Dos semanas llevaban juntos, ahora le estaba enseñando las normas de una sumisa, cuáles eran sus deberes y sus derechos, ella se había reído diciéndole que como veía las cosas desde su visión siempre pensaba que las mujeres sumisas no tenían ni derecho a decir ni mu. Ese día había sonreído, era una mujer con una chispa particular, pero no andaba mal encaminada; las situaciones particulares variaban y le había comentado una situación con una Ama unos dos años atrás, que reducía a tal punto a sus sumisos, que no les permitía tomar ni agua. La habían demandado ocho hombres que tenían diferentes mutilaciones en su cuerpo, por orden de ella, y se los había hecho comer. Actualmente esa mujer estaba en un tratamiento psiquiátrico porque se había enloquecido en el tribunal.
—¿Estas respirando princesa?
Abrió la puerta con ira contenida, viendo caer en cámara lenta una cabellera roja, unas manos agitándose y un grito agudo por la sorpresa, pero en todo ese proceso, unas lágrimas. No alcanzo a atraparla, desde afuera pasaba un camarero que lo vio a él, y luego a ella en el piso, gimiendo por el golpe.Parpadeo confundido, se agacho ayudando a levantarla, ella evito en todo momento mirarle, dándole un golpe a su brazo para que le soltara, sacudiéndose como si nada hubiera pasado, corrió como si su vida dependiera de ello. Christopher se congelo, no entendía nada de lo que sucedía, viéndola apretar frenética el botón del elevador, lo que le hizo dudar de las palabras que ella le había dado. Dio zancadas hasta tomarla de los hombros haciéndola girar con violencia. Alena mantenía su cabeza baja, no quería verle.Se inclinó, tom&aacu
Como una gran marea, todos se habían reunido a excepción de Paúl en la casa de Christopher, quien les asesinaba con la mirada, viendo como era asaltada su refrigeradora por Maurice y Sebastián, quienes parecía que llevaban siglos sin comer, Nikoleta bailaba con Peter divertidos con la música africana, sabía que eso no estaba en su colección musical, el sonido de los tambores era raros como salían por los altavoces de la sala. Luego María apareció junto a una consternada Alena que miraba más confundida que nada por el alboroto alrededor.Su maleta era pequeña, como le había dicho dos días antes, llevaría lo mínimo, ni las joyas empacaría, estaba obsesionada de que poseían rastreadores, luego le llego una carta amenazante en ruso, para después tener en sus puertas al embajador ruso con cara de pocos amigos. El cliché
El tatuaje había sido terminado dos semanas atrás, había dejado todo para cuidarla, ella primaba en este momento. El sexo solo podía ser en dos posiciones, bueno tres, y estaba ansioso por ver el resultado final para volver a sesionar como era. Cuatro años habían pasado, muchos ires y venires en la relación Amo y sumisa, pero ella seguía con él, a pesar de su apetito sexual. Había intentado introducir a otras mujeres en encuentros sexuales con Alena, las cosas no resultaron muy bien, no por parte de Alena, eran las otras mujeres quienes no eran tan abiertas mentalmente como le daban a entender, en algunas ocasiones invito a algunas con las cuales ya había estado, a pesar de su política de no repetir con nadie, pero ellas habían supuesto que deseaba una relación más seria, llevándose un chasco por la propuesta dada.Alena se removió incomoda e
Su teléfono sonó al mismo tiempo que ella daba pasos hacia él, el sonido detuvo el siguiente paso que estaba a punto de dar, sacándolo de su saco, para ver destellar en la pantalla el nombre en clave de Sebastián, no era de su teléfono privado, la oficina de Interpol le llamaba, maldijo en todos los idiomas que sabía en su mente, su erección era dolorosa y bastante visible; ella le vio risueña al ver su estado, no teniendo más alternativa contesto.—¿Qué sucede? —viéndola acercarse, para tomar su erección masturbándolo sin ningún pudor, sus glúteos se tensaron ante la sensación erógena de las suaves manos pintadas en diferentes patrones sobre su hombría.—Debes venir a París —directo—, Maurice tuvo un accidente.Su intención no era detener a la sexy mujer que estab
Estuvo horas en la misma posición, había sido arrestado en Ruanda porque lo permitió, iniciar la pelea no había sido difícil, pero estaba siendo torturado sosteniendo el travesaño de madera bajo el ardiente sol africano. Las diferencias entre las tribus durante los siglos se habían intensificado, las masacres fueron un paso para dejar una nación devastada ante la crueldad que se vivió, pero estaba a un paso de colapsar y estar treinta y dos horas sin tomar líquido no era divertido. Recibió un inesperado latigazo, ese perro ni siquiera sabía utilizarlo bien, si tuviera después tiempo le enseñaría que era un Maese en toda regla.Por ahora debía aguantar hasta donde pudiera, medio levanto su mirada para ver a los otros torturados, a uno le estaban quemando la planta de los pies, sus gritos eran desgarradores, esperaba correr mejor suerte, por instinto
La suavidad en su entorno era placentera, su cuerpo estaba renovado, aspiro con fuerza al salir de su limbo onírico, parpadeando al verse conectado a una máquina; a un costado una mano sostenía la suya, bajo su mirada para ver a Alena dormida en una pose nada agradable para la columna, miro a su alrededor, suspirando. Su movimiento fue suave, tomando de las axilas a su princesa, para acostarla junto a él, las ojeras en ella eran pronunciadas, preguntándose cuanto tiempo estaba en el hospital. Un grito lejano, le hizo observar detenidamente a su pelirroja, esperando que durmiera. Se elevó, cubriéndola con la manta que tenía, desplazándose a la puerta abierta, miro a cada lado del corredor, y arrastro su líquido hasta llegar al sitio que deseaba, dándole un susto de muerte a los tres enfermeros que estaban allí.—Me pueden quitar esto, ya me siento mejor.—&ie
Maurice le hablaba sobre la arquitectura del lugar, feliz por estar allí, mientras este asentía a todo lo que le decía interesado hasta el momento que ve a su bailarina. La estudio, escondiéndose con habilidad entre las personas, con su hermano pegado como una lapa quien no deja de hablar sobre el diseño de la construcción rusa.—Ella fue la chica que conocí hace unos días —se la señalo—, me dijo que le gustan los tríos.—Te estas demorando —le apremio.No alcanzo a dar un paso, cuando la vio saludar a otras mujeres, luego se acercó un hombre con una tableta dándole indicaciones. Las vieron alejarse, giro para ver a Maurice quien se encogía de hombros.—Te conozco lo suficiente para saber que no dejaras pasar esta oportunidad para follarla —dijo Christopher.—Que te puedo decir —se acicalo
No había sido difícil convencer a Susan que los acompañara al hotel que había llamado Maurice, el muy imbécil la había subido a su hombro como un costal, sin importarle las miradas del resto de mujeres y hombres en el local, que pocos minutos atrás habían estado cantando a pulmón con ZAZ. Subiendo a la parte trasera de la camioneta con ella, para sentarla en su regazo. Le había dado un golpe en el rostro, que seguramente le daría un maravilloso hematoma dentro de unas horas, esta mujer era de armas tomar.—Mi princesa, ¿quieres algo para cenar? —le pregunto antes de cerrar la puerta del vehículo.Ella negó —Solo deseo comerte a ti, estuve muy preocupada este tiempo. —rosando su rostro con los dedos, como si fuera el toque de una mariposa.—Tus deseos, son mi placer —atrapo un dedo entre sus labios, succioná