«Te quiero, Stella, te quiero como si fueras mi mamita»Stella acarició los cabellos de la niña, la pegó a su pecho y le dejó un beso en la coronilla. Le preocupaba que Valentina la viera de aquella manera, no le molestaba, pero temía que, si Lorenzo la escuchaba, la regañara. Ella no pretendía ocupar el lugar de Lionetta Marchetti, pero su jefe tenía el corazón herido por su muerte y podía no gustarle que la pequeña dijera aquellas palabras.—¿Me quieres, Stella? —preguntó en medio de un suspiro.—Sí, mi ricitos, te quiero —le respondió sin dudar.La niña se apartó de ella, sus ojos brillaban como dos luceros cuando sus miradas se encontraron y su sonrisa se ensanchó.—¿Tu amor alcanza para mi papito? —preguntó la niña. La inocencia de Valentina era tanta, que pensaba que ese tipo de amor era lo que su padre necesitaba para volver a ser feliz.Stella le sonrió, ¿Qué podía responderle? Ella no quería romper las ilusiones de la niña, sus ojos brillaban con esperanza, con ilusión, aunqu
Stella abrió los ojos, estaba sorprendida por la actitud de Lorenzo. Sus brazos se cerraron alrededor de sus hombros, ella podría jurar que lo escuchó sollozar, pero… quizá solo eran ideas suyas, ¿verdad?—Lo lamento, señor, teníamos que terminar el trabajo para el pedido que sale a España mañana, no pude volver a casa a tiempo —susurró.Lorenzo no respondió, se sentía demasiado abrumado y temeroso para hacerlo. Los latidos de su corazón eran erráticos y sentía que lo asfixiaban.—Señor —llamó Stella de nuevo—. La niña está pesada —murmuró.Lorenzo asintió, se apartó de ella y tomó a Valentina de los brazos de Stella.—¿Sucede algo? —preguntó ella al verlo tan callado, pero su semblante era de preocupación. Ella conocía muy bien esa mirada y no porque conociera bien a su jefe, sino porque la había visto tantas veces en el rostro de su madre. Miedo, angustia y desesperación.—No vuelva a hacer esto que ha hecho, Stella, por favor —pidió.Ella no comprendió la petición de Lorenzo, pero
Lorenzo nunca se imaginó que su ofrecimiento inocente iba a provocarle insomnio. No podía conciliar el sueño sabiendo que Stella estaba en la misma cama, aunque el pequeño cuerpo de Valentina los separaba… —Debe ser el calor, la cama es muy pequeña para los tres —murmuró, echando un ojo a Valentina, la niña estaba dormida. Siguió de largo y se fijó en el rostro de Stella, tenía las mejillas ligeramente rosadas. Se preguntó si ella también sentía calor o quizá… Lorenzo apartó las sábanas y se levantó, bordeó la cama y antes de pensar en sus acciones, colocó la mano sobre la frente de Stella, no tenía fiebre, deslizó su dedo por una de las mejillas de la joven. —Uhmm —gimió Stella, lo que hizo a Lorenzo apartarse con prisa. Por un momento temió haberla despertado, si le pedía explicaciones de lo que hacía, él no tendría ninguna. De hecho, ni siquiera sabía por qué estaba allí, tocándole las mejillas, preocupándose.Stella no despertó, pateó las sábanas hasta lograr liberar su cuerp
«¡¡¡No!!!»Aquella rotunda negación los dejó sorprendidos a los dos, Stella miró a su jefe, mientras él trataba de justificar su abrupta respuesta.Lorenzo no sabía lo que le llevó a interrumpir la propuesta de Stella, solo sabía que no iba a permitirlo. ¡Era una locura por dondequiera que lo viera! Eso era, una locura que él no le iba a permitir cometer bajo ninguna circunstancia.—Señor —susurró Stella, parpadeando, confundida.Lorenzo empujó su plato de comida, se puso de pie.—Sígame —le pidió.—¿A dónde van? —preguntó Valentina—. No han terminado de comer —señaló la pequeña.—Tengo que hablar con Stella, cariño, por favor, termina de desayunar —le pidió Lorenzo en el tono más conciliador que pudo.—Stella —la llamó al ver que ella seguía sentada.Ella se puso de pie, aún confundida, siguió a Lorenzo a la biblioteca.—No puede casarse con Nico, Stella —dijo, tan pronto atravesaron el umbral y la puerta se cerró.Stella tragó el nudo que de repente se formó en su garganta.—¿Por qu
—¿Emilia? —preguntó Nico, la única Emilia que podía venírsele a su mente era la joven parlanchina que la acompañó hoy.—Sí.—¿La misma Emilia, amiga de Stella? —cuestionó.Lorenzo asintió y Nico no pudo evitar reírse a carcajadas, asustando a Viviana en el proceso. El hombre si hubiese podido, se habría doblado de la risa, mientras Lorenzo lo miraba de manera interrogante.—¿Qué es lo que te causa tanta gracia? —le preguntó al ver que su amigo se reía de su maravillosa idea.—Emilia no es la mujer que yo elegiría para casarme —dijo, tratando de recobrar la serenidad.—¿Por qué?—¡No sabe ni siquiera cómo sostener una bebé! ¡Cree que los niños usan baterías! —expresó.Lorenzo abrió los ojos, no podía creer que…—Debió de estar bromeando —respondió, era imposible, que Emilia con esa edad, pensara que los niños utilizaban baterías, era un absurdo.—Es posible, pero no me veo casado con ella.—Es una emergencia, no tienes mucho tiempo para decidirte —le insistió Lorenzo.—El problema no
Un suspiro silencioso quedó atrapado entre sus bocas unidas, la mano de Lorenzo se enredó entre los cabellos castaños de Stella, no para alejarla, sino para atraerla más a su cuerpo. El calor se extendió como pólvora por su cuerpo, mientras sus lenguas se conocían y saboreaban.El beso de Lorenzo era posesivo y apasionado, mientras la respuesta de Stella era torpe, dada su nula experiencia, aun así, no se asustó y correspondió el beso.Fue como si todo desapareciera a su alrededor, como si lo único que existía en aquella habitación eran ellos dos. Los latidos del corazón de Lorenzo eran tan fuertes, que creyó estar escuchándolos en su oído. Su cuerpo reaccionó al calor del cuerpo de Stella y, un tirón en su entrepierna lo sacudió con tal violencia, que tuvo que apartarse de los labios de la joven.Un jadeo salió de los labios de Stella, ella no sabía si era por la sorpresa del beso o por la pérdida de la boca de Lorenzo sobre la suya. El silencio se instaló entre ellos, sus miradas se
El viaje de Stella y Lorenzo hubiese sido silencioso de no ser por los pequeños ruiditos que Viviana hacía con su chupete.Lorenzo apretaba las manos sobre el volante, sus nudillos estaban casi blancos por la fuerza que ejercía, pero sus labios estaban sellados. No tenía nada que decir o más bien, no sabía qué decir. El recuerdo del beso aún estaba latente, Lorenzo aún podía sentir los cálidos labios de Stella sobre los suyos y… deseaba más. Aquella verdad le preocupaba, Stella era joven, inexperta, buena muchacha, mientras él era un hombre herido, que aún estaba enamorado de su esposa muerta.Infiel.Así era como se sentía Lorenzo Bianchi en ese momento, amaba a una y deseaba a la otra. La lógica le gritaba que debía ser por el tiempo que había pasado sin tener un verdadero contacto con una mujer, Anna y Bruna no contaban en ese aspecto; sin embargo, con Stella era totalmente distinto, había algo que lo conectaba a ella.—Señor —lo llamó Stella, dedicándole una ligera mirada.—¿Qué p
La ceremonia no llevó mucho tiempo, lo justo y necesario, no así la fiesta. Valentina estaba encantada con la presencia de Viviana, ambas niñas parecían dos pequeñas muñequitas vestidas de princesas para la ocasión, mientras Stella vestía un vestido azul pavo, un regalo de Anna, que le hacía lucir su belleza, no llevaba maquillaje, excepto un ligero brillo en los labios, el show se lo roban sus preciosos ojos azules. —La boda se ha consumado —susurró Emilia, acercándose a ella, mientras Nico se paraba al lado de Lorenzo. —Sobre el papel —dijo Stella. Emilia sonrió. —No, no, no, una cosa es que aceptara esto y otra muy distinta… —ella se detuvo, miró a su amiga con sospecha. —¿Qué? —susurró Stella, dando un paso atrás. —¿Cómo sabes que solo hemos consumado el matrimonio sobre el papel? —le cuestionó, achicando los ojos. Stella tragó. —Yo… —Tú, ¿qué? —le cuestionó Emilia ante el incómodo silencio de la joven. —Yo estuve leyendo una revista sobre bodas… —¿Y? —Pues, ¿tendrás tu