—Se fue hace dos horas —suspiro Nikoleta cabizbaja—. Fue a reclamar el cuerpo de Bocar.
Estaba estupefacto, no pudo moverse un milímetro de su sitio por la pésima noticia en el momento, era el tercer compañero que perdían. Ese hombre había sido uno de sus compinches en celebraciones rudas cuando se encontraban por Suráfrica. El dios del sexo, según se hacía llamar, y viendo como le llovían las mujeres en su país natal, no tenía dudas. Él le decía que eran como el café y la leche: -aunque parecía más que se lo estuviera diciendo a una mujer, que a él-. Notando que se habían confabulado con Maurice, para hacerle la vida imposible.
Toco su pecho, sintiendo ese dolor de antaño, ante la pérdida de sus padres y el pequeño que estaba en el vientre de su madre, una mujer pelirroja
Se sentía como un zombi. Sus sub alternos parecían una manada histérica de gallinas de guinea, gritándose unos a otros, lanzándose acusaciones unos a otros, a un costado estaba Leona, quien refunfuñaba, y él aún no entendía que demonios había sucedido. El comandante de la base, estaba sentado a su lado, su postura era totalmente cerrada al tener los brazos cruzados, y el ceño fruncido por el escándalo. Veinte minutos más tarde, exploto gritando en el hangar que se callaran, amenazando a todos de lanzarlos al Océano Pacifico, y el resultado fue el esperado, el silencio se hizo presente, las amenazas de él eran tan verdaderas que muchos se auto abrazaron recordando esos infames momentos, intentando regresar a la bahía, amarrados de piernas y brazos.Espero con la poca paciencia que le quedaba, que alguno tomara la palabra para saber a conciencia el me
—¿A qué tienes miedo? —le pregunto—. Este hombre ya no tiene poder sobre ti —sostuvo su mentón con delicadeza—. Ha hecho tantas cosas aberrantes, que ni tú lo sabrías mi Leona.—Ella es mía —murmuro el hombre atado—. Desde siempre fue mía, mía, mía. Yo conocí su cuerpo primero, me lo regalo, era…—¡Cállese! —grito ella. Su mirada demostraba el terror y odio hacia ese ser que colgaba de unas cuerdas—. Me destruyo, destruyo todo lo que amaba.—No mi niña —refuto el hombre—, te libere de las cadenas, de ese amor enfermizo que te detenían de saber la hembra que eras, mi mujer, mi perra.—Yo… —tomo aire—, nunca le di motivos para hacerme todo lo que hizo, mi papi se dio cuenta y me llevo a un sitio en el que cre&iacut
Leía la información que Paul había adquirido, sus lágrimas bajaban sin parar, allí narraba sobre el cuerpo encontrado en el desierto de Las Vegas a unos pocos kilómetros de la carretera unos años atrás, las lesiones eran frescas en esas fotos, y ese cabello rojo apagado, su pobre gemela sufrió tanto. Se acercó a él, quien abrió los brazos sin importarle que le dijeran algo en esa cafetería fuera de la base.Lloro en silencio, aferrada a su torso, él la sentó en su regazo meciéndola con amabilidad.—Sabía que era malo —le soltó después de liberarse—. Te habría caído muy bien mi hermana.—Estoy seguro que tú eres la rebelde —le retiro el resto de lágrimas—. ¿Mejor?—Sí —lo acerco para besarle suave los labios, lo que lo d
Se quedó como piedra en la puerta, su habla desapareció ipso facto. ¿Esto era real? Miro a sus acompañantes que daban diferentes expresiones, pasando entre el asombro, la incredibilidad hasta el enojo.—¿Qué demonios hace acá? —salió de la voz de Maurice.—Maese —se inclinó la mujer—, es un gusto verle.—Para nosotros no lo es —altiva Nikoleta.—Señora —le sostuvo la mirada—, que yo recuerde nunca la trate mal —sonrió petulante.La fuerte cachetada sonó en la habitación insonorizada, cuya temperatura se sentía mucho más helada de lo esperada, vio de reojo el número en el sensor de temperatura del mini Split encontrándose esta en dos grados. «¿Qué pretendía esta perra?». María no se guardó nada c
Bostezo cansado, la salida abrupta seis meses atrás era algo que no esperaba, el caso salió en fracción de minutos después de su intensa sesión, dejando a Leona acomodada en la cama, recomendándosela a Peter, quien había acostado a María en esta, luego que Maurice la sesiono en la habitación. El aire acondicionado hacia un ruido como si estuviera cayéndose a pedazos, para completar no lo habían colocado bien y el agua salía de este, lo cual lo tenía sin cuidado, su misión no era hacerle reparaciones a los hoteles de mala muerte en que se estaba quedando en la China.El poster rojo desteñido de la pared junto a la puerta donde daba las indicaciones de la habitación estaba raído por el tiempo, en la habitación aledaña su inquilino se movió, su cama era igual a la de él, que sonaba con un chirrido desesperante.
Ella cantaba en la ducha, era la primera vez que la escuchaba, desentonaba cada nota y su ritmo era pésimo, pero el movimiento de sus cuerpo le divertía, tan hábil en unas cosas pero una tabla para otra, él no era el único en este mundo que tenía dificultades con algunas danzas, pero la texana era una en sus sangre, no era como el resto de sus familiares que parecían que habían sido fecundados en medio de un baile.Su pequeño cuerpo intentaba llevar el ritmo que perdía a cada instante, dando un pequeño salto de frustración, pero él se estaba divirtiendo a lo máximo, porque sin que ella se diera cuenta, le seguía dejando caer champo en su roja melena y ella lavaba infructuosamente. Veinte minutos pasaron, ella se detuvo un momento en su canto y movimiento del cuero cabelludo, rezongando por lo bajo por el nuevo producto capilar que no quería salir.
Ella, miraba esa habitación con curiosidad por las cuerdas que colgaban de la reciente sesión a la cual fue invitada. Paul hablaba con el Amo de la joven sumisa que estaba postrada sobre la cama, su piel se veía enrojecida por las zonas donde habían pasado las cuerdas, miro a un costado, temiendo meterse en un lío por lo que haría, acercándose con cuidado a la joven que jadeaba, escalando la alta cama, acercando uno de sus dedos para trazar con suavidad la piel donde las cuerdas habían dejado su señal.La joven la miro sin quejarse, no le impidió la exploración suave que Leona hacía, era como si le dejara empaparse de las sensaciones como si estuviera a través de una piel externa, y no la suya. Temblaba ligeramente por el toque sutil, pero no se alejó.—¿Duele? —susurro.La vio pasar saliva, buscando como contestarle, cambiando un
—Esta vez he planificado algo único —orgulloso Paul, mirando a Leona que giraba los ojos, alejándose para ir con Alena al bar y preparar bebidas para todos. Habían pasado dos años y su vida no era un apacible remanso, su potra no le dejaba tener la guardia baja un instante, salía con un millón de ideas y en una de esas él había terminado de cabeza en un agujero planificado por unas exultantes pelirrojas que se aguantaban la risa. Cuando logro salir, su mirada recayó en una sola persona. Había sido una persecución muy divertida, fue una lástima que solo duro cinco minutos, las piernas cortas de Leona, no eran rival contra las suyas, por más que ella corriera todos los días.—¿En dónde será esta vez? —curioso Maurice, jugando con Sebastián en la sala, gritándose los dos por quién había empujad