seria. —Voy a la habitación de Lizzie con algunos de mis apuntes, debo empezar a estudiar. —Tráelos a mi oficina, tengo que repasar varios casos, no te molestaré. Anabella afirmó en silencio y John fue a su oficina, después de un rato Anabella apareció con un short y una franela y varios encuadernados gastados y cuadernos bastante manoseados, John la miró en silencio apenas levantando la mirada y siguió leyendo unas transcripciones y anotando en su laptop. Anabella se sentó en el sofá y utilizó la mesita, desde allí John observó con alegría que Anabella no se había quitado el anil
John fue a su habitación muy furioso y se acostó en su lado de la cama, en una cama que era solo de él y no tenía lado y que ahora tiene que compartir. —No debí traerla aquí, “lo que me sobra”, esa mujer no entiende a todo lo que renuncio por arrastrarme ante ella —se arropó la cabeza y se quedó dormido. Anabella casi no estudió, como tonta se quedó pendiente a la puerta, esperando el momento en que John regresaría a pedirle perdón, ella se moría por perdonarlo, arriesgarse de nuevo, pero el miedo a equivocarse era aún más aterrador, terminó por quedarse dormida en el sofá con la cabeza suspendida y los libros abiertos, despertó con tortícolis cuando la luz del sol molestó sus ojos, caminó a la habitación, se escuchaba música salir del gimnasio de John, Anabella se dio un baño y salió de nuevo por café y a preparar comida, le pediría una pastilla a John para el dolor de cuello, al salir aún salía música del gimnasio, pero al llegar a la cocina encontró a John sin camisa sirvi
Anabella tragó grueso y se mojó los labios, anhelaba tanto besarlo y olvidarse de todo lo que los trajo al hoy. —No es la primera vez que me besas John, tú conoces el precio a pagar. Anabella pasó por debajo de su brazo. — ¿Crees que cuando te besé antes de comprometernos mis intenciones eran nobles como ahora? —Inquirió John desafiante—, lo que me molesta es que te aprovechas de que ahora te muestro que estoy enamorado de ti. —No es así, el John que me besaba yo lo creía sincero, un mujeriego, sí, un aventurero, alguien que me hacía arder y me daba ganas de portarme mal, de hacer una travesura. El John que tengo hoy frente a mí está conmigo por conveniencia, es manipulador y demostró que su intención no era divertirse si no aprovechase de los desastres de mi vida. —Jamás me perdonarás, porque en realidad soy tu chivo expiatorio, todas las culpas de los hombres de tu pasado me las cobras a mí, el abandono de Emiliano y la traición de Mark… —Me entregué a ti sin medir
Mark ni siquiera se echó a reír observando a su pequeña meter la pata, la abrazó y miró a la trabajadora social con un mohín. —Niños, ya saben cómo son. La trabajadora social miró a Irina y alzó la mirada hacía el pasillo, pues le ha parecido algo extraño y sospecha que se pierde de una parte de la historia. Mark se puso de cuclillas para quedar a la altura de Lizzie. —Lizzie, debes aprender a ser discreta mi amor, si la señorita está llorando en el baño es porque no quiere que nadie la vea llorar. Lizzie unió sus cejas y no lo entendió, pero ella quería salir del compromiso con la visitadora para luego poder ir a comer pizza, así que a la trabajadora no le quedó otra cosa que concentrarse en su trabajo con la niña, conversaron y la experta mujer utilizaba preguntas indirectas para saber de la salud de Lizzie tanto física como psicológica. — ¿Lizzie, te gusta la pizza? —preguntó la trabajadora social. —Muchísimo, por eso cuando mami no podía darme nada de lo que
A eso de las diez de la noche, John regresó a su departamento, no venía borracho, pero sí algo mareado ya que no es un hombre que acostumbre a beber. Su sorpresa fue encontrar a Anabella muerta de risa bailando música latina con Viviana, ambas voltearon cuando escucharon la puerta. —Buenas noches —saludó John y Anabella fue a su teléfono y apagó la música que salía de las cornetas del departamento—. Interesante música —comentó John y Anabella quería morir de vergüenza. —Deberías dejar que Anabella te enseñe el perreo —comentó Viviana moviendo las caderas y Anabella le dio un ligero azote y agrandó los ojos—. Ay no seas así Anabella —Viviana fue por su bolso y John levantó la botella de whisky de la barra en la cocina. —Si hubiera sabido que les gustaba el whisky, le hubiera dicho a Jeremy que viniera en vez de ir con él a su enorme casa. — ¿Jeremy se mudó a su casa ya? —Indagó Viviana—, creí que se quedaría en un hotel mientras remodelan. —La verdad es que la ca
Para el lunes temprano Melanie estaba frente al edificio de Campbell Wells, tendría que haber pasado primero por la oficina y adelantar trabajo para luego ir a la entrevista con la trabajadora social, pero sus pies no daban, solo quería irse y no regresar nunca más, vio al chofer de Irina abriéndole la puerta del auto dejándola y se acercó a ella. —Irina, necesito hablar contigo. Irina la vio con su cara demacrada sin maquillaje y los ojos hinchados. —Por todos los cielos Melanie, estás horrible. Melanie la miró con mucha tristeza. —Me siento triste, por eso no quiero trabajar. —Bueno puedo darte el día libre. — ¡Dije que necesito hablar contigo! —gritó Melanie. Irina vio a los lados y a punto estuvo de zarandearla en plena acera. — ¿Te has vuelto loca?, camina, conversaremos en la oficina. —No, allí no podremos hablar, quiero que nos veamos en otra parte. —Debes ir a la entrevista con servicios infantiles. Melanie negó con la cabeza. —No quiero ir.
Anabella estaba ahora con su madre en la consulta con el oftalmólogo, este ordenó una serie de exámenes y la cirugía sería en dos días. — ¿Cómo está el dolor Teresa? —inquirió el doctor Joseph —Ha sido soportable doctor —respondió Teresa de inmediato. —No le crea doctor, ella nunca se queja —objetó Anabella. El doctor tomó la mano de Teresa y la apretó. —No es debilidad decir cuánto nos duele, Teresa, al menos a mí debes decírmelo como tu médico, también te escucharía y te ayudaría en otros dolores. Anabella miró a Viviana y esta abrió mucho los ojos. —Creo que es nuestra señal para irnos —expresó Viviana y Teresa se levantó. —No he terminado Teresa, no corras —objetó el médico. —Nosotras gestionaremos en caja lo de la cirugía —dijo Anabella sonriendo y Teresa la vio uniendo las cejas y las vio irse. — ¿No te gustan los médicos o es algo personal? —No tengo nada en contra de los médicos, ¿qué cosas dices? —expresó Teresa roja como un tomate—
Aunque Melanie no asistió a la cita con servicios infantiles sí fue a trabajar con Irina al bufete, en cuanto llegaron a la oficina de Irina, Harry estaba esperándola, las vio llegar juntas y apenas elevó las cejas, pero no hizo ningún comentario. — ¿Se puede saber por qué no contestas tu teléfono? —inquirió Harry furioso sin siquiera prestar atención a Melanie para saludarla, para él una secretaria era parte del mobiliario, no alguien digno de tratar con cortesía. —Estaba ocupada, es obvio, si no te hubiera atendido —respondió Irina siguiendo de largo a su despacho. —Necesito que hablemos —insistió Harry y cerró la puerta, en cuanto quedaron solos de inmediato dijo sin permitirle hablar a ella. —Debes renunciar al duelo con John. — ¿Qué?, claro que no lo haré —se negó Irina sin entender que se traía su padre. —Sí, lo harás, llama a los involucrados y lleguen a un acuerdo aquí en la oficina. —Ya la investigación inició, no puedo detenerla. —Sabes perfectamente