El amo de las lunas, el lobo Guerrero, El Gran Destructor y cambia formas, El Inmisericorde emperador Kuraní ; apretaba con tal fuerza las cabezas de león de los descansa-brazos de su trono de oro, que sus nudillos se tornaban blancos. Lo consumía la furia. Su mente aguda y sagaz estaba poseída por una neblina roja, sus ojos profundos y escrutadores, estaban enrojecidos por la incontrolable ira. Sus atlético cuerpo y poderosos músculos estaban contraídos en un espasmo de cólera.
—¡Por los mil infiernos Cassandra! ¿Cómo demonios pudo ocurrir esto?- rugió.
La mujer que se hallaba postrada en el suelo tembló. Y por primera vez en muchos ciclos Lady Cassandra temió por su vida.
—¿Cómo es posible que después de casi una veintena de ciclos en los que tus predicciones y visiones han sido siempre acertadas, pueda ocurrir algo así? - El Emperador acarició nerviosamente su frente, con la yema de sus dedos, intentando aliviar el incesante martillar que se había apoderado de sus cienes.
—¿Se dan cuenta de la catástrofe que pudo habernos sobrevenido si no me hubiera percatado de la marca en la espalda de la esclava?
Ante sí, su alteza real tenía a su primer ministro y al comandante de su ejército. Lady Cassandra, se mantenía inmóvil, postrada en el suelo. El consejo privado se mantenía cabizbajo y en silencio, como muestra de su profundo respeto.
— Ya basta de reverencias Cassandra, necesito una explicación. ¡Ahora!- Bramó.
Lentamente, Lady Cassandra se incorporó, colocando ambas manos modestamente unidas, palma con palma, a modo de plegaria y manteniendo sus ojos prudentemente enfocados al marmóreo suelo de la sala del trono.
—Mi señor, no tengo forma de explicar lo sucedido hoy.- Dijo con voz queda, dulce. -Vos sabéis, mejor que nadie, que a mí no ha llegado profecía en las últimas lunas.
Por unos segundos reinó un silencio total.
— En cuanto a este asunto. - prosiguió Cassandra quedamente. - No soy capaz de proferir juicio, sólo suponer que se trate de una prueba de los dioses.
— ¿Prueba de los dioses, dices?- Insertó el emperador. Fulminando a Cassandra con la mirada.
—Señor-. Jadeó ella y volvió a postrarse sobre su rostro.
El Monarca tamborilero impacientemente sobre las cabezas de león , con sus largos dedos. Algo no está bien aquí, lo presiento.
— Señor, si me permite... -
El rey frunció el ceño y enarcó una ceja en dirección a su primer ministro.
— Habla Cassio.
—Perdóneme por mi impertinencia, su Majestad, pero si no le fue dada advertencia a Lady Cassandra de la inminente aparición en nuestro reino de una Séptima Luna , ¿cómo podríamos haber previsto tal evento? La profecía solo menciona a seis, Señor.
El Emperador acarició su labio inferior con el nudillo de su índice, un gesto indicativo de que la pregunta le estaba haciendo meditar. Envalentonado, por tal reacción, el ministro continuó.
—Es cierto que, hasta ahora, la visión de Lady Cassandra nos había dado la ventaja y las otros cinco lunas habían sido extraídos de sus tierras fácilmente; pero si vos no reconocéis que esto se trata de una prueba de los dioses, al menos deberíais considerar que se trata de un gran misterio.- El ministro terminó su discurso con una reverencia.
—Un misterio, decís.- Sonrió su alteza, entretenido. - Pensé que a mis casi treinta ciclos, y luego de haber engrandecido las fronteras de este Imperio como lo he hecho , ya no quedarían misterios que pudiera resolver.
—Señor, si me permite…- susurró quedo el comandante del ejército dorado.
Su Majestad se reclinó en su trono, acomodándose sobre los cojines de plumas.
—Adelante Emir.
— Debo concordar con el criterio de vuestro primer ministro.
El rey no salía de su creciente asombro. ¿Su comandante y su primer ministro de acuerdo en algo? Este día se tornaban raro y más raro a cada momento.
— Hasta hoy, señor, siempre habíamos hallado las lunas fácilmente. No sólo por los dones que lady Cassandra posee, sino porque hasta hoy, todos los soles han provenido de noble cuna.
—¿Y tu punto es…?- Insertó el Emperador.
Emir mojó sus labios nerviosamente.
—Me refiero, señor, a que el hallazgo de la señal en una esclava, es, a mi juicio, un suceso sin precedentes y un acontecimiento francamente desconcertante.¿ Se ha comprobado la autenticidad de la señal? ¿No podría tratarse de un engaño?
—No. Yo mismo me he cerciorado de que el lunar en la espalda de la esclava es la señal.- respondió el monarca.
—Entonces, Señor…o la profecía está incompleta o este asunto es más misterioso y complejo de lo que creemos.- concluyó Emir.
El rey acarició ausentemente los anillos en sus dedos anular y pequeño de su mano derecha, lo expuesto por sus consejeros no carecía de mérito y lógica. Con un gesto de su cabeza les comunicó que daría mayor consideración al asunto. Y con un gesto de su mano les hizo saber que daba por concluida la reunión del concilio.
El emperador sonrió al encontrarse solo, los miembros de su consejo parecían perplejos ante la llegada de una nueva y aparentemente inesperada luna, sin embargo él no estaba para nada sorprendido. No en balde la profecía constaba de dos partes, y solamente él conocía la segunda estrofa de la misma, ya que su padre había puesto todo su empeño en mantenerla oculta.
El Despertar:
Umara:
Reposo boca abajo, sobre finos y suaves cojines. Sin dudas el paraíso es un lugar cómodo, silencioso, pacífico… Suspiro feliz .Puedo oír a lo lejos el borbotear del agua al caer, de por allí también proviene el canto de un ave. Sonrio, sin dudas he alcanzado el gran Oasis celestial, donde corren doce ríos cristalinos, donde los árboles dan su fruto todos los meses del año, donde nunca más volveré a padecer hambre…o sed. Donde no tendré recuerdo de…
Abro los ojos bruscamente, y levanto la cabeza. Puedo recordarlo todo. La larga peregrinación, el hambre, la sed, el mercado de esclavos, el intenso calor , el ardor del látigo en mi espalda…los gritos por piedad del mercader y luego nada…
Gruño de impotencia y me hago un ovillo, acostada sobre mi lado derecho. Ante mí tengo una prístina pared blanca. Exhalo frustrada. No he alcanzado el Paraíso…sigo presa en el plano terrenal, y estoy aquí…Sabrá El Omnisciente dónde.—Veo que ya despertaste. - Susurra una suave voz de mujer a mis espaldas.- Su Majestad estará complacido…Pongo los ojos en blanco.—Sería bueno que intentaras ponerte en pie lo antes posible. Has estado dormida por demasiado tiempo. Primero perdiste los sentidos a causa de la deshidratación y luego nuestros sanadores tuvieron que mantenerte en sueño profundo para que tus heridas sanaran más rápido.—Déjame en paz. Hubiera sido preferible que me hubiesen dejado morir. Ahora estaría reunida con mis ancestros.- Gruño.La mujer suspira a mis espaldas . —No era tiempo de que te reclamara la muerte. Estabas débil, sí, pero no era nada que un buen descanso y líquidos no pudieran curar.Medito un segundo y puedo comprender la veracidad de sus palabras. Pero aún
La mujer dormía profundamente sobre los cojines de la cama ceremonial. El hombre que la observaba, admiraba desde un segundo piso , a través de un parabán estratégicamente colocado , el ancho de sus caderas y la forma de sus piernas. La redondez de sus senos atraía poderosamente su atención, cerraba las manos en puños del deseo de moldear y acariciar tan generosos montes. Se había apoderado de su boca una sequedad como si no hubiera bebido agua en muchos ciclos, con su lengua mojó sus gruesos labios e instantáneamente se imaginó saboreando esos oscuros pezones claramente visibles a través de la seda traslúcida.Lujuria, ardiente e innegable se había apoderado de él. Su bestia interna se crispó ante el olor de esta nueva e inesperada hembra, su poderosa y latente erección era testigo del ciego deseo que le acuciaba. La mujer murmuró y se retorció en sueños extendiendo su magnífico cuello , como si él la hubiera tocado. Sus pechos se apretaron, contra la seda que los apresaba , amenazan
¡Este sí es un jardín! Contemplo pletórica de felicidad el fresco verdor que se extiende ante mis ojos hasta donde alcanza mi vista . Aquí y allí florecen las más extrañas plantas. Aromas exóticos llenan el aire, la brisa hace mecer las cargadas palmeras y cocoteros. Al menos cincuenta fuentes vierten agua cristalina . A un lado y otro descubro aves coloridas enjauladas o animalitos que corretean libres por entre las flores. Posadas en las ramas de los árboles observo palomas de diferentes clases.No logro salir de mi mudo asombro. Me postro sobre mi rostro y beso la tierra, mientras elevó una oración de agradecimiento al Magnánime. Este lugar debe ser la réplica terrenal del Gran Oasis Celestial.— Ven, deja tus rezos para luego. Es hora de presentarte a los demás soles.- Me apura Lady Citié. Hoy parece impaciente y malhumorada.Me pongo en pie y la sigo, caminando sobre el paseo de granito que serpentea entre las flores y fuentes y jaulas … Los zapatos de madera de Citié producen un
Umara:Debo parecer un pez que han sacado del agua con anzuelos, por qué mis ojos están grandes como platos y mi boca abierta a más no poder.La mujer de la trenza ríe y prosigue su camino dejándose caer en un diván y aceptando un racimo de uvas de una de las doncellas del servicio.Burya se acerca a mí y poniendo los ojos en blanco toma una de mis manos.— Tranquila, pronto te acostumbrarás a las excentricidades de Sarab.— ¿Excentricidades, en serio rusa?- dice la gemela peliblanca.— No sé. Intentar asesinar a nuestro emperador, no una ni dos veces…sino doscientas, ¿puede ser considerada una excentricidad?- pregunta la otra gemela. Definitivamente quieren matarme de asombro.— ¿Ella…ha intentado … qué?!- Chillo.—Oh, por los dioses. No hay que hacer tanto aspaviento.-Regaña Lady Citié. - Ahora, por favor, ya concluidas las introducciones debo marcharme. El emperador querrá su té luego de la reunión del concilio.La mujercita se marcha y me deja en manos de la rusa y las gemelas.—
Umara:La sala del trono es imponente, todo brilla con un fulgor dorado cegador. Los cortesanos Kuranies se agrupan a ambos lados de un camino cubierto con alfombras doradas que han dejado en medio. Imagino que para que le sea más fácil acercarse al que viene a plantear su disputa ante el Emperador.Estamos de pie junto a la puerta y lady Cítiê aprovecha para darme rápidas instrucciones.— Al entrar, deberás hacerlo con la mirada gacha, cuando lleguemos cerca del Emperador, deberás postrarte sobre tu rostro y mantenerte así hasta que se te ordene incorporarte, no deberás mirar al Emperador al rostro, ni hablarle sin que él se dirija a ti primero. La desobediencia a cualquiera de éstas reglas acarrea la muerte ¿ Has entendido?Le hago entender que comprendí con un movimiento de mi cabeza.El guarda de la entrada anuncia nuestros nombre y Lady Citié avanza por delante de mí , caminando sobre la dorada alfombra. Inhalo fuertemente y la sigo, manteniendo mi frente erguida y mi espalda rec
Umara:Cítiê se incorporó de un salto en cuanto el Emperador se sentó de nuevo sobre su dorado trono.Me ha tomado de la mano y me ha sacado del Gran Salón por dónde mismo hemos entrado. Las doncellas de su séquito nos siguen en tropel. No entiendo por qué la mujercita corre tan despavorida, pareciera que los sabuesos del infierno nos persiguen.Hemos llegado al pabellón, Cítiê ha despedido a las doncellas del séquito y ha reunido a las demás esposas. Les ha contado lo sucedido y ahora están todas reunidas a mí alrededor.— ¡Está loca!– chilla Burya.—¿Realmente hizo eso?– increpa Sarab, con admiración.—¿En medio del Mayilis?– pregunta Zai.— Es increíble…–me observa boquiabierta Mem.Cítiê recorre de un lado a otro el pabellón. Se muestra contrariada, enfadada y francamente desesperada.— ¿¡Tienes la más mínima idea de lo que has hecho?!–se acerca a mí y me agita agarrándome por los hombros. – Si tanto deseo tienes de morir toma una daga y córtate el cuello, pero no continúes con tu
En un abrir y cerrar de ojos se ha abalanzado contra mí y me ha abofeteado en la mejilla derecha. Con tal fuerza que se me ha torcido el cuello. Ese lado de mi comienza a arder, de forma insoportable.— ¡Quien te crees que eres! –Grita colérica. – ¡Cómo osas mostrar tal irrespeto a nuestro amado durante el gran concilio! – vuelve a abofetearme, está vez en la mejilla izquierda. Cierro mis manos en puños y aprieto mis ojos para contener las lágrimas. No voy a llorar, no voy a llorar. No le daré el gusto de verme llorar.Se aparta y me da la espalda, encorvándose sobre sí misma como si hubiera perdido el aliento. Luego se gira bruscamente y sonríe, como sólo una persona demente podría hacerlo.—¡Por tu culpa mi hermano fue reprendido delante de todos los nobles! Tu osadía no conoce límites ¿Que más se podría esperar de una sucia adoradora de camellos como tú? – ríe, y es la risa más siniestra he oído en mi vida. Se vuelve hacia las otras esposas, dándome la espalda. . —¡Salvajes, todas
Muerdo mi labio inferior para no dejar escapar el chillido de sorpresa que ha subido a mí garganta ¡Con unas pocas palabras, Cítiê ha reconocido a Cassandra como la víctima que no es! —Bien, veo que en este asunto tendré que contar solo con mi propio juicio.– el Emperador suena resignado. Y sin ceremonia de ningún tipo comienza a descender del trono. Llega ante mí y yo instintivamente aparto la mirada de su rostro, no quiero mirarle, me da asco, le odio. Contento las ganas de vomitar y me abrazo a mí misma. En este preciso instante, no le temo a los azotes, no le temo a las torturas Kuranies, no le temo a la muerte…pero tener a este dictador despótico tan cerca, hace que un sudor frío se apodere de mí. Aparentemente satisfecho con su inspección, el Emperador sigue de largo, y le ordena a Cassandra ponerse en pie al tiempo que le tiende la mano y la ayuda a incorporarse él mismo. Los miro de reojo. Se queda contemplándola unos minutos y luego se aleja, pensativo. —Viendo que vuestra