Greco Morelli Sentado sobre un sofá viejo, en un cuarto oscuro, en un edificio que no merece mi presencia, me encontraba viendo la noticia del accidente de Alexandra. En mi mano un vaso de coñac Pierre Ferrand, se suponía que era uno de los mejores; prefería otra marca, pero fue lo único que mi incompetente empleada encontró, según ella.Había estado pendiente de lo sucedido desde que la nota salió en el periódico hace algunos días:“Atentado en contra de la familia Smith Guzmán, según los informes médicos la esposa de uno de los empresarios más jóvenes del país sufrió un altercado, su chófer terminó muriendo a mano de los asaltantes mientras que la señora Smith lucha por su vida dentro de los confines del Hospital General de Massachusetts, luego de ser trasladada desde el CHA Cambridge Hospital. Según nuestros reporteros que se han encontrado en las inmediaciones desde el accidente, siguiendo paso a paso toda la nota, hemos podido confirmar que la señora Smith se encontraba en esta
Alexandra GuzmánCon el paso de los días me he sentido más abrumada, dejé postergadas las clases en la universidad, el solo hecho de salir me estaba aterrando, ni siquiera hablar de las salidas de Emma a su guardería, mi temor a perderla era tanto que le imploré a Gabriel que trajese una maestra particular a la casa para que nuestra hija no se quedase atrás.─No puedo seguir viéndote así, cariño. ─dijo Gabriel entrando en la habitación y mirándome aún entre las cobijas─. Dime, ¿Qué puedo hacer por ti y lo haré?─Solo quédate conmigo y abrázame fuerte. ─respondí, Gabriel tenía que irse a su trabajo con urgencia, lo llamaron temprano por ello, sin embargo, escuché cómo caminaba hacia mí.Él se recostó a mi lado abrazándome con fuerza.─Solo dos minutos, Alexandra. ─mencionó besando mi nuca─. Tengo trabajo pendiente en la empresa y requiere mi supervisión. ─agregó y asentí─. Prometo que volveré temprano, iremos a la playa, te subirá el ánimo la brisa marina.Volvió a levantarse pasado al
Greco Morelli. Luego de presentarme en las oficinas de Guzmán Enterprises and associates; para una cita con Esteban Guzmán, padre de mi exnovia y uno de los principales motivos de mi regreso, decidí averiguar que estaba haciendo mi querido amigo Leandro en las bodegas y si lo estaban tratando cómo merecía.Me subí en mi Corvette de última generación, color negro, cómo casi toda mi gama de autos, el color es clásico, con estilo, jamás pasa de moda, además de hacerme ver aún más imponente a todos los lugares en los que aparezco.─Buenos días, viejo amigo. ¿Cómo te encuentras hoy? ─pregunté sonriendo mientras miraba las precarias condiciones en las que se encontraba─. Alexei, mandaste buscar el médico, no quiero que la estadía de Leandro con nosotros sea tan corta, desearía que viese todo lo que hago con los suyos antes de que muera. ─agregué.Alexei era uno de mis hombres de confianza, junto a Octavio y Diego, el primero asintió e hizo pasar al médico que atendería las heridas de Leand
─Buenos días, ¿Cómo te sientes hoy? ─pregunté centrando mi vista en las cajas a una esquina de la habitación.─¿Qué te pasa? ¿Dejaste de comportarte cómo un maldito cabrón? ─preguntó él─. ¿O es que te diste cuenta de que el único desleal todo este tiempo has sido tú? ─agregó.─No lograrás sacarme de mis casillas, Leandro. ─dije seriamente─. Tampoco lograrás que mis hombres te maten, así que deja de buscarte golpes innecesarios, al menos hasta que llegue tu hora. ─agregué─. Sabes, ayer fui a la playa…El rostro de mi examigo palideció en ese momento y supe que sabía lo que me iba a encontrar allí.─Le dije que dejase de ir. ─masculló en un susurro, pero logré oírlo.─Así que la mentirosa de Alexandra iba seguido a ese lugar, ¿No? ─pregunté─. Por tu cara, supongo que también lo sabías.Pregunté, pero no obtuve respuesta de él. Su cuerpo se encontraba tenso, su mandíbula parecía que pronto se quebraría de tanto que apretaba los dientes, aun así, se las ingenió para dar una profunda bocan
—Lo solucionaré. —dije a Leandro mientras volvía a recostarlo en la cama—. Tú preocúpate de descansar y mejorarte, Raquel, Alexandra y Emma no deben verte así, además, seguramente Gabriel piensa que estás muerto. —agregué—. Es mejor que se mantenga así, estoy seguro de que no sabe que estoy en la ciudad, aún.—¿Qué harás? —preguntó mirándome minuciosamente.Dejé mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón cerciorándome de que todo estaba a mi favor este día.—Iré a encarar el mayor de mis miedos. Y sí, se trata de ella, sólo deséame suerte. —mencioné esbozando una sonrisa.Salí del edificio y caminé hasta mi auto, allí conduje lo más rápido posible hasta la dirección que me habían mandado, el corazón me latía fuerte en el pecho, podía sentir cómo retumbaba en su cavidad queriendo salir corriendo.Este camino era bastante conocido, sentí que mis manos temblaban conforme la distancia entre nosotros se acortaba. Estacioné y caminé hacía aquel lugar que tantas veces me trajo paz, qué ironía
—No lo hago. —dijo ella tratando de mantenerse fuerte para que yo no la viese derramar una sola lágrima, pero era yo quien no quería que lo viesen llorar—. Simplemente hago el intento de no fallarle a Emma. —comentó esbozando una media sonrisa.Traté de tranquilizarme para seguir hablando con el motivo de mis sonrisas y dolores, en parte, supongo que tiene razón, ella ya no podía decidir solo por ella, al quedarse sin el apoyo de sus padres decidió darle un hogar tranquilo y seguro a Emma, pero la espina que clavaba mi corazón seguía estando allí; ¿Por qué no me dijo a mí que íbamos a tener una bebé?Sin importar cómo estuviesen las cosas entre nosotros, a esa bebé nunca le hubiese faltado nada.—¿No has vuelto a pensar en todo lo que vivimos? —pregunté sonando un tanto curioso, pero mi voz se encontraba quebrada, era cómo si no quisiese seguir con esto… y es que, dolía, dolía tanto que me era imposible no tensar mi cuerpo para así evitar que ella notase cuánto me afectaba todo esto.
Alexandra GuzmánCuando reaccioné un golpe de realidad me dio una bofetada, no podía estar haciendo esto, ¿O sí? Mi cuerpo reaccionaba a las caricias de Greco involuntariamente y la poca razón que tenía estaba perdiéndose conforme nuestro beso avanzaba, no quería despegar sus labios de los míos.Me sentí cómo hace tiempo no lo hacía, viva por completo, con mi cuerpo lleno de adrenalina, lleno de fuego, fuego que hacía que lo demás a nuestro alrededor no existiese y que solo cobrase sentido lo que nosotros estábamos sintiendo.El pecho de Greco se alzaba con velocidad, cómo si su corazón estuviese a punto de explotar, conocida sensación, pues yo me encontraba de la misma forma. Mis manos aún en su cabello corto, casi sin dejar a notar que antes era rizado, sus manos en mi cintura, tomándome con fuerza, cómo si su vida dependiera de esto, de nosotros.Seguro dejaría marca. —pensé.¿Qué importa? ¡Es Greco quién te está tocando! —respondió mi subconsciente. Siempre supe que Greco me hac
Apenas llegué a mi coche me puse el delgado chaleco que había traído, no se suponía que mi estadía en la playa durase demasiado, de hecho, ni siquiera planeaba encontrarme a Greco aquí, o tal vez sí…Digamos que, de alguna manera, siempre venía una vez a la semana a este lugar especial para ambos, la primera vez que nos dejamos recorrí lugares con significado especial para nosotros y, cuando volvimos, me dijo que siempre volvía a este sitio, por lo que una parte de mí pensó que quizás, con suerte, algún día volvería a verlo, y pasó.Escuchar de su propia boca que aquella mujer y su beso no significaban nada para él fue cómo un balde de agua fría cayendo sobre mí y no pude evitar cuestionarme el por qué no lo enfrenté en ese momento. De la misma manera traté de justificarme en el embarazo, si Greco sabía en ese momento de la existencia de la niña, hubiese o no sentido algo lo negaría para estar conmigo y yo no quería orillarlo a quedarse conmigo porque era lo correcto.Encendí el vehíc