Umara:—Acércate, florecita.En cuanto Cítiê no estuvo presente su voz se tornó ronca, melosa, grave, sin embargo comprimí mis labios y permanecí justo donde estaba.Le escuché gruñir y luego soltar una carcajada.—Eres tan desobediente y problemática, el pueblo hizo bien en creer que eres la reencarnación de nuestra diosa guerrera. Me ha complacido enormemente tu esfuerzo en entrenar con las demás Lunas, me enorgullece ver lo mucho que han aprendido a controlar sus dones.Guardo silencio.—Desde el primer momento en que te vi, supe que serías una espina en mi costado…tan altanera y orgullosa, pero a la vez tan frágil…Había evitado mirarle directamente, manteniéndole fuera de mi campo de visión, pero, evidentemente impaciente y avanzando a grandes zancadas, se posicionó justo frente a mí. Mantuve mi mirada fija en el suelo y la cabeza gacha.—¿Tanto has llegado a odiarme, florecita, que ni siquiera te muestras rebelde como antaño? Antes, me desafiabas manteniendo tu frente en alto, a
Umara: "En el año vigésimo segundo del reinado de Lunh, llegó profecía a Venrir, hijo Vermir, del gremio de los agoreros de la Luna: El príncipe nacido el tercer día del mes de Huruk, Será grande en fuerza y destreza, La tierra temblará bajo el poderío de sus pies, La luna, el sol y las estrellas girarán a sus órdenes, Sus enemigos temblarán ante su nombre, Su gloria cubrirá la tierra y Seis Lunas coronarán sus sienes. Hasta la llegada de la séptima Luna, Eclipsando a la primera y desterrándola, Trayendo consigo una luz más potente, Recuperando lo que se había perdido Y devolviendo la vida a lo que había muerto.” El pergamino tiembla entre mis dedos. Sentada sobre un cojín en el suelo, vienen a mí los más disimiles recuerdos. Mi campamento en llamas, la travesía hasta Tarmén, el mercado de esclavos…¡Alessios! Cubro mi boca con una mano para evitar gritar. Ahora lo recuerdo, fue él. Aquel guerrero implacable que azotó al mercader de esclavos y me subió a su montura. Lo
El ejército enemigo atacó en la madrugada.Alessios las había prevenido, ya que había sido capaz de escuchar el estruendoso ir y venir del enemigo preparándose. Las mujeres habían estado listas para el combate, habiendo cambiado sus pesados y lujosos vestidos desde hacía semanas por ropas de hombre, mucho más ligeras y prácticas para la batalla.Habían acordado mantenerse rodeando su carpa, ya que a Sarab no se le permitía utilizar su don y por lo tanto se le había convencido de quedarse dentro de la misma.Alessios combatía en primera línea, habiendo optado por mantener su forma animal. Los estragos que causó en el enemigo fueron incontables, con garras y dientes asesinaba a diestra y a siniestra. Aplastaba cabezas, extraía intestinos, desgarraba gargantas y devoraba a los rebeldes.Los capitanes del ejército dorado que se habían mantenido fieles combatían montados a caballo, degollando enemigos a su paso.Tras la primera ola de asalto, el blanco campo cubierto de nieve se había teñi
—¿Donde está tu señora?- interrogó Umara al rebelde que aún quedaba vivo, prisionero dentro de una cárcel de hielo.Habiéndo curado a Sarab, Umara le pidió a Mem que regresara con Cítiê y ella al campamento, las chicas protestaron, por supuesto, no deseaban bajo ningún concepto abandonar a Umara.—Por favor…puede que Burya y Zai necesiten refuerzos, además, si cuatro fieras hambrientas no pudieron devorarme, dudo mucho que Cassandra tenga mejor suerte.Tras varias protestas y muchas quejas, las mujeres se marcharon de regreso al campamento, dejando a Umara a solas con el rebelde—Aléjate de mí, bruja.- el rebelde escupió a Umara en el rostro.- en mi país a las mujeres como tú las quemamos vivas.Umara sonrío.—Es un alivio entonces que no estemos en tu país, ahora responde, ¿dónde está Cassandra?***Cassandra supo que la batalla estaba perdida en cuanto vio al ejército replegarse, los rebeldes estaban temerosos del terrible lobo que los despedazaba, de los capitanes que los pasaban p
Ambos combates se desarrollaban a la vez.Mientras el portentoso lobo perseguía al arquero a través del espeso bosque, Umara huía de la furia asesina de Cassandra.—¡Te destriparé con mis propias manos, maldita! ¡Desde que apareciste mi vida y mis planes perfectos se vinieron abajo!—¿Llamas perfecto a envenenar a tu propio esposo?Una expresión de fatalidad cubrió el rostro de la rubia.—No lo habría hecho si él no me hubiera forzado a ello.—¿Quién? ¿Tu hermano?- masculló Umara, lanzando bolas de nieve en dirección a Cassandra con la esperanza de mantenerla alejada.—¡Por supuesto que no, imbécil!- rugió Cassandra, roncamente.- me refiero al infiel de Alessios, aún cuando yo portaba la marca que me convertía en su pareja destinada él fijó su vista en la siguiente mujerzuela que apareció, y la próxima, y la próxima, ¡hasta llenar su harén con esas vacas inmundas!Umara arrugó la frente.—A pesar de mis súplicas y lloros, no me prestó ni un ápice de atención. A él solo le importaba cu
—¿¡Estas loca!?- ladró Burya enfurecida.- ¡¿tienes alguna idea de lo que estás pidiendo?!—¡Por supuesto que sí!- bramó Cítiê.- ¡pido, que ayudemos a descansar al único hombre que he amado en mi vida! ¿Crees que esta situación no me hiere? ¡¿Crees que me hace feliz siquiera pensar tal atrocidad?!Un nudo se apoderó de la garganta de todas las mujeres presentes en la habitación.—Nuestro amado no sanará. No hay nada que podamos hacer y debemos aceptarlo aunque nos duela.- el mentón de Cítiê tembló, mientras sus ojos volvían a inundarse de lágrimas.- está condenado a padecer los más terribles dolores y luego comenzará a convulsionar producto del envenenamiento de su sangre con la plata. Estimo que le han de quedar cuarenta y ocho horas de vida como máximo.Burya abandonó la tienda en un arranque de llanto, Mem salió detrás de ella para intentar consolarla, una ventisca era lo último que necesitaban en ese momento, con la mayoría de las tiendas de campaña echas jirones y chamuscadas a má
—¡¿Por qué no lo dijiste antes?!- chilló Burya colérica.—Oh, pues porque…- gruñó Sarab, acariciando su hermoso cabello.- …seamos honestas, si él muere, el caos subsiguiente sería muy divertido de contemplar.—¡Sarab!- gritaron las gemelas al mismo tiempo.La aludida solamente se limitó a rodar sus ojos.—Oh, por Anubis.¿De qué se sorprenden? Soy su enemiga jurada, después de todo. Esta vez todo hubiera resultado demasiado fácil, ya saben, no tendría que intentar deshacerme de él yo misma, solo tendría que sentarme y esperar a que muriera.Todas la miraron con diferentes grado de horror reflejado en sus rostros.—Pero, si el tirano está dispuesto a liberarme, si su amor por Umara es realmente tan grande que sería capaz de permitirme regresar a mi país con tal de hacerla feliz, entonces estoy dispuesta a cooperar.—Pero, pero…- balbuceó Burya atónita.- ¿habrías estado dispuesta a arriesgarte, no hacer nada y permitir que Cassandra y su hermano tomaran el trono?Sarab elevó un hombro de
Umara:—¿Se ha tenido alguna noticia de Sarab?- pregunto al regresar al pabellón tras el infernal e incómodo banquete.—Pues sí.- responde Cítiê.- ayer recibimos a un mensajero de parte del faraón de Egipto, en su carta, el monarca agradece enormemente la liberación de su sobrina y da por terminada la enemistad con nuestro amado.—Es un alivio saber que regresó sana y salva.—¡Todavía no me lo puedo creer! ¡La muy loca nos hubiera sacrificado a todas con tal de ver a nuestro amado morir! – chilló Burya.—Lo sabemos.- susurró Mem. – estaba incluso dispuesta a dejarse asesinar con tal de lograr sus propósitos.—No hablemos más de ello.- pidió Cítiê nerviosamente.A la mañana siguiente el emperador convocó al Mayilis, Cítiê llegó temprano en la madrugada para apresurar a las mujeres del pabellón, ya que el Emperador demandaba la presencia de todas.Al entrar al gran salón del trono, Umara notó que éste resplandecía, los nobles se hallaban más ricamente vestidos que nunca y los capitanes