Le dirigí a Manuel una mirada muy fría y burlona. Pensé entre si: ¿De verdad crees que soy débil solo porque no he respondido a tus provocaciones?No es que no sepa defenderme, simplemente no me gusta buscar problemas. Pero eso no significa que sea alguien con quien se pueda jugar fácilmente.Si alguien no me molesta, yo no haré nada. Pero si se atreven a atacarme, definitivamente le devolveré el golpe.Aunque esta filosofía pueda parecer algo infantil, es una que me ha servido muy bien hasta ahora.—Ya basta. Ustedes dos, sepárense y mantengan la calma —dijo el señor Julen con un tonoangustiado, deteniendo la disputa antes de dar su explicación.Manuel claramente no estaba dispuesto a dejar el asunto hasta ese punto. Se quedó completamente inmóvil, con los brazos cruzados, observándome con amabilidad.Decidí moverme antes de que él pudiera hacer algo más. Caminé directamente hacia el lado del señor Julen, colocándome cerca de él.Esta vez, Manuel no me siguió.Dejé atrás el incidente
Manuel jamás se imaginó que, a pesar de todo, terminaría saliendo perjudicado en su enfrentamiento conmigo.Esto solo logró enfurecerlo cada vez más, y su resentimiento hacia mí creció aún más profundo.En su mente, todo era culpa mía. Yo era el responsable de haberle —arrebatado— a la señora Elara.¡Todo por mi culpa!En silencio, Manuel juró entre si que no descansaría hasta hacerme la vida imposible.Mientras tanto, la clase del señor Julen continuaba, pero Manuel, incapaz de contener su ira, salió del salón furioso.Yo vi cómo se marchaba, pero no dije ni una sola palabra.Lo que él hiciera o dejara de hacer no era asunto mío, ni me interesaba.Solo quería concentrarme en aprender y hacer bien mi trabajo.Al terminar la clase, el señor Julen me pidió que me quedara por un momento.—Óscar, dime la verdad, ¿Manuel te estaba molestando antes? —preguntó con una mezcla de tranquilidad y preocupación.—No ha sido nada grave, señor Julen. No se preocupe, puedo manejarlo por mi cuenta.No
A decir verdad, tenemos la misma edad.Me pidieron que la tratara como a mi —hermana— a una mujer que tiene prácticamente mí misma edad siempre me ha resultado algo extraño de imaginar.—¿Eh? ¿Por qué no me llamas así? Quieres que te dé otra lección, ¿verdad?Viviana lo dijo mientras comenzaba a desabotonarse la camisa. Un destello blanco de su pecho comenzó a verse lentamente por el escote que llevaba puesto.Conozco muy bien las artimañas de ella. Giré rápidamente la cabeza y le dije:—¡Bueno estamos de acuerdo con ella! No hagas eso, ya entendí, ¿de acuerdo?—Jejeje, ves que si lo hubieras hecho antes, todo habría sido más fácil. Pero no, necesitabas que te mostrara un poco de mi pecho para rendirte. Ve, dime la verdad, ¿no estabas esperando aprovecharte de mí antes de ceder?Sinceramente, jamás tuve esa intención.Conozco muy bien quién es esta mujer, y nunca se me hubiera ocurrido intentar algo con ella.Pero debo admitirlo que cuando hace este tipo de cosas es para seducirme, la
En un principio, tenía los ojos cerrados, pero al intentar tomar las cosas de una manera diferente, se me complicaba demasiado el asunto. Así que decidí abrirlos nuevamente, y entonces fue cuando semejante escenita.—¡Pff!— casi que se me cae las babas de la boca.Viviana, con una expresión aparentemente inocente, preguntó:—¿Qué ocurre? ¿Acaso hay algo malo con esta postura mía?En mi mente pensé: ¿De verdad no sabes si tu postura tiene algo de malo? ¡Eres una auténtica y verdadera hechicera!No podía evitar sentirme totalmente derrotado por la situación.Me armé de valor y, lleno de incomodidad, respondí:—Con esa postura no puedo darte un masaje. Por favor, mejor recuéstate.—Hoy no me duele la espalda, lo que me duele son las piernas. Y solo cuando me siento de esta manera logre sentir un poco de alivio. Así que masajea así, tal cual.Me quedé completamente asombrado. En mi cabeza solo podía pensar: ¿Cómo se supone que voy a darte un masaje en esa posición? ¿Quieres que me arrodill
—Hazlo con fuerza, vamos, sé un poco más astuto. A mí me gusta cuando te portas de esa manera.Mientras hablaba, Viviana apretaba con fuerza mi cabello, tirándolo de él sin piedad.El dolor era tan intenso que pensé que iba a llorar.—¡Ay! ¿Puedes dejar de hacer eso? Me vas a arrancar el pelo.— Me quejé, rogando que me escuchara.Sin embargo, parecía que no me escuchaba. Al contrario, apretó aún más, haciendo que el dolor fuera tan insoportable.No tuve más remedio que detenerme.Viviana entonces me lanzó una mirada inquieta, como si yo hubiera cometido un crimen grave, y grite:—¿Quién te dijo que te detuvieras? ¡Sigue!Sin más opciones, continué masajeándola.Ella volvió a adoptar una expresión de placer absoluta, pero seguía jugando con mi cabello, agitándolo de un lado al otro.Empecé a preguntarme si esta mujer disfrutaba torturando a los demás.El cabello de tanto tirarle me dolía un montón.—No puedo más. ¡Me duele un montón carajo! ¿De dónde sacas tanta fuerza? ¡Ya casi que me
—¿Jugar? ¿De qué hablas? Yo no estoy jugando contigo. Ven y dime la verdad, ¿te sentiste muy bien hace un momento? Viviana insistió en preguntarme, mirándome con esa expresión tentadora que tanto me irritaba.Por dentro, me sentía al borde de perder la paciencia.Tenía toda la energía acumulada, mi deseo había sido encendido, pero no tenía forma alguna de liberarlo. Encima, ella seguía burlándose de mí. No podía estar más frustrado.Sin embargo, sabía que no podía aguantar más.Así que decidí seguirle el juego y le respondí:—Sí, lo admito, me sentí increíble. ¿Contenta ahora?—Ah, pero tú ya te sentiste bien, y yo todavía no. Ven aquí y haz que me sienta del todo bien.Viviana no parecía tener intención alguna de detenerse.Sentí que la desesperación me invadía por completo.—¿Y cómo se supone que te haga sentir bien? ¿Dejándote tirar de mi cabello otra vez? Porque si sigues así, me vas a dejar completamente calvo.El recuerdo de cómo me había tirado mi cabello con tanta fuerza me pro
Después de todo, con una mujer tan hermosa como Viviana, incluso el simple hecho de sostener su mano ya me parecería algo imposible.Ni hablar en hacer algo más íntimo y vergonzoso.Pero no podía perder la cabeza.Esta mujer no era alguien común y corriente; era una persona completamente fuera de mi alcance, alguien con quien jamás podría cruzar esa línea.Un momento de placer, por emocionante que fuera, no valía absolutamente nada comparado con mi vida.Soy joven, no estoy casado, no tengo hijos, y definitivamente no quiero terminar muerto o cagando en bolsa a tan temprana edad.—Te lo digo en serio, si me ayudas, yo también te ayudaré.— Viviana no se rendía y continuaba hablando con un tono muy dulce, casi suplicante.En mi mente repetía una y otra vez: No la escucho, is oídos son oídos de palo, seguro está mintiendo.Usé esta frase como un escudo mental, repitiéndola una y otra vez, hasta que finalmente logré resistir las tentaciones de Viviana.Al notar que no cedía, Viviana empezó
Viviana me golpeaba, pero poquito, , y yo simplemente aguantaba. Pero si sus golpes se volvían más fuertes, me vería obligado a esquivarlos.Poco a poco, no sé cómo ni por qué, la situación terminó pareciéndome más un juego de coqueto entre los dos.Ella ya no estaba tan molesta, y yo tampoco me sentía tan nervioso como al principio.Decidí hablarle con calma para tranquilizarla:—Viviana, de verdad, creo que deberías dejar de comportarte de esa manera. Al final, no hay hombre que tolere que su mujer lo traicione. Si el señor Mikel llegara a descubrir esto, estaríamos complemente perdidos.Por fin, Viviana pareció recuperar la compostura. Dejó de insultarme y de intentar seducirme.Con un tono muy serio, respondió:—¿Y qué importa? Prefiero lanzarme sobre sus manos que seguir viviendo como un perro de la calle.En mi mente pensé: ¿Un perro callejero? ¿Tú? Si te pasas la vida disfrutando y viviendo de lo más cómoda y tranquila.—¿Qué es esa mirada? No me crees, ¿verdad?Sacudí la cabeza