Ese maldito teléfono no paraba de sonar, dos días habían pasado desde el encarcelamiento de Leona, y estaba atado ante las circunstancias. Su día a día se había convertido en un frenetico ir y venir. Se metió de lleno al arreglo del buque, había ignorado como podía a la mujer que le traía de las narices, enojado, frustrado, compungido y demasiado ansioso. Ella simplemente se dejó llevar por su personalidad, sin medir las consecuencias; no había tenido tiempo de buscar al hacker, solo le mando un mensaje a Nikoleta para que buscara al hombre, por medio de su red de contactos, a ver que podía solucionar, porque su caramelo había metido una considerable cantidad de dinero a ese video juego, que para él era un desperdicio de tiempo, pero quien podía hacerla entrar en razón.
La entendía, una adicción era difícil de erradicar,
Su terquedad lo había llevado a este punto, debió escuchar a Sebastián cuando le dijo sobre la temporada de monzones; pero no, él como terco que es se metió literalmente en una sin salida. El agua le llegaba por encima de la cintura, a duras penas podía dar un paso porque era succionado por el barro, perdió su amada arma tres horas atrás cuando cayó de narices sobre el fango apestoso que le rodeaba. Ese maldito loco le llevaba ventaja de cien míseros metros en los cuales estaba en las mismas condiciones, pero con la leve diferencia que el agua le llegaba al pecho; el diluvial a duras penas les permitía ver al frente. Anhelaba en este momento tener un aerodeslizador, a y de paso retirar e su cabeza la imagen de Sebastián que reía, su informe detallaría esto, no podría ocultarlo.«Maldito Sebastián», gruño internamente &laq
Leyó a una velocidad inverosímil las cuarenta páginas que Sebastián le había enviado, estaba asombrado de la información que albergaba ese archivo. Se recostó pesadamente en la silla del cyber café, tocándose el puente de la nariz, era absurda la situación.Tomo una bocanada de aire, porque respirarlo por la nariz era otro asunto distinto, no podía acomodarse a los diferentes aromas que le golpeaban con fuerza sus sistema olfativo, si el creía que la India tenía sus características extrañas, acá no cambiaba en nada, por él fuera le prendía fuego al local, no podía con la cantidad de animales que pululaban dentro de este: gatos, perros, monos, ratones, cucarachas… estuvo a punto de aplastar a una que se coló entre sus dedos mientras el tecleaba a velocidad, siendo detenido por el dueño aduciendo que estar&iac
Christopher tamboreaba ansioso la mesa de cristal, no estaba de acuerdo con la decisión de Sebastián, quería a Paul inmediatamente en París. Vio a Nikoleta discutiendo con alguien al teléfono, sin alcanzar a escuchar que sucedía; por otro lado Maurice había salido de la oficina afanado por la llamada del abuelo.Sebastián hablaba con el GeneralAriadna, lanzaba al aire un bolígrafo intentando que este quedara clavado en el techo, mientras que Bocar le miraba siguiendo el lanzamiento en silencio.Pablo entro con un surtido de diferentes bebidas, que coloco en la mesa, para sentarse pesadamente. Amelia se inclinó, atrapando la primera bebida que hayo, para llevarla a sus labios dando un suspiro largo.—No estoy de acuerdo —suspiro Pablo—, el General está enviándote a un caso suicida.Ariadna le ojeo sin dejar el lanzamiento — &
Observaba atento como Nicolás trazaba las últimas líneas de su inmenso tatuaje, el tiburón blanco había sido elegido en su línea familiar la representación insignia de la sangre maese que le acompañaba por generaciones. A su alrededor, Maurice miraba anonadado la espalda de Nikoleta quien tenía su impresionante pantera ya tatuada, llevaban allí dos semanas, él era el último en esta ardua y maratónica sesión de tatuaje. Cada uno impresionante y realista. El sonido de la máquina seso, desviando su mirada al rostro agotado de su tatuador.—Termine —levantándose para estirar su espalda—, la próxima vez traigo mi mesa, esta es demasiado baja. —le dio las mismas indicaciones que a los demás, quienes no se habían retirado del sitio, apoyándose en su dolor.—Gracias Niko, eres un artista incre
—¿Cuándo fue la última vez que estuvo con una mujer?«¿Qué mierda?» No la miro, es lo que ella desea. «Estos minutos con ella mientras nos adentrábamos en otras áreas del parque me ha dado en los huevos reiteradas veces. Esta pequeña tiene una boca filosa que quiero follarme sin reparo».—Ah, eso es interesante —sonrió petulante—, tendré que convertir a una niña en mujer.—Ja ja —contesta sarcástica—, eres muy joven para conocer sobre el verdadero sexo.«¿Y a esta que bicho le pico?» mirando por fin un lugar interesante, se detuvo, elevo su mirada al cielo que estaba ya oscureciendo y las luces encenderse por doquier.—Bueno, tal vez tú me enseñes algo —rio internamente, si ella supiera que &eacut
Le despidieron en grupo, no podía quitarle la costumbre de acompañarle al aeropuerto, aun así observo embelesado a Alena, esa chica era despampanante. A un costado de Sebastián estaba la sumisa de este, y no entendía porque le daba escalofrió su presencia, era algo en ella que no le cuadraba, intentaba por todos los medios no ser tan frio y distante, pero no podía, su instinto no se lo permitía.Ella se inclinó en forma de despedida, pero al tiempo mostraba sus pequeños senos. ¿Qué demonios intentaba hacer? Vio fijamente a Sebastián que reía con Peter, quienes soltaban una monumental carcajada, lo que le hizo fruncir el ceño, se miró rápidamente para ver si era algo en lo cual se haya equivocado, pero él no era así de despistado como Peter, miro a Nikoleta a un costado, enganchada a un carro del aeropuerto, llegando a la conclus
—¿Qué demonios hace acá? —miro despectivo a la mujer en la puerta de su apartamento. Detrás de él, estaban varios de sus sub alternos departiendo con cervezas y un silencio inundo el recinto. Su fiesta había llegado a un fin demasiado temprano.—Él no me desea más, estoy buscando un Maese que realmente me lleve por el camino de la perdición —arrojándose a sus brazos.Él no se movió, ni le abrazo.—Regrese —se soltó de sus brazos, sosteniéndola de sus antebrazos para alejarla de su anatomía—, no estoy interesado en tenerla como mi aprendiz.—¿Pero por qué? —Mostrando su cuerpo con su mano—. Soy muy sexy, le gustan las pelirrojas…—Usted no clasifica.Ella movió la mano de manera desdeñosa,
Reboto contra el piso después de ser lanzado con furia por Sebastián, quien no quería escucharle. Estaba totalmente cegado, a su alrededor estaban sus hermanos y hermana, cabizbajos, tristes.—Escúchame —lo intento de nuevo—, todo lo hice para no dañarte, ella no es el tipo de mujer que me guste, se me estuvo insinuando por semanas. —Se levantó del piso, esquivando el golpe que iría a su abdomen por décima vez en esa hora—. No la amo, como ella dice, llame a la policía, es cierto, pero fue por el motivo que invadió mi hogar, además de que entre sus cosas pude obtener la información que sustrajo de tu caja fuerte.Era inútil, no le escuchaba.La ira lo consumía a tal extremo que su rostro era rojo y pétreo.— ¿Sí?, No me mientas, no soy un imbécil. Te metiste con mi sumisa, la obl