—¡Mmm! ¿Por qué me estás emborrachando? Eres un solo un mocoso, ¡no tienes ningún tipo de educación!

Seguí jugando al juego de los dados con mi cuñada.

Ella perdió dos rondas seguidas.

Me sentí mal por ella, así que decidí cederle algunas rondas.

Sin embargo, como había bebido bastante, comenzó a sentirse mareada y mostraba confusión.

Se apoyó en la mesa, incapaz de levantarse.

Carla la llamó varias veces, pero mi cuñada no reaccionaba en lo absoluto:

—No puedo, me siento muy mareada. Déjame descansar un rato.

—¡Pero qué inepto! Déjame a mí, yo me encargaré. — Carla estaba dispuesta a seguir jugando conmigo.

Pero María la detuvo de inmediato y respondió:

—Mejor déjame a mí, descansa un poco.

María volvió a ser tan terca como siempre.

Aunque decía que Carla no podía beber tanto, en realidad, en lo profundo de su corazón, se notaba que le preocupaba su amiga.

Carla, como una niña, se acurrucó junto a María:

—María, eres la mejor. Si logras ganarle a ese mocoso, ¡serías aún más increíble!