AlexeyHabía acudido a la casa de Vainilla por el llamado del tío. Me había contado lo sucedido con Andrés Camilo y me pidió ayuda para orientarlo, ayudarle por mi experiencia a controlar la ira. Acuden a mí porque viví lo mismo en la adolescencia, aunque las razones eran diferentes.Lo mío era solo la adolescencia y cambios fuertes por el desarrollo. Por eso, papá me dejó bajo la autoridad de Samuel, quien, para sorpresa de todos. Tenía un don para saber ayudarme a canalizar la ira. Desde mis quince años practicaba el boxeo. Bajé las escaleras después de hablar con el primo.Lo ocurrido, en su caso, yo habría hecho lo mismo, con la diferencia, de que, sin duda, mato a quien hable mal de mi sagrada madre. Yo sí ofrezco un velorio en alguna parte. Volví a ver a Vainilla con su pijama de helado de vainilla, había sabido ignorarme en estos días. Antes, era ella quien me escribía de manera constante para saber qué hacía y, desde la cagada por mi parte, era cortes, pero no demostraba más
Eugenia María.Salimos del restaurante. En el cine no comí mucho para poder cenar, no tenía el estómago como el de Mapa, quien podía comer una vaca entera y no engordaba. Su confesión no lo esperaba. Sabía que ellos escondían algo, con lo del boxeo clandestino de mi primo Alexey, ya lo había asumido.Pero ¿carreras clandestinas y a Egan como el piloto? Además, la ida a Santa Marta era parte de eso. Lo cual fue una gran coincidencia con la penitencia impuesta por David. Al menos fue sincero. Y mi hermano se lo tenía muy guardado.—Te has quedado muda. —Habíamos llegado al parqueadero.—No esperaba tales negocios. Es solo eso.—¿Podrán guardarnos el secreto?—Eso es lo de menos, no te preocupes, sus secretos están seguros con nosotras. Solo…—¡Egan! —Una preciosa morena movía su mano, corrió hasta donde él.—Daniela.—Debería darte un par de cachetadas, pero al verte me dan ganas de…Y lo besó, lo besó… y siguieron besándose. El corazón latía muy fuerte, tanto que le dije a Mapa: no te
EmmanuelDespués de cenar, hablo de lo acontecido con Andrés Camilo en el colegio, de la intervención de mi padre en casa de esos hijos de su madre. De los entrenamientos de Eduardo subí a mi antigua recámara. Mamá, no la había cambiado, me di un baño, ya eran las diez de la noche, saqué un pantalón de pijama e ingresé a la cama para revisar las respuestas de Rubí. Pero mi mente volvió a revivir lo que pasó hace unas horas.Después de la reunión se presentaron tantos inconvenientes, por horas pasé por fuera del área administrativa. Estuve de urgencias en urgencias. Hasta cuando el celular no dejaba de sonar. —Al mirar la hora, es tarde—. El número del hospital que tenía una llamada entrante. De seguro, Úrsula le dio el automático, para que los números de la familia pasen a nuestros teléfonos. Debe ser familiar. Contesté.—Hola.—Dime que aún estás con mi niña.—Hola, Regina. ¡Mierda! Se me había olvidado, Rubí. Aún debe estar en el despacho, tengo su bolso bajo llave.—La he estado l
GabrielaTerminé el horario laboral. Mis padres habían llegado hace dos días, y gracias a Dios no se dieron cuenta de lo sucedido con el carro. Solo lo del accidente de Rubí. Ya todo estaba listo para viajar mañana; por eso dejé todo listo desde hoy mis labores. Anoche hice la maleta para lucir varios vestidos de baño.No tenía medidas de reina, pero tenía lo mío con algunos kilitos de más en algunas zonas del cuerpo. Por eso era esclava de la dieta y el ejercicio, si no lo hago fuera una bolita de carne. No regresaré hasta el lunes en la noche. Guardé los nuevos casos de demandas familiares que tenía en trámite. Sonó el celular anunciando un mensaje.«Cachetona, te estoy esperando». —El corazón se aceleró.«¿Ese milagro?»«No te acostumbres a ellos, pero te tengo una sorpresa. Baja, me encuentro en el parqueadero».Terminé de guardar todo. Salí de la oficina y al pasar a despedirme de papá, me detuve. La puerta estaba entreabierta y sin querer escuché.—¡Lo sé, David! ¡Y también esto
Eugenia MaríaLlegué de la universidad. Mañana era el último parcial de la segunda carrera de administración en horas de la mañana. Ayer terminé los de ingeniería. Estaba agotada. Pero por fin tendré dos meses de descanso.—Hola, hija. —Me senté en la cama.—Hola, mami.—Mira lo que te compré.Mamá no cambiaba. La adoraba inmensamente. Me entregó una bolsa, la otra, supongo, era para Mapa. Jamás nos había regalado algo por separado, salvo en nuestros cumpleaños. Sonriente destapé la bolsa; eran dos preciosos vestidos de baño.—¡Están mortales! Son preciosos, pero ya tenía, no debiste gastar en otros.—Esos son viejos. Además… es de la nueva colección, estos colores contrastan de maravilla con tu piel canela.No podía discutirle eso, eran trajes completos: con su pareo, también una salida de baño, un par de pashmina para hacerme unos turbantes si lo deseaba.—Gracias, mami.—De nada. Hija, el día de la salida con Egan llegaste con la nariz roja. ¿Me puedes decir la razón?—Mami…—Los m
GabrielaMe mordí la mano para no gritar al escuchar a Samuel echando a la chica que se prestó para hacerme el favor. —¿Así que soy una chica que vale la pena rogar?— La convencí con dinero, pero eso no lo sabrá el cabeza de chorlito. Con cuidado cerré la puerta de la habitación del frente, a donde guardó las maletas y puse seguro.Vas a aprender, Samuel Abdala a darme mi lugar. A Bogotá regreso siendo su novia o nos vamos en blanco este fin de semana sin sexo. Lo hago, era para enseñarle. Sentí mucha rabia, pero también era cierto que me dio mi lugar. Ellas, al parecer, llegaron de atrevidas. Fueron muy honestas al decir la verdad.Las habían contratado el día de la fiesta del matrimonio de Maco. Y la cancelación fue hecha desde el miércoles, cuando nosotras confirmamos nuestra asistencia. Otro cantar sería si hubieran venido solos. Pero no iba a ponérsela tan fácil, hoy dormiremos cada uno en una cama.—Gabriela.—Hasta mañana, Samuel. Estoy cansada, disfruta tu noche.—¡¿Qué?!Apag
RubíEmmanuel me miraba diferente, no sé si para bien o para mal, pero sentía que algo había cambiado desde el día de la entrevista. Entregamos los pasabordos, no sé si era por decisión de parte de ellos, pero todos íbamos emparejados. Alexey con Mapa, quienes no dejan de reírse. Ernesto iba preocupado, pensativo al lado de su hermana. Egan y Euma se quedaron atrás hablando. Fue bello verlos tomados de las manos.—¿No tienes frío? —Su pregunta fue desconcertante.—No, vamos para la costa; brisa, arena, sol y playa. Pasaremos de catorce grados a un mínimo de treinta y cuatro. —Alzó una ceja, en zapatos tenis, quedaba muy pequeña a su lado.—¿Siempre contestas?—Me enseñaron a dar respuesta a los mayores. Tú preguntaste. —Afirmó, parecen contenerse las ganas de regañarme.Aun así, mandón y todo lo que parecía ser Emmanuel, deseaba besarlo, pero recuerdo lo sucedido el miércoles y se me revuelve el estómago. Además, no me atrevería nunca, con besarlo en mis sueños quedaba tranquila. Ingr
María PaulaAlexey ingresó, traté de disimular el que no estaba pendiente de su regreso. —Pero sí, me molestó mucho el que esas chicas estuviesen aquí. Y eso que él ya me había puesto al tanto. Pero qué lanzadas. Sin embargo, lo que le comentó mi hermano a esas tontas, me agradó—. Ya habíamos saludado al par de tórtolos de los anfitriones. Gaby se encontraba en traje de baño negro con su salida blanca.—No se demoren, vamos a almorzar y luego a bañarnos.—Voy. —dije—. ¿Podemos tomar cualquier habitación?—Deben compartirla. —miré a Euma—. Los muchachos también. Solo quedan cuatro habitaciones grandes con dobles camas cada una.Explicó Samuel, quien tenía entre sus brazos a Gabriela. Hacían pareja muy linda. Me dirigí a la habitación, entramos en la primera a disposición, fui directo al baño para cambiarme de ropa. Los vestidos de baño comprados por mamá eran preciosos. Uno era un estampado azul rey con flores amarillas y el otro era rojo. Me decidí por ese último, en cuestión de horas