—¡Ay, María, ¿qué es lo que haces? Me has pegado tremendo susto!— Alodia se llevó la mano al pecho, visiblemente sorprendida.Al darse cuenta de que la expresión de su hija no era la habitual, Alodia finalmente preguntó con tono preocupado: —¿Qué es lo que pasa, María? ¿Sucedido acaso algo?—Aunque fuera algo muy grave, no deberías ponerte siempre tan enojada. Si te enojas mucho, te saldrán arrugas a temprana edad.—No más mira a mamá, ya tengo más de 50 años, y mi piel sigue tan tersa como la del culito de un bebe. El secreto es que rara vez me enojo. Aunque lo haga, siempre trato de sonreír.Alodia era una mujer que no se preocupaba por nada. Su esposo la adoraba y no le permitia que hiciera nada, y ya de por si, era algo inepta ya que no había nada en casa que tuviera que gestionar.Además, siempre había sido una mimada, lo que hacía que, a pesar de tener más de 50 años, pareciera una jovencita de unos 30.Y esa sensación de juventud no solo venía de su apariencia o su figura, sino
Y mientras tanto pensaba: ¿Debería ir a la cita?Si no voy, sé que María es una mujer muy buena, y la verdad es que me cuesta mucho resistirme a sus muchos encantos.Pero si voy, ¿cómo voy a explicarlo?En el fondo, mi corazón se inclinaba más hacia la segunda opción.¡No era pues de extrañar que los hombres lujuriosos hiciesen todo por sexo!Cuando el sexo se nos mete en la cabeza, actuamos como animales.Sabía perfectamente que lo que estaba a punto de hacer era arriesgado, pero aun así no pude evitarlo. Además, rápidamente pensé en una excusa para justificarme.Podría decir que estoy de vacaciones aquí, de paso nada más.Una vez que encontré mi excusa, me preparé para lo que venía. Me ajusté bien y no pude esperar más para escribirle a María: ¿Dónde estás?María me respondió: Estoy en el refugio Montaña Esmeralda, aquí hay una sala de masajes privada. Si quieres, ven a buscarme y hacemos cositas de esas indebidas que tanto nos gusta.Una sala de masajes privada, ¡eso estaría rebueno
En ese momento, estaba tan asustado que casi me costaba respirar.Rápidamente bajé la cabeza, no quería que María me viera.—¡Levanta la cabeza! — María me ordenó con tono firme.No me atreví a levantarla. Hubiera querido que la mismísima tierra me tragara en ese momento y desaparecer a aguantarme eso.Al ver que me negaba a cooperar, María le dijo a los dos tipos enormes que estaban a su lado: —Hagan que levante cabeza.Los dos aprovechados, con fuerza, me sujetaron la cabeza.Sentí como si me estuvieran atrapando con un par de tenazas, el dolor era intenso y no podía moverme.Lo más aterrador era que, al levantarme la cabeza, me vi obligado a enfrentar a María directamente.— ¿Gaspar ?, ¿Óscar?—No me imaginaba que esos dos fueran tú.No me atreví a admitirlo. Si lo hacía, sabía que no tendría escapatoria, sería mi fin.Entonces, sin dignidad alguna, me reí de forma forzada y dije: —¿Gaspar? No entiendo lo que estás diciendo.—¿No entiendes? Entonces, ¿por qué estás aquí?—Es la prim
María me miró con una expresión extraña, lo que me hizo sentir una incomodidad profunda, como si todo mi cuerpo estuviera cubierto de una picazón incómoda.Solo pude seguir explicando: —Pues claro, el mayor problema soy yo mismo. Sabía perfectamente quién eras, pero aun así inventé otro personaje para citarme contigo. Fue un error mío y lo acepto.—Pero quiero decir, tanto si soy Óscar como si soy Gaspar, ambos lo hemos pasado bien, ¿no?—Entonces, por favor, considerando que ambos lo hemos disfrutado, ¿podrías dejar de enfadarte tanto conmigo? ¿Te parece?María sonrió, pero con una sonrisa de esas de película de terror. ¿Por qué estaba sonriendo en una situación así?Sudor fue lo que cubrió mi cuerpo entero, y deseaba que me finalizara de una buena vez no sentir tanto miedo.—Por favor, no sigas riendo, me estás asustando aún más—, dije, sintiéndome completamente desesperado.Me arrepentía profundamente de haberme dejado llevar por mis deseos. Ahora, la verdad me había alcanzado.Lo p
Finalmente, María se detuvo.Podía respirar con alivio por fin. Si esto seguía así, no estaba seguro de cuánto más podría soportar.Vi que María me miraba y por un momento no sabía qué pasaba por su cabeza.—¿Es acaso eso cierto?— me preguntó María, con voz grave.Mi conciencia me traicionó, y respondí con inseguridad: —Sí, es cierto.—¿Cierto qué? — insistió, como si necesitara una respuesta más clara.—Quiero decir, sí, que está bien,— balbuceé, sin saber ni lo que estaba diciendo. Sentía que mi mente ya no me pertenecía.La expresión de María se tornó aún más colérica: —Por favor dame una respuesta clara. No trates de engañarme así.Vi que su enojo comenzaba a resurgir, así que rápidamente traté de aclarar: —Lo que quiero decir es que, si necesitas que me haga responsable de esto, estoy dispuesto a hacerlo.—¿De verdad? ¿Y qué pasará entonces con tu novia? — María cruzó los brazos frente a su pecho y me miró fijamente.Pensé en Luna, y en mi cuñada...La verdad es que nunca había co
De repente, me quedé completamente atónito.¿Mis manos? ¡Eso me convertiría en un inútil!—¡Pero esas manos son lo único con lo que me gano la vida! Si me las dejas inservibles, ¿cómo voy a ganarme el pan de aquí en adelante?La expresión de María volvió a oscurecerse. —No quieres que te corte las huevas, ni tampoco quieres que te deje inútil. Todo te parece exagerado, ¿verdad? ¡¿Por qué no te vas al mismísimo infierno desgraciado de mierda?!Me puse a pensar cuidadosamente y, efectivamente, tenía algo de razón.Pero lo que ella pedía, era algo que no podía hacer.—Perdóname por favor, ¿no basta con que te diga que me equivoqué y pida perdón por mis acciones? — No me quedó más que suplicar.María, furiosa, clavó el cuchillo que tenía en la mano sobre la mesa, justo frente a mis dedos. —¿Crees que con un simple lo siento y un tal perdón ya todo está solucionado? ¿Crees que soy tan barata cómo para conformarme con tus hipocresías?En ese momento, mi cerebro no procesaba correctamente lo
Los dos guardaespaldas me vigilaban de cerca. Cada uno de ellos era más grande que el otro, lo que hacía que yo pareciera un sapo en comparación con los dos orangutanes que tenía al frente.Estaba completamente aterrorizado, no me atrevía a moverme ni un centímetro.¿Y María?Cuando salió de la sala de masajes, su enojo seguía siendo evidente, y si no me mantenía encerrado durante al menos una semana, no tenía ninguna intención de dejarme salir.Durante el tiempo que estuvo en la sala de masajes, su celular estuvo sonando durante un buen rato, pero ella no hizo el más mínimo esfuerzo por contestar.Finalmente tenía tiempo para mirar su celular, y resultó que era su amiga Patricia quien le estaba llamando.María intentó calmarse un poco antes de devolver la llamada a Patricia. —Patricia, ¿qué pasa?—¿Qué pasa contigo? Yo te quería preguntar lo mismo, ¿qué te pasó con Carla? ¿Por qué te fuiste así tan de repente? — Patricia preguntó preocupada.Al mencionar a Carla, la expresión de María
Carla no pudo evitar sentirse en ese momento confundida: —Qué raro, ¿acaso Óscar no pasó la noche aquí ayer?Carla desesperada comenzó a llamarme.Pero mi celular ya había sido tomado por María, quien lo apagó.Al no poder contactarme, Carla se inquietó aún más.Corrió de vuelta para preguntarle a Patricia: —Patricia, ¿sabes a dónde se ha ido Óscar?Patricia acababa de despertarse y estaba practicando yoga.—No tengo idea, ¿acaso no está en su habitación?—No, cuando fui a su habitación hace un momento, la cama estaba perfectamente hecha, lo que significa que no pasó la noche aquí—, le contó con sorpresa Carla a Patricia sobre su descubrimiento.Patricia negó y dijo: —Entonces no sé qué pueda estar pasando, ¿deberías preguntarle al personal del hotel?Carla fue a preguntar al personal del hotel, pero los empleados tampoco sabían nada al respecto.Carla insistió en que revisaran las cámaras de seguridad, pero el encargado del hotel le explicó que, sin una razón especial, no podían acced