Si por él fuera, estaría machacando en la cabeza, al imbécil que observaba desde hace dos horas. Esta bestia, había pateado a tres perros, lanzado al agua a dos gatos, lanzado piedras a cuanta ave divisaba, y su paciencia estaba por derramarse, al verle acercarse a un caballo que pastaba con tranquilidad, sin percatarse que tenía a un enemigo demasiado cerca.
El animal relincho, al sentirse ahogado de improvisto, el maniático estaba apretando un alambre de púas, y su paciencia llego al límite. Guardo la grabación que hizo durante esas horas, enviándola a su correo privado de la unidad, donde solo Sebastián tenía acceso. Estrello un puño contra su mano derecha, se acomodó las vértebras del cuello, y se escondió detrás de unas vacas impávidas que solo sabían rumiar. Fue girándolas con habilidad hasta quedar cerca del abusad
Miraba como Leona se desenvolvía con su familia, como desearía presentársela a Sebastián, pero no le ponía atención, le ignoraba, y en las reuniones ni se acercaba, dejándole toda la carga a Christopher, quien se veía demasiado ameno con su potra, a la cual abrazaba sin reparos en ese cómodo sofá, en el bar que terminarondespués de la cena. Maurice a su otro costado, se entretenía embaucando a una de las jóvenes que se quedó con ellos hasta esta hora, asumiendo que se llevaría a Leona, para terminar su celebración en otro lugar, lo cual obviamente él no lo permitiría, hoy se sacaría la frustración sexual en que ella lo había mantenido esos años.Se acerco con las nuevas bebidas que le habían encargado, mirando a un costado como llegaban más parejas al local, volviendo de nuevo su mirada a
Re-leyó la nota como por décima vez, mirando a su alrededor. Leona llevaba dos horas discutiendo con su entorno como si pudieran solucionar el lio en que estaban metidos. Los altos cactus eran el predominante en el terreno, los pocos animales que circundaban en el momento era muy desanimante.“Somos conscientes de que has batallado para conquistar a esa rojita deliciosa hermanito…—Malditos perros —enojándose por fin.»…hemos tomado la decisión de ayudarte un poco, te dejamos un mapa, nos llevamos solamente tu arma, no sea que tengas un accidente…—Accidente —arrugo la hoja en sus manos, lanzándola a lo más cercano que fue un cactus llamado Josué—, los voy a masacrar por esto.—Estamos en Mojave —le informo Leona.—¿Cómo lo sabes caramelo?—Por los árboles —
Ingreso de nuevo por esa claustrofóbica claraboya, después de observar como todos sus sub alternos se daban palmaditas y salían del hangar, cerrando las puertas, se observó las manos divertido con lo que le había pasado Samanta apenas estuvo fuera del conducto, riéndose duro ante la realidad que veían sus hermanos y hermanas de armas.Se arrastró hasta llegar al sitio donde escuchaba los ruidos y gimoteos de Leona, quien después se peleaba con algo en el lugar, intento ser lo más silencioso posible, para no alertarla de su presencia, hasta que se medió asomo por el hueco para verla de pie, hablando con la máquina, viendo que ya había terminado los cambios, el equipo dañado lo había sacado Samanta para mandarlo a fundición, no tenía forma de recuperarse.Ella se había arremangado el overol a la cintura, sudaba copiosamente, limpi
Debía solucionar el caos con Sebastián, estaba harto de esta estúpida situación. La loca había desaparecido del mapa, y no es que quisiera saber dónde se encontraba, ni había intentado encontrarla. Observo a su alrededor, su misión había concluido prematuramente, cuando el cuerpo de su perseguida cayo frente a él, lanzado desde ese edificio abandonado, que actualmente era revisado por la policía local, quienes llegaron al mismo tiempo para una redada, de la cual no tenía ni idea. Su mirada subió para ver los dos cuerpos que colgaban como si fueran banderas abandonas, movidos por hilos sutiles, creando un vaivén lento y aterrador.A su alrededor la policía de México llegaba con escaleras para bajar los inertes hombres, con evidentes heridas por sus mutilados cuerpos, la mujer que había sido ya retirada del sitio donde yacía, estaba sien
—Se fue hace dos horas —suspiro Nikoleta cabizbaja—. Fue a reclamar el cuerpo de Bocar.Estaba estupefacto, no pudo moverse un milímetro de su sitio por la pésima noticia en el momento, era el tercer compañero que perdían. Ese hombre había sido uno de sus compinches en celebraciones rudas cuando se encontraban por Suráfrica. El dios del sexo, según se hacía llamar, y viendo como le llovían las mujeres en su país natal, no tenía dudas. Él le decía que eran como el café y la leche: -aunque parecía más que se lo estuviera diciendo a una mujer, que a él-. Notando que se habían confabulado con Maurice, para hacerle la vida imposible.Toco su pecho, sintiendo ese dolor de antaño, ante la pérdida de sus padres y el pequeño que estaba en el vientre de su madre, una mujer pelirroja
Se sentía como un zombi. Sus sub alternos parecían una manada histérica de gallinas de guinea, gritándose unos a otros, lanzándose acusaciones unos a otros, a un costado estaba Leona, quien refunfuñaba, y él aún no entendía que demonios había sucedido. El comandante de la base, estaba sentado a su lado, su postura era totalmente cerrada al tener los brazos cruzados, y el ceño fruncido por el escándalo. Veinte minutos más tarde, exploto gritando en el hangar que se callaran, amenazando a todos de lanzarlos al Océano Pacifico, y el resultado fue el esperado, el silencio se hizo presente, las amenazas de él eran tan verdaderas que muchos se auto abrazaron recordando esos infames momentos, intentando regresar a la bahía, amarrados de piernas y brazos.Espero con la poca paciencia que le quedaba, que alguno tomara la palabra para saber a conciencia el me
—¿A qué tienes miedo? —le pregunto—. Este hombre ya no tiene poder sobre ti —sostuvo su mentón con delicadeza—. Ha hecho tantas cosas aberrantes, que ni tú lo sabrías mi Leona.—Ella es mía —murmuro el hombre atado—. Desde siempre fue mía, mía, mía. Yo conocí su cuerpo primero, me lo regalo, era…—¡Cállese! —grito ella. Su mirada demostraba el terror y odio hacia ese ser que colgaba de unas cuerdas—. Me destruyo, destruyo todo lo que amaba.—No mi niña —refuto el hombre—, te libere de las cadenas, de ese amor enfermizo que te detenían de saber la hembra que eras, mi mujer, mi perra.—Yo… —tomo aire—, nunca le di motivos para hacerme todo lo que hizo, mi papi se dio cuenta y me llevo a un sitio en el que cre&iacut
Leía la información que Paul había adquirido, sus lágrimas bajaban sin parar, allí narraba sobre el cuerpo encontrado en el desierto de Las Vegas a unos pocos kilómetros de la carretera unos años atrás, las lesiones eran frescas en esas fotos, y ese cabello rojo apagado, su pobre gemela sufrió tanto. Se acercó a él, quien abrió los brazos sin importarle que le dijeran algo en esa cafetería fuera de la base.Lloro en silencio, aferrada a su torso, él la sentó en su regazo meciéndola con amabilidad.—Sabía que era malo —le soltó después de liberarse—. Te habría caído muy bien mi hermana.—Estoy seguro que tú eres la rebelde —le retiro el resto de lágrimas—. ¿Mejor?—Sí —lo acerco para besarle suave los labios, lo que lo d