Mientras Paula hablaba, mostraba una expresión llena de asombro y ternura, lo que provocaba aún más que su esposo, Vicente, se sintiera más conmovido y culpable.—Lo siento, amor. Yo tampoco quiero dejarte sola en casa, pero esto es una orden muy clara del trabajo. No tengo otra opción —se disculpó Vicente, claramente incómodo por la situación.Vicente ocupaba un cargo importante en el gobierno y entendía que debía ser un ejemplo para los demás.Pero Paula, siendo la experta en seducción que era, no dejaba de hacer gestos frente a la cámara mientras decía:—Es que te extraño mucho, cariño. ¿Cuándo vas a volver?—Quiero que me abraces, quiero hacer el amor contigo —agregó con un tono tan dulce que Vicente apenas podía soportarlo.La forma en que Paula jugaba con su voz y su expresión lo volvía aún más loco. Vicente sabía muy bien que su esposa tenía un talento natural para ser cariñosa y provocativa a la vez, cualidades que habían mantenido su matrimonio fuerte y su vida íntima en perfe
—A veces, tener una vida matrimonial demasiado perfecta y feliz tampoco es tan bueno —dijo Paula, suspirando como si estuviera confesando un secreto profundo.—Es como si estuvieras sumergido en miel todo el tiempo. Al principio es dulce y delicioso, pero después de un tiempo, te resulta bastante empalagosa y te hace sentir insensible.—No se puede vivir solo de manjares y de exquisiteces; a veces el cuerpo necesita algo simple, como un plato de arroz con frijoles.Para ella, ¿esas aventuras fuera de su matrimonio eran su —arroz con frijoles—?Entendía su metáfora de comprensión, pero no podía aceptarla del todo. Me resultaba difícil reconciliar su forma de pensar con lo que consideraba correcto.—¿Y tu esposo? —pregunté con cierta incredulidad: — ¿Has pensado en cómo se siente él?Paula soltó en ese momento un repentino suspiro antes de responder:—Ojalá él también buscara a otras mujeres, pero no lo hace.—¿Sabías que una vez contraté a una chica joven y atractiva para seducirlo? Per
—Claro que sí —respondí con entusiasmo.Esa experiencia tan encantadora era algo que solo podía sentir con Paula, y la idea me llenaba de expectativa.Paula abrió los brazos con un gesto coqueto y dijo, en un tono de súplica:—Llévame en brazos, perrito.No había forma alguna de que me negara. La levanté con gran facilidad, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío.El balcón de Paula tenía enormes ventanas de vidrio que iban directo del piso al techo. Cuando ella se inclinó contra una de ellas, podía ver claramente el exterior: las luces de los edificios frente a nosotros iluminaban por completo la noche.La posibilidad de que alguien al otro lado pudiera vernos me llenó de nerviosismo.Pero Paula, con su audacia característica, me tranquilizó un poco:—No te preocupes por eso. Esa es la gracia, hacerlo sabiendo que tal vez alguien nos esté viendo.No podía negar que su descaro era contagioso.Me dejé llevar, olvidando por completo mis reservas. La emoción nos envolvió al instante
Paula, sonriendo con dulzura, dijo:—¿Tienes miedo de que tu cuñada piense que fuiste tú quien me contó el secreto? Tranquilo, no diré nada al respecto.Sin embargo, luego se acercó con curiosidad:—Pero dime, ¿cómo es posible que Raúl, siendo tan dominante, pueda estar teniendo aventuras con otras mujeres?Suspiré y decidí explicarlo con detalle:—Raúl no es exactamente tan extraordinario. Es que solo tiene ese problema con mi cuñada. Cuando está con otras mujeres, todo funciona a la perfección.Paula, parecía no entender para nada la situación:—¿Cómo puede ser eso? ¿Con su propia esposa no funciona, pero con otras sí?—Exacto —respondí con honestidad: — No sabes cuántas veces he visto a mi cuñada intentar algo con él, pero Raúl no le corresponde en lo absoluto. Cuando eso pasa, o se encierra en el baño o termina refugiándose en mi habitación.Ella lo negó, aún sin comprender del todo lo que acaba de escuchar:—Eso es raro, porque tu cuñada no es una mujer cualquiera. Tiene un cuerp
Pasadas las nueve de la mañana, llegué a la entrada del hospital San Rafael.Apenas bajé del auto, una figura apareció de repente y bloqueó mi camino.Era Raúl. Su aspecto estaba entre agotado y enfurecido a la vez, en mi interior se mezclaron un sinfín de emociones.Podía ver claramente que no había dormido nada en toda la noche.Estaba completamente abatido, con los ojos enardecidos, pero no sentí ni un mínimo de compasión por él.Porque, al fin y al cabo, todo esto era consecuencia de sus propios actos.—Óscar, dime la verdad, ¿dónde está tu cuñada? —Raúl habló primero.Sin dar tantos rodeos al respecto, le respondí:—De verdad, no lo sé.Una chispa de ira cruzó por sus ojos, y su mirada se tornó aún más sombría.—Óscar, eres mi hermano. Desde que éramos niños, sabes perfectamente cómo te he tratado y como he sido contigo, ¿verdad?—Estoy en este estado, y aun así me mientes. ¿No tienes remordimiento alguno?—¿Acaso tienes idea de lo mucho que me has decepcionado?Raúl estaba claram
—Entonces, Raúl, ya que estamos hablando con confianza, quiero preguntarte algo: ¿todo lo que has hecho por mí ha sido de verdad, desde el corazón? —mi voz estaba llena de ironía y de una rabia contenida: — ¿O todo esto siempre tuvo un beneficio oculto para ti?La expresión de Raúl cambió al instante. Una sombra de inquietud cruzó por sus ojos; claramente, no esperaba que alguien como yo, siempre considerado obediente, le lanzara una pregunta tan directa.Intentando mantener su apariencia, negó todo con firmeza:—¿Beneficio? ¿Qué tipo de beneficio podría obtener de ti? ¿Acaso tienes dinero? ¿O contactos importantes? Vamos, Óscar, dime, ¿de qué me podrías haber servido?Sus palabras buscaban hacerme quedar en ridículo, convencerme de que estaba equivocado, pero yo ya no era tan fácil de convencer.Solté una risa amarga y respondí:—Precisamente porque no tengo dinero, ni conexiones, ni nada más que ofrecer, es por lo que creías que, con solo darme un poco de atención, siempre estaría ag
—Está bien, entonces primero pregúntale a tu cuñada —dijo Raúl, mirándome con una mezcla de ansiedad y expectativa, como si quisiera que contactarse con ella en ese mismo instante.Suspiré antes de responder:—Ahora tengo que ir a trabajar. Cuando tenga tiempo, lo haré.Raúl pareció darse cuenta de que no tenía intención alguna de llamarla delante de él. Con una sonrisa fingida, afirmó:—Está bien, primero ocúpate de lo tuyo. Pero cuando hables con ella, no te olvides de avisarme.Respondí con un simple —uhm— y no agregue nada más.Después de que Raúl se marchó, entré al hospital San Rafael.Aún quedaban algunos minutos para que comenzara mi turno, así que me debatía si debía aprovechar ese tiempo para llamar a mi cuñada y contarle lo sucedido.Finalmente, decidí marcar su número.El celular sonó un par de veces antes de que alguien contestara.—Cuñada, necesito hablar contigo. Hace un momento Raúl vino a buscarme. Me preguntó dónde estabas, pero no le dije nada.Le expliqué con rapide
Eran las once de la noche.Yo estaba corriendo por el parque justo debajo del edificio donde vive mi hermano.De repente, escuché el susurro de una pareja desde los arbustos.—Raúl Castillo, ¿qué pasa con tu hombría? Dices que en casa no puedes tener una erección, pero ahora que hemos salido y cambiado de ambiente, ¡sigues igual!Al escuchar esas palabras, reconocí la voz de inmediato. ¡Era ni mas ni menos que Lucía González, mi cuñada!Raúl y Lucía habían salido a cenar, ¿cómo es que ahora estaban en el parque, escondidos entre los arbustos?Aunque nunca he tenido novia, he visto bastantes videos educativos para adultos, así que entendí rápidamente que estaban cambiando de lugar para hacerlo a lo salvaje.Nunca pensé que fueran tan atrevidos, pero… ¿hacerlo en el parque? ¡Esto ya era algo salvaje de por sí!No pude resistir la tentación de acercarme un poco más para escuchar mejor.Lucía era muy hermosa, y tenía un cuerpo increíble. Escuchar sus gemidos siempre había sido una fantasía