Capitulo400
—Claro que sí —respondí con entusiasmo.

Esa experiencia tan encantadora era algo que solo podía sentir con Paula, y la idea me llenaba de expectativa.

Paula abrió los brazos con un gesto coqueto y dijo, en un tono de súplica:

—Llévame en brazos, perrito.

No había forma alguna de que me negara. La levanté con gran facilidad, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío.

El balcón de Paula tenía enormes ventanas de vidrio que iban directo del piso al techo. Cuando ella se inclinó contra una de ellas, podía ver claramente el exterior: las luces de los edificios frente a nosotros iluminaban por completo la noche.

La posibilidad de que alguien al otro lado pudiera vernos me llenó de nerviosismo.

Pero Paula, con su audacia característica, me tranquilizó un poco:

—No te preocupes por eso. Esa es la gracia, hacerlo sabiendo que tal vez alguien nos esté viendo.

No podía negar que su descaro era contagioso.

Me dejé llevar, olvidando por completo mis reservas. La emoción nos envolvió al instante
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